La violencia sexual hiere, deja marcas muy hondas en el cuerpo y en la psique
Lucía Melgar Palacios
Cimacnoticias
Ciudades arrasadas, pueblos destruidos, escuelas y hospitales bombardeados, campos minados, más de tres millones de personas refugiadas, decenas de miles deportadas a Rusia contra su voluntad, y otras muchas atrapadas en ciudades sin electricidad ni agua son los saldos más evidentes hasta ahora de la invasión rusa en Ucrania. A estos daños y destrozos se añaden, a ras del suelo, las atrocidades difundidas por medios y redes sociales este fin de semana. El descubrimiento en calles, carreteras y fosas masivas de cadáveres de personas maniatadas, con signos de tortura y tiros de gracia o disparos directos, en Bucha y otros alrededores de Kyiv, ha dado mayor relieve a la violencia cruenta infligida a la población civil por las tropas de ocupación. A esta brutalidad, visible ante los ojos internacionales, se añade la violencia sexual contra mujeres y niñas, menos evidenciada pero igualmente criminal.
Según medios internacionales y un reporte de Human Rights Watch (HRW), mujeres de pueblos y ciudades que han vivido bajo ocupación rusa han denunciado aberraciones como violaciones tumultuarias, incluso de niñas y adolescentes, violaciones de mujeres delante de sus hijos, algunas con las orejas cortadas, así como torturas y ataques físicos. HRW ha documentado por lo menos una violación repetida por parte de un soldado ruso; “The Guardian” ha publicado fragmentos de testimonios de mujeres ucranianas que han padecido o han sido testigos de estos crímenes, denunciados ante la policía local u organizaciones que apoyan a víctimas de violencia sexual. A medida que las tropas de ocupación se retiren se podrá saber mejor la extensión de estas violencias, que pueden constituir crímenes de guerra y que, en cualquier caso, añaden al horror bélico el terror de la misoginia desatada contra niñas y mujeres.
Decir que en la guerra las mujeres son vistas y usadas como botín no es un mero lugar común: la violencia sexual hiere, deja marcas muy hondas en el cuerpo y en la psique y puede destruir cuerpo y espíritu. Es una forma brutal de tortura. Desde la guerra de los Balcanes y la guerra civil en Ruanda, donde miles de mujeres fueron sistemáticamente violadas, se demostró que la violencia sexual sistemática se usa como arma de guerra, primero contra las mujeres y, de manera indirecta, contra la comunidad, a la que se busca humillar. Según cómo se den estas violaciones, que por lo demás no pueden sólo atribuirse a motivaciones individuales en el contexto bélico (y aun en otros tienen que ver con la estructura machista y la misoginia de la sociedad), ” la violación y otras formas de violencia sexual pueden constituir crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad o ser actos constitutivos relacionados con el genocidio” (en cuanto arma de limpieza étnica), según una resolución de 2008 del Consejo de Seguridad de la ONU.
Tanto las masacres como la tortura y las violaciones son actos de barbarie contra la población civil, que atentan contra las desvencijadas “leyes de la guerra” que hoy no se respetan en Ucrania, ni se han respetado en Siria, Yemen o Irak, por sólo mencionar algunos conflictos del siglo XXI.
A cuarenta días del inicio de la invasión rusa, las autoridades ucranianas siguen clamando por un respaldo más efectivo de “Occidente”. El presidente Zelinski ha visto en los recientes actos de barbarie la llegada del “mal concentrado” a su país. Los indicios de “una masacre deliberada” en Bucha han llevado a la Unión Europea a hablar de “atrocidades” y “posible genocidio”. La Comisionada de Derechos Humanos de la ONU, Michele Bachelet, habla de posibles “crímenes de guerra” que han de investigarse.
Evitar una escalada peligrosa para la humanidad no puede justificar la inacción ante el despeñadero de la guerra en barbarie. ¿Qué más está dispuesta a tolerar la “comunidad internacional”?
En México se cometen actos de barbarie semejantes a los que suceden en condiciones de guerra. Masacres, desapariciones, feminicidio y violaciones quedan impunes, lo que degrada cada día nuestras vidas y con-vivencia. No faltan voces que exijan justicia en estas tierras. ¿Acaso podemos como sociedad tolerar el silencio del gobierno de México ante la barbarie en Ucrania? ¿Qué más hace falta para que el gobierno de México se pronuncie contra la invasión rusa?