Opinión

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Teresa Mollá Castells/ Desde la luna de Valencia

Cimacnoticias | Ontinyent, Esp.

Esta semana leía con alegría que el Consejo Constitucional francés avala la ley sobre prostitución que, desde 2016 está vigente en Francia. En esta ley se penaliza a los clientes y no a las mujeres prostituidas.

Esta ley, al igual que la aprobada en Suecia en 1999, son modelos a seguir puesto que ponen el acento en el gran negocio que supone tratar y explotar sexualmente a mujeres en situación vulnerable y, al parecer, también señala la necesidad de un acompañamiento y recursos para las mujeres que quieran abandonar esta situación.

La prostitución no es, como interesadamente se quiere hacer creer, el “oficio” más antiguo del mundo. En todo caso, lo que sí se podría afirmar es que consiste en el acto de esclavitud y sometimiento del patriarcado hacia las mujeres y las criaturas más antiguas del mundo.           

Todo el mundo sabe que es, para las redes de tratas de personas, uno de los negocios más lucrativos del mundo y que se sustenta sobre tramas criminales que no tienen reparos a la hora de secuestrar, raptar, explotar y esclavizar a las mujeres con tal de mantener sus beneficios.           

Cuando el capitalismo impone sus normas más salvajes quienes primero lo acabamos pagando somos las mujeres, puesto que se ceba en nosotras en forma de feminización de la pobreza y, por tanto aumenta el grado de vulnerabilidad. Precisamente en ese momento y a través de la trágica alianza entre el capitalismo y el patriarcado aparece el mito neoliberal de la “libre elección” de las mujeres para ser explotadas sexualmente.          

¿Quién no ha escuchado alguna historia de mujeres extranjeras que han confiado en alguien, generalmente un hombre que las ha seducido y prometido un trabajo en el Estado español, por ejemplo y cuando han llegado se han encontrado sin documentación, sin el amor prometido, y sometidas sexualmente? Os aseguro que yo lo he escuchado.

No me ha hecho falta ir a ver ningún documental. Lo tenía muy cercano. Y después de haber podido escapar de la red y volver a cambiar de país, esta mujer extranjera, seguía atemorizada por si la red criminal de la que escapó la encontraba.          

Tiemblan y hablan bajito por el miedo y solo cuando se encuentran seguras hablan y describen cómo han vivido o, mejor dicho malvivido durante el tiempo que estuvieron explotadas. Y cómo se siguen sintiendo sucias y sin deseo sexual.           

Ellas, “las otras” son estigmatizadas socialmente por haber sido “usadas” por muchos hombres para saciar el deseo sexual de ellos, nunca el de ellas. Han sido explotadas, violadas, agredidas, etc. solo para aumentar el beneficio de sus explotadores. Solo han sido mercancía para ellos. Ni siquiera han tenido la consideración hacia ellas de considerarlas personas.           

Leía estos días en una red social una frase lapidaria que decía “siempre va a haber putas y drogas porque siempre habrá consumidores”. Es terrible porque implícita y simbólicamente pone al mismo nivel sustancias tóxicas como lo son las drogas con personas, mujeres prostituidas, sin ningún pudor, sin analizar en absoluto las situaciones de esas mujeres. Nada, sencillamente justificar que el deseo de ellos ha de ser satisfecho a cualquier precio. Me parece terriblemente doloroso e humillante.        

Justificar la existencia y no abolición de la prostitución es ponerse abiertamente de parte del capitalismo más salvaje y al lado del patriarcado opresor.       

A estas alturas no me valen justificaciones de ningún tipo. Pretender llevar al ámbito laboral la esclavitud o  escudarse en el mito de la libre elección no lo puedo entender, puesto que, como ya he comentado, se esconde un lucrativo negocio ilícito que explota sexualmente en régimen incluso de esclavitud a mujeres e incluso niñas vulnerables.        

Pretender asimilar la prostitución con el empoderamiento de las mujeres es dar alas a un patriarcado capitalista que pretende mantener sus privilegios a toda costa y sus deseos en forma de imposición.           

La misoginia y el desprecio hacia las vidas de las mujeres prostituidas forma parte del rechazo que socialmente existe hacia ellas, porque se las considera responsables y culpables de su propia situación y no víctimas de un engranaje que las usa como materia prima para consumo y privadas de cualquier derecho humano.         

Posiciones como la de Suecia y la recientemente tomada en Francia las dota de humanidad y de derechos. Lo contrario significa legitimar la trata de personas, la esclavitud sexual, la cosificación de los cuerpos para satisfacer deseos privando de derechos a esas mujeres e incluso niñas.

*Corresponsal, España. Comunicadora de Ontinyent

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