Alejandro García / ]Efemérides y saldos[
me dijo: mary, para, he preparado una clase.
no, señor, le dije yo, porque tengo que ir a terminar mi trabajo.
pero el trabajo es para mí y tú eres mi empleada y yo te he pedido que pares.
yo negué con la cabeza, creo que no entiende, le dije, yo ya sé leer y escribir todo lo que necesito, señor.
todavía te queda mucho por aprender.
pero ya sé lo suficiente para lo que quiero hacer.
¿y qué es lo que quieres hacer?
todavía no lo sé, le dije, pero algún día lo sabré.
ya sabes que no puedes irte de aquí, me dijo, si eso es lo que estás pensando.
usted no sabe lo que estoy pensando, le dije yo…
Nell Leyshon
La historia que encierra esta novela es uno de esos extraños poemas, centelleante y violentos. Pero, en este caso, no uno escrito desde el lado del poder, sino, desde el flanco del oprimido y desde el punto de vista de un sujeto que escribe ―porque puede escribir―.
Valeria Luiselli
Mary tiene 15 años y escribe su historia. Lo hace al lado de una ventana y desde allí encubre algunas cosas como quién es su interlocutor (tú) y si es más importante su situacionalidad o lo que la ha llevado a ese ejercicio de la mano que nos es traducido en la letra impresa, en un libro, a través de una voz narrativa: la misma Mary. Eso sucede en Del color de la leche (México, 2019, 16ª edición, Sexo piso, 174 pp.) de la escritora Nell Leyshon (Glastonbury, Inglaterra, 1962).
El asunto empieza a inflamarse para el desconfiado lector cuando nos enteramos, acaso desprevenidos destinatarios del tú, de que este escrito se da en “el año del señor de mil ochocientos treinta y uno he llegado a la edad de quince años y estoy sentada al lado de mi ventana y veo muchas cosas, veo pájaros y los pájaros llenan el cielo con sus gritos, veo los árboles y veo las hojas”. Un inicio conciso que mezcla la pregunta con la serenidad: escribe a los quince años, hace cosa de casi dos siglos “no soy muy alta y mi pelo es del color de la leche y he aprendido a deletrear mi nombre”. Suelta la hebra: “quiero contarte lo que he pasado pero tengo que tener cuidado de no apresurame…”.
El relato se organiza en torno a las estaciones, de la primavera del 30 a la del 31. En ese periodo ha ocurrido todo.
Una primera lectura edificante, aunque no tanto, que nunca falta, nos habla de una jovencita que tiene una vida durísima en una granja, donde la autoridad paterna es inflexible y violenta y a falta de varones ha funcionalizado a las mujeres para las labores más duras, donde además la figura de la madre es casi nula y no emite afectividad, y donde el abuelo está arrinconado esperando la muerte, y sólo la verbalidad, el juego y el aprecio de Mary le dan cierto soporte.
Pero ella tiene la oportunidad de ir a trabajar a la casa del clérigo de la comunidad y tiene la fortuna de que es simpática a la dueña de la casa, muy enferma y sin ganas de vivir. El varón aprecia el refuerzo de Mary en el ánimo de la esposa y le enseña las letras, primero a reconocerlas y combinarlas, de la lectura a la oralidad y después en la copia y la escritura. Mary quiere volver a la granja. El hijo del pastor sale a estudiar, a la universidad, la madre muere. El clérigo enseña a Mary, pero también sacia con ella sus necesidades sexuales. Tiene graves conflictos morales, pero admite que se siente muy solo. Ella termina por no aceptar las nuevas condiciones, aunque ha llegado a cierto dominio de la lectura y la escritura.
Mary habla, pregunta, duda, molesta. Ante el padre no puede hacer mucho, incluso él llega a exigirle que regrese a su lugar de trabajo y sólo al final la protege de la búsqueda policíaca, no para retenerla y esconderla, sino como para que ella tome la única decisión posible; ante la madre se da cuenta de la necesidad de callar que se vive en el entorno. Mary sufrió una herida en la infancia, el sobrepeso de su madre que le mutiló la pierna y el caminado. Tiene los sentidos abiertos al mundo, es capaz de observar que de noche, su hermana Violet escapa con Ralph, el hijo del sacerdote y que muy probablemente Hope siga los mismos pasos. También recibe los augurios: como “la primera persona que prueba un queso nuevo va a tener un bebé” o que al mostrarse ante el sol en lo alto de la colina “todo lo que quieras se va a cumplir el año que viene”, oscuridad y luz del destino que no puede ir muy lejos.
El padre de Mary es dueño de su voluntad y de su trabajo. Cuando es requerida en la vicaría, lo que significa una mejora para ella, el beneficio económico no es para Mary, es para el patrón de la casa. Y claro, el trato no necesita de la anuencia de ella. La punta de lanza de ese pequeño grupo iglesia-granja es Ralph, él se dedica a perseguir a las muchachas, a seducirlas y sabe que en el momento adecuado irá a estudiar a una ciudad importante y pondrá tierra de por medio a cualquier acusación o responsabilidad. Y también tiene argumentos de chantajes por si alguien quisiera ir con intrigas ante sus padres: “no querrás que le cuente que todo el tiempo estás intentando besarme y que vas por la casa por la noche y te quedas esperando junto a mi puerta, que me estás persiguiendo”.
El clérigo mantiene una actitud de tranquilidad y comprensión. Tiene a las personas adecuadas para cuidar a su esposa, atiende a la comunidad en sus necesidades religiosas, está atento al futuro de su heredero. Mary le es atractiva, tiene cierta curiosidad y lengua afilada, no suele ser discreta a la hora de intervenir. Eso y la empatía con la enferma hacen que la siga en su curiosidad por la lectura y la escritura. Sólo que cuando la mujer muere, sus necesidades corporales se hacen evidentes y cada letra inscrita en la mente de Mary tendrá que pagarse con presiones de pierna a pierna, o de la mano al muslo. Y por fin se convertirá en cuerpo utilizable.
Queda el vacío de las andanzas del vicario durante la enfermedad de la esposa. ¿Acaso se desfogaba con Edna, la empleada doméstica quien cuenta que ya tuvo necesidad de usar el sudario de un infante? Con todo, ya en la viudez tampoco es para pensar que se pueda sustituir a la difunta, los niveles sociales y sus distancias son claras. Y Mary no dará tiempo para que esas costumbres se alarguen, se hagan vida rutinaria, porque tomará su propia decisión sobre el cuerpo del sacro abusador. El mismo hilo con que parte el queso del vaticinio de la maternidad sirve para el cuello del violador.
Mary tiene simpatía por dos personajes al margen del escenario violento en que se vive. Con la esposa del clérigo llega a compartir la pérdida de una hija, el orgullo por el hijo, el respeto y la distancia con el esposo, pero sobre todo el hastío innombrado de su mundo. Lo mismo sucede con el abuelo, quien por lo menos tiene capacidad de reír y de jugar, pero quien también contempla la autoridad del hombre de la casa, sus excesos, el cumplimiento cabal de su papel conservador del orden, así sea en el último agujero de la pobreza.
La casi niña de catorce años, camino a quince, duerme con su hermana Beatrice, quien siempre carga una Biblia y simula leerla, porque no sabe leer. Aprende de Violet el riesgo del cuerpo necesitado y del peligro de satisfacerlo. Mary misma llega tocarse después de lo que ve alguna noche entre Violet y Ralph. Y Hope, con cierta furia, con cierto instinto de la carne, con la incertidumbre de todas. Claro, incertidumbre de la certidumbre. Edna intenta ejercer autoridad y rigor sobre Mary, la preferencia del patrón la someterá y terminará por desemplearla.
Mary, insisto, ve, habla, aprende a captar el mundo leído y escrito, por lo menos en sus inicios “él sonrió: parece que dices lo que se te ocurre./ no puedo decir lo que no se me ocurre, así que no tengo elección, dije yo./ supongo que no, dijo él, aunque el resto del mundo no piensa con tanta claridad”. No hay puertas para ella. El camino es corto.
El tú bien puede ser interior, o un reclamo al lector. En todo caso es un misterio indescifrable que ayuda a la tensión del relato. El hilo corta designios también anuncia un bebé, se cumple. El hilo más fuerte espera el momento para cortar el cuello de Mary. Es la justicia.
¿De qué sirve leer y escribir? ¿Alivia el sufrimiento? ¿Sana la herida? ¿Repara la injusticia? No, sólo lleva a un callejón sin salida, sólo servirá de testimonio para que otras y otros abran esa terrible caverna de la desigualdad y el maltrato. Sabrán hacer mejores y más trascendentes cosas. Después de todo culminemos la línea edificante, hipócrita, moralina, Mary es molesta, estorba, incomoda, es fuerza nociva que debe terminar para que el mundo siga como siempre. No será así.