Alejandro García/ ]Efemérides y saldos[
...Todos volvieron hacia Neville los rostros pálidos. Neville los observó serenamente. Y de pronto comprendió. Yo soy el anormal ahora. La normalidad es un concepto mayoritario. Norma de muchos, no de un solo hombre.
Y comprendió, también, la expresión de aquellos rostros: angustia miedo, horror. Tenían miedo, sí. Era para ellos un monstruo terrible y desconocido, un mal más espantoso aún que la plaga...
Neville miró a los nuevos habitantes de la Tierra. No era como ellos. Semejante a los vampiros, era un anatema y un terror oculto que debían destruir.
Richard Matheson
Novela apocalíptica pionera en su género, “Soy Leyenda” utiliza un concepto muy simple para crear una enorme historia con una ambientación increíble. Recordad que esta novela fue publicada de la mano del genial Richard Matheson, nada más y nada menos, que en 1954. Es decir, cuando muchos de los que son abuelos hoy en día, nacieron. Y el concepto, poco tiene que ver con la película que hiciera Will Smith hace unos años. En mi opinión, ahí se tergiversa todo. Richard Matheson (que nos dejó en 2013) demuestra el buen momento creativo en el que estaba y maneja la historia con una narrativa bien enfocada y una prosa seria. Nunca se atasca en el tedio de un apocalipsis zombie.
J. J. Castillo
Publicada por primera vez en 1954, “Soy leyenda” (Barcelona, 2014, Minotauro, Planeta, 332 pp., edición especial por su 60 aniversario, en tapa dura) de Richard Matheson (1926-2013), se presenta ahora con el guion cinematográfico “Las criaturas de la noche”, el cual nunca se llevó a la pantalla. Esta pieza tiene la ventaja de que es introducida por un prefacio de Matheson, en el cual acomoda su texto entre las tres versiones que se convirtieron en película y no le resulta desagradable la protagonizada por Smith, lo cual ya contrasta con la opinión de J. J. Castillo que he elegido como epígrafe. El guion en cambio tiene una desventaja que es una mala decisión de los editores. Lo presentan como si fuera una versión mecanografiada, con una tipografía de mala resolución para el lector. Me parece un rasgo editorial que más que abonar a la lectura y al conocimiento de la variante argumental, dificulta y pone ruido a la labor del decodificador. La obra no es más que una propuesta para el lenguaje del cine, de allí que al no llevarse a cabo, se convierta en un mero alterne del texto, siempre breve, de la novela.
En contraste con lo anterior, la narración principal tiene un muy buen ámbito de lectura, también muy contrastante, en este caso, con la versión en rústica de 2008. “Soy leyenda” es una novela que se mantuvo entre lectores de culto. A veces en un número mayor después de las exhibiciones en el cine. Clasificada entre novela de ciencia ficción y de vampiros, nunca llegó al prestigio del gran referente generacional: Ray Bradbury. Y, sin embargo, se trata de una novela con un bagaje escénico que palidece frente a los efectos de la industria cinematográfica. En el caso de la versión de Francis Lawrence (2007) se impone el nexo con esos seres violentos e indominables cercanos al movimiento zombi de aquellos años.
Robert Neville vive en el encierro nocturno. Es el año de 1976 y una pandemia ha destruido el mundo conocido. Durante el día, el único sobreviviente vaga por la ciudad en busca de otros hombres. No los encuentra. En cambio sí obstruyen a menudo el paso de su camioneta cadáveres que han sido ejecutados por otros, si no de la misma condición, sí de una parecida. Neville se mueve por la ciudad, busca respuestas a lo que ha sucedido y soluciones varias. Ha tenido que sellar sus ventanas y asegurar sus puertas y posibles accesos. Y tolera todas las noches el merodeo de esos personajes que sólo quieren su vida.
En su labor de descifrar el acertijo de su existencia, todo lo lleva al vampirismo. Ha descubierto que repelen el olor del ajo, temen a la cruz, no se reflejan en los espejos y cuando están en reposo deben ser atravesados por una estaca a fin de que no deambulen por los espacios en busca de sangre. Lo dice de manera bastante compleja:
Una vez en la noche medieval, el vampiro había sido muy poderoso, y enormemente temido. Se lo había considerado anatema y todavía lo era. La sociedad lo perseguía sin descanso.
Pero, ¿son sus necesidades más sorprendentes que las necesidades de otros animales y hombres? ¿Son sus actos más horribles que los actos del padre que secó el espíritu de su hijo? Puede que el vampiro tenga un ritmo cardíaco más rápido y el pelo revuelto. ¿Pero es peor que el padre que dio a la sociedad un hijo neurótico que se convirtió en político? ¿Es peor que el fabricante que creó una fundación con el dinero que hizo vendiendo bombas y cañones a nacionalistas suicidas? ¿Es peor que el destilador que dio licor adulterado para atontar aún más los cerebros de que aquellos que, sobrios, son incapaces de pensar con propiedad? No, pido perdón por esta calumnia; ataco la bebida que me alimenta. Entonces, ¿es peor que el editor que llena estanterías de deseos de muerte y lujuria? Realmente mira en tu alma, ¿es el vampiro tan malo?
Sólo bebe sangre.
Neville observa comportamientos, hechos materiales, conductas y busca una causa que hable de la infección o del paso de un posible microorganismo a través de la sangre. Atrás han quedado los tiempos en que las discusiones ponían en evidencia la existencia misma del peligro. Su costo personal ha sido el de la vida de su esposa Virginia y de su hija Kathy. Virginia ha salido de su tumba y ha regresado como muerta viviente, de tal manera que ha tenido que darle el fin que a los otros que la calle invaden y la ha vuelto a enterrar.
Robert refuerza su seguridad, revisa los daños de las agresiones diarias durante la noche, busca en el exterior el elemento que le indique que no es el único hombre sobre la tierra, investiga las posibles causas, los caminos de la pandemia y las posibles soluciones. A veces el trago se convierte en compañero y en columpio en momentos de caída de ánimo. Obtiene respuestas tras la consulta de libros y la experimentación que lleva a cabo en casa, mas es un proceso lento para el tamaño del desastre.
Cuando parece que todo es demasiado negativo, descubre que un perro vive en la ciudad, cerca de él. Intenta ganar su confianza, saber cómo ha escapado del contagio y de la cacería. Porque algunos animales también han entrado al estado de shock. Le da alimentos, lo persigue, descubre que habita una casa abandonada con un acceso a través de un pequeño agujero que protege una reja de metal. No entra allí y el perro aparece y desaparece. Por fin logra atraparlo y llevarlo a su casa, donde le garantiza protección. El animal no lo sabe ni lo comprende a partir de sus acciones de coartar su libertad. Además, su estado físico es deplorable y cuando llega la noche, así esté protegido por muros y techo, se lanza a escarbar para huir de los agresores. La comunicación y la convivencia resultan imposibles. El perro muere.
El desenlace viene disfrazado de un falso segundo nudo: la aparición de la mujer sana y viva. La apariencia indica que no está muerta, pero bien podría ser de los vivos depredadores. Neville tiene una necesidad de mujer que se manifiesta incluso ante las de movimientos lentos. Su pulsión aumenta cuando encuentra la oportunidad de una mujer real, igual que él, libre del mal. No hay sueño posible. El mundo se ha corrompido y la pandemia empieza a ser administrada por seres oscuros, una banda de hombres de inidentificable perfil. Ellos llegan y matan a balazos a los infectados, pero también están en la búsqueda del testigo, la pírrica cifra que sabe la verdad:
De pronto Neville recordó. ¿Dónde estaba Ben Corman?
Miró a lo largo de la calle, pero no puedo verlo. No quería que matasen a Corman, comprendió, no quería que lo destruyesen así. Estupefacto, comprendió que sentía más simpatía por los vampiros que por sus ejecutores.
En la película mexicana “La viuda negra”, protagonizada por Isela Vega y Mario Almada, el respetable y respetado cura del pueblo tiene una relación sexual bastante vigorosa con su asistente. En parte debido a los supuestos excesos del cuerpo, el sacerdote muere. Y deja a la mujer el secreto de las confesiones de los hombres y mujeres del pueblo muy escandalizados por el amorío que en esa tierra ha tenido lugar. Al principio se someten a la probable denuncia de la mujer, pero una vez que descubren que todos están implicados y que ella es la única que no lo está, invierten los papeles y la acusan a ella de mala mujer y se ríen de lo que ella grita.
En “Soy leyenda” Neville sobrevive, se enfrenta a la enfermedad y a sus portadores. Trata de restaurar el mundo, de regresar a su visión pasada de confort. Tiene que ejercer violencia y destruir las causales. Hay un momento en que resulta más fácil eliminarlo a él. Ya después, muerta la memoria, se procederá a forjar los valores del nuevo mundo.
La novela, además se convierte en un singular espejo en estos momentos en que la pandemia de COVID ha cobrado ya más de dos millones de víctimas, lejos aún de las cifras de la influenza española de hace justo un siglo, lejos también de una presencia dominante de seres de la noche, pero igual inyectando en el hombre el miedo y la incertidumbre, la desaparición de los seres queridos, el terco avance de un microorganismo pudriendo sangre, pulmones, asfixiando al hombre y dejando correr los signos de agobio en los que aún están vivos.