Drina Ergueta
SemMéxico. Barcelona-Cataluña
La vulva de Constance Quéniaux, expuesta en primer plano, ha dado la vuelta al mundo luego de que se supiera que la modelo del cuadro “El origen del Mundo” de Gustave Courbert era ella, ¡era ella! una hasta ahora anónima modelo que comenzó como bailarina y pasó a ser cortesana.
Sólo el hecho de conocer la identidad de la mujer que posó en 1866 para el artista hizo que la imagen sea motivo de noticia en los medios, un cuadro siempre censurado (inclusive Facebook fue llevado a juicio en enero de 2018 acusado de haberlo borrado de la cuenta de un usuario), siempre usado para disfrute personal de algún propietario y oculto al público hasta 1995, cuando se expone hasta hoy en el Museo Orsay francés.
De todas formas, esa imagen de una mujer tendida sobre un lecho, con las piernas abiertas y mostrando aquello, que hasta vergüenza da nombrar, cubierto sólo con una generosa mata de pelos es, para muchas personas, difícil de mostrar y de mirar (en público). Me imagino que, por esa razón, por ejemplo, el pasado 25 de septiembre en el diario boliviano Página Siete, que publicó la noticia en su página web, puso la fotografía del cuadro inicialmente recortada, sin que se vea ese centro de interés, y es sólo cuando quien ingresa a la noticia y decide clickar para ver la siguiente fotografía que se muestra el cuadro entero.
Las vulvas siempre han sido en la historia occidental de los últimos siglos, tan influenciada por la Iglesia Católica, un lugar prohibido, sucio, malo y, para quienes las tienen, misterioso y también inaccesible, ya que no está al alcance de la vista si no es con un espejo.
Parece increíble, pero mucha gente no sabe lo que es, ya que usa de modo genérico la palabra vagina. Una vulva es la parte que tienen las mujeres entre las piernas y que está cubierta de vello púbico, incluye el Monte de Venus, los labios y el clítoris. Todo esto conforman los genitales externos de las mujeres; mientras que la vagina es el conducto, ya interno, que va de la vulva a la matriz.
Es la vagina en la que se centran los hombres, ya que les da placer en el acto sexual, mientras que para las mujeres también es muy importante la vulva y especialmente el clítoris para obtenerlo. Es también la vulva, la parte externa, la que siempre está cubierta, la que pocas veces se muestra en una obra de arte, al contrario de los genitales masculinos que se exponen con más facilidad.
Pero además de ser una parte del cuerpo oculta, desconocida, vilipendiada, prohibida y censurada, la vulva concentra una serie de agresiones que sufren las mujeres.
La inmediata que uno puede imaginar es la agresión sexual, el ataque que está centrado en esa parte del cuerpo, la puerta a la vagina que si es penetrada sin consentimiento ya legalmente se considera violación.
Pero también está allí la agresión a las libertades sexuales femeninas. Está la idea, que aún persiste en muchas sociedades, de pureza, de honor, y que si se pierde se cae en desgracia. En estas mentes esa parte del cuerpo femenino pertenece al primer hombre que la posea, esa mujer ya tiene dueño. Es allí también donde se ataca con la ablación, cuando con algo filoso se corta, se amputa literalmente el placer para la mujer. Es allí donde se niega el derecho a las mujeres de disfrutar del sexo en la variedad y cantidad que deseen.
Es por allí por donde se pare, por donde se da vida, pero muchas veces obligadas, sin desearlo ni buscarlo y por donde se muere, en partos mal atendidos o por abortos clandestinos. Porque las mujeres no son dueñas de sus cuerpos, porque se considera que las mujeres para realizarse deben ser madres.
Es allí donde hoy desde el machismo, lejos de tener esa mata de pelo, se exige a las mujeres que vayan depiladas y que tengan una vulva determinada, no con la variedad con la que nacieron, lo que lleva a operaciones estéticas absurdas.
Por todas esas agresiones y censuras es que pido a este medio que, en lugar de mi foto en la columna, en esta ocasión coloquen la imagen de la vulva de Constance Quéniaux.