Porfirio Muñoz Ledo
Las palabras pronunciadas por el nuevo Canciller de México en la XXX Reunión de Embajadores y Cónsules –suceso que inventara Fernando Solana- fueron recibidas por nuestros diplomáticos como una bocanada de aliento a su calidad profesional y un motivo de reflexión colectiva respecto del papel del Servicio Exterior Mexicano en la Cuarta Transformación del país. Una política de Estado, como la pretende el Presidente López Obrador, exige cuerpos especializados para su realización. En este caso funcionarios de carrera comprometidos y una renovación generacional acorde con la nueva realidad del país y las ideas emergentes de la globalidad.
Quedó claro esa mañana que la oposición progresista de México ha criticado severamente la política exterior de los gobiernos neoliberales, pero que ha respetado y respeta cabalmente la labor de nuestros cónsules y embajadores. Estos por su parte han mantenido sus propias ideas sobre el país y convicciones sobre el mundo. Obediencia institucional y libertad de pensamiento. Valores que hoy rescata el Gobierno de la República. Ocurre que al trasladarse fuera del país los mexicanos reanimamos nuestro concepto de patria, tanto porque los migrantes mexicanos son una extensión humana de la nación, cuanto porque nuestros valores se preservan mejor en los ambientes internacionales inhóspitos que en las conformidades cotidianas de nuestro entorno social.
En la reunión a la que aludo los diplomáticos buscaban definiciones precisas sobre diversos aspectos de la política económica y social del nuevo gobierno. Bastaría con revisar sus seguimientos de la realidad cambiante del país durante los últimos años para entender el fenómeno y sus previsibles consecuencias. He dicho que el cambio somos todos: políticos, empresarios y ciudadanos, obviamente también los diplomáticos. Es definitorio para la orientación del servicio exterior la naturaleza del gobierno al que se representa. La comunidad internacional sabe que en México ha sucedido un cambio histórico, que afectará en su medida los equilibrios regionales y mundiales. En ese sentido la mejor política exterior es la política interior, como desde hace tiempo lo anunciaba sabiamente el actual Ejecutivo Federal.
En efecto, el peso o influencia de cada país en las relaciones internacionales depende de su poder acumulado, llámese los Estados Unidos, China, la Federación Rusa o algunas potencias europeas. Se han deslavado en cambio los perfiles de los liderazgos en los países emergentes por causa de su debilidad interna y la de sus organizaciones internacionales. La transformación política de México coincide con el replanteamiento de sus vínculos efectivos con el mundo, al punto que cada decisión importante que tome el gobierno durante los próximos años modificará nuestras relaciones de poder en el exterior.
Por otra parte, hemos bregado por la vigencia plena de los tratados en derechos humanos en nuestro país. Es por ello muy afortunada la elección del Ministro Arturo Zaldívar como Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Hoy quienes encabezamos cada uno de los tres Poderes de la Unión trabajamos en el mismo sentido. Buena noticia.