Rogelio Hernández López / Mirada de Reportero / SemMéxico
La noticia que arrancó más comentarios a periodistas profesionales entre el 28 y el 29 de julio fue la designación de Isabel Arvide Limón, como cónsul titular en Estambul, Turquía. Por la profusión de reacciones el tema era obligado para esta columna dedicada a los asuntos de periodistas desde 2006, pero este reportero la suspendió para no abonar a la saña que se desató contra una mujer periodista.
Es que la gran mayoría de comentarios fueron descalificatorios por la impreparación de Isabel Arvide como diplomática, lo que es innegable. Pero otros muchos periodistas veteranos evadieron la crítica completa, parcializaron juicios y se ensañaron con denuestos, no sólo a su estilo de hacer periodismo sino también a su persona.
Fue otro tribunal mediático, ahora contra una mujer periodista, por la combinación del criticismo a decisiones presidenciales entre los climas de polarización y de odio político en las redes sociales.
Ser periodista en la pluralidad
Todas las personas, incluyendo mujeres y hombres del periodismo, somos productos de la cultura general, de las circunstancias de nuestros tiempos y espacios sociales, reflexionó en su momento el filósofo español José Ortega y Gasset. Así se permean las personalidades. El medio ambiente predispone desde el nacimiento para absorber determinados valores de vida. Hay quienes se dejan llevar o quienes se resisten y hay también discordantes.
En México no existe un solo tipo de periodismo para todos sus actores, aunque prevalezcan las características positivas o negativas de su entorno mercantil. No obstante, conviven distintos modelos de empresas (privadas, públicas, sociales, no lucrativas) así como tamaños, influencias, orientaciones políticas o editoriales como reflejo de doctrinas, ideologías y filiaciones políticas. La pluralidad es la esencia de la prensa en países democráticos, así sea en continua remodelación como el nuestro.
En el mismo sentido son muy diversas las personas que se dedican al periodismo profesional por su formación, capacidades, calidad profesional, dimensiones éticas y filias políticas. Por generaciones hemos sido permeados por modelos de comportamiento que observamos en periodistas destacados, en colectivos o medios de prensa.
Tres grandes corrientes
En este 2020 convivimos –dicho empíricamente– tres corrientes generacionales de periodistas con otros tantos modeladores colectivos.
La generación más reciente y, quizá la corriente mayoritaria, es de quienes oscilan entre los 24 y los 40 años y que comparten estándares más altos de formación académica con pautas éticas, con explotación laboral más acentuada por realizar tres o más funciones con pagas y prestaciones cada vez menores, en una atmósfera muy riesgosa y ultra competida, tanto por espacios de empleo como por la saturación de “ofertas” informativas de opinadores furtivos en redes digitales que se dicen periodistas. Y abren paso a nuevos estilos de hacer periodismo.
Otra corriente de mujeres y hombres, que podría decirse es la intermedia, tuvo una formación profesional en otras carreras o en las incipientes escuelas de periodismo, pero sobre todo copiando a quienes más destacaban con modelos de ejercicio que se alejaban del convenencierismo predominante en los años 70. Las agresiones y riegos contra su vida no eran tan altos ni tan precarias sus condicionales laborales. Un factor que estimuló sus discordancias y empujó a su conformación como corriente fue el crecimiento de los movimientos sociales de protesta y exigencias de cambios políticos, son reflejo de sus tiempos.
Esta corriente intermedia de discordantes consiguió dos logros muy tangibles: diarios y revistas de nuevo tipo y la Unión de Periodistas Democráticos (UPD), organización amplia de izquierda que entre 1975 y 1990 conjuntó a buena parte de esta corriente y que fue poblando medios nuevos y viejos. Fueron miles en casi todo el país. Su asamblea más grande se realizó en el auditorio del Sindicato Mexicano de Electricistas con periodistas de política principalmente, que laboraban en la mayoría de diarios impresos, revistas visibles, medios públicos, en radio e incluso en Televisa.
Muchos de esta corriente que dirigieron o fortalecieron a la UPD hasta el año 2000 están vigentes y en posiciones de influencia profesional por su labor cotidiana, por sus libros autocríticos del periodismo, por sus reconocimientos sociales y, sobre todo, por la credibilidad que construyeron. Estos son algunos que llegan a la memoria del reportero:
Quienes presidieron la UPD hoy fallecidos Antonio Caram y Miguel Ángel Granados Chapa. Les sucedieron el reportero de Proceso Elías Chávez; luego Jorge Meléndez Preciado (hoy en el sitio Periodistas Unidos). Otros que influyeron al cambio del viejo periodismo desde la capital de México son Humberto Musacchio (Su libro más reciente es Historia del periodismo mexicano), Teresa Gil Gálvez (escritora y columnista en varios medios como SDP noticias), Eduardo Ibarra Aguirre (columnista de Utopía en varios medios como Quadratin e Índice Político), Raymundo Riva Palacio (Autor del libro Manual para un nuevo periodismo, director de Eje Central y conductor de Estrictamente Personal en Televisa), Julio Hernández López (Director del sitio Julio Astillero y columnista para los diarios La Jornada), Sara Lovera, (pionera del periodismo de género y directora del sitio feminista de noticias SemMéxico).
Estos y muchos otros periodistas como el ya fallecido Marco Aurelio Carballo (autor del libro Morir de periodismo), como el reportero investigador Marco Lara Klahr, así como decenas de colegas destacados en los estados fueron y son parte de esta corriente y del contexto o circunstancias que ofrecieron principios de responsabilidad social y ética profesional a este reportero –ya setenta añero—.
Isabel Arvide no forma parte de estas dos corrientes de periodistas. La suya fue anterior y todavía no se extingue.
La escuela Denegri
El día que se anunció la designación como cónsul de la periodista y se iniciaron las reacciones en su contra, este reportero cerraba la lectura de un libro de crónica novelada sobre Carlos Denegri, un periodista que entendió las circunstancias de su tiempo, que sobre estimuló una tipología de comportamiento entre políticos y periodistas, que creó la “escuela de conveniencias”, quizá sin desearlo. Por ese libro su autor, Enrique Serna, obtuvo el premio Xavier Villaurrutia para Escritores 2019. En él tuvo el tino de radiografiar ese modo de hacer periodismo desde el título: El Vendedor de Silencio.
Denegri era reportero estrella del diario Excélsior –escribe Serna en la contraportada—“Mimado por el poder, como columnista político sobresalió por su falta de escrúpulos, al grado que Julio Scherer lo llamó <<el mejor y el más vil de los reporteros>>, industrializó el ´Chayote´ cuando esa palabra todavía no se usaba en la jerga política. En su (columna) Fichero Político, donde fungía como vocero extraoficial de la Presidencia y cobraba todas las menciones, podía difamar a cualquiera con impunidad absoluta…Aunque ganaba millones por publicar alabanzas, se hizo más rico por medio de la extorsión, callándose lo que sabía de sus poderosos clientes”. Murió el 2 de enero de 1970.
Pero esa “escuela” en el periodismo se extendió a todos el país y mostraba fortalezas a fines del siglo XX y principios del actual. Este reportero fue testigo de varios gestas: directivos de medios pidiendo a funcionarios donaciones para “pagar la nómina” o terrenos, o concesiones para otros negocios; influyentes conductores o articulistas con tarifas por menciones o vacaciones con todo pagado con recursos públicos; canastas navideñas gigantes para los jefes de medios; bares con sofás para “la mona” en oficinas policiacas para los de la ´Fuente´; portafolios rebosantes para “ayudas” en campañas electorales; listas o “talis” para reporteros en casi todas las fuentes, incluidas empresariales y hasta una tina de baño donde se zambullían en champaña reporteros enviados a la cobertura electoral para gobernador en el bajío.
Una escena resume el peso tóxico de tal modelo de conveniencias. Otto Granados y José Carreño Carlón funcionarios de comunicación con Carlos Salinas, alguna noche 1989, preguntaron a un grupo pequeño de reporteros de política cómo hacer una lista de los periodistas corruptos en el país. Y la primera respuesta que obtuvieron fue una sonora carcajada de Raymundo Riva Palacio y Rogelio Hernández López (miembros de la UPD e investigadores del asesinato de Manuel Buendía). “¡Se tardarán demasiado! Para más rápido hagan una lista de quienes no participamos en el sistema de conveniencias”, les completamos ante las sonrisas de los otros periodistas allí presentes.
En estados, municipios, partidos, empresas, medios de todos los tamaños y periodistas de todas las edades, sobre todo de veteranos, el modelo de conveniencias y la escuela Denegri, aún no se extinguen.
Isabel Arvide hoy cuenta 68 años, 44 de ellos de ser periodista le contó en una larga entrevista a José Sobrevilla. “Concluido su primer año en la carrera de Medicina, Isabel Arvide sufre una fuerte crisis existencial que la hace renunciar a su carrera, trabajo, y matrimonio, haciéndola reflexionar y decidir que lo que quiere es escribir; sin embargo, al no ser vendibles los escritos de las mujeres, (a los 24 años) acepta la invitación de un amigo para entrar al periódico Excélsior (1976). Lo hizo justo a la salida de Julio Scherer y llegó ahí junto a su tocaya Isabel Zamorano… Sin conocer a ningún político, su suerte cambió el 24 de septiembre de ese año al ser enviada a cubrir una de las giras de Luis Echeverría…” y así hay que observar.
Desde entonces comenzó hasta ser la decana de la fuente militar, amiga de gobernadores, de políticos de todos los partidos y de presidentes. Ella atendió a sus circunstancias. Siempre voluntariamente. El 28 de julio de 2020 fue designada Cónsul por el Presidente de la Cuarta Transformación.