Opinión

fotoigualdadpalacioOKLucía Melgar Palacios/ Transmutaciones

Cimacnoticias

Esta semana se realizó el Foro Generación Igualdad, para promover la igualdad de género “con el liderazgo y la participación de la sociedad civil”, según la descripción expuesta en el portal auspiciado por la SRE, Inmujeres y ONUMujeres. Como han señalado el grupo “Nosotras tenemos otros datos” y otras voces feministas, este Foro es un espectáculo grotesco, una farsa que las mexicanas no merecemos.

Ajeno a la agenda 2030, en efecto, el gobierno mexicano no ha hecho sino desmantelar los pocos avances logrados en sexenios anteriores desde la sociedad civil; ha atacado y marginado a las ONG aun cuando, según la normativa, deberían participar en instancias como Inmujeres; les ha recortado o negado apoyo financiero, incluso en este año de pandemia y recrudecimiento de la violencia machista.

La farsa en curso, con el telón de fondo de la política del “bienestar”, la “igualdad” y la “política exterior feminista”, quizá encandile a ingenuos asistentes y funcionarios internacionales. No borrará ni las protestas feministas que el domingo por la noche iluminaron de nuevo la fachada de Palacio Nacional, ni la indignación de mujeres y hombres ante la proliferación de actos de barbarie cometidos por policías y criminales, el uso de las fuerzas armadas para contener a las poblaciones migrantes, y la cotidiana violencia contra mujeres y niñas que de norte a sur corroe la vida de familias y comunidades.

Los hechos pesan más que las palabras falsas y las promesas huecas. Hechos pesado como crímenes: el asesinato de Nicole, niña de 7 años que jugaba fuera de su casa y fue arrebatada, asesinada y tirada cerca de una presa en Hidalgo; el feminicidio de Wendy Yoselin, adolescente desaparecida, asesinada tirada en un canal, en el malhadado Estado  de México; el feminicidio de Karla M., cuyo cadáver con marcas de “extrema violencia” fue abandonado en una playa en el extinto paraíso de Holbox este fin de semana; la desaparición en  Jalisco, de Wendy, una joven a quien su familia busca desde hace dos meses sin resultados. Imágenes que sintetizan el dolor de vivir sin justicia en los rostros de las niñas que cargan el féretro blanco de su compañera destrozada ¿De qué puede jactarse el gobierno de un país donde suceden estas atrocidades?

En tiempo de paz.

Y quedan impunes.

A la par de la crueldad machista, labasurizaciónde la vida humana impuesta por la violencia extrema ha alcanzado en México grados inimaginables. No sólo matan y despedazan supuestos criminales. La policía masacra migrantes, el gobierno les niega la dignidad de la memoria con tal de “borrar” las pruebas de su ineptitud o negligencia criminal: “Aquí no hay masacres”. Ya no sólo sofocan y asesinan secuestradores y tratantes, también policías municipales asfixian a mujeres indefensas, como Victoria, migrante salvadoreña que tuvo la desgracia de ser “detenida” para siempre en Tulum por policías sin capacitación (o entrenados para matar) que, como muchos otros mexicanos, desprecian a la población migrante centroamericana, consideran seres inferiores a las mujeres, y confían en que la autoridad superior los protegerá y la opinión pública olvidará sus “excesos”.

Otros, matan a presuntos ladrones en el Valle de México, como si un delito legitimara el abuso de la fuerza; confían en que las autoridades y la opinión pública justificarán sus acciones, y hasta agradecerán su contribución a la “limpieza social” (que no puede presumirse en foros internacionales pero se tolera y promueve desde hace décadas.  A quienes buscan a sus desaparecidos, las autoridades les “regalan” picos y cubetas, en vez de hacer su trabajo; si encuentran asesinado a un desaparecido, lo entregan en una bolsa de plástico, sin respetar la dignidad de la víctima ni el dolor de su familia, como recién sucedió en Veracruz.

Las palabras falsas se las lleva el viento. El horror y el dolor persisten. Las familias recuerdan. Las atrocidades serán castigadas.

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