Sara Lovera / Palabra de Antígona
SemMéxico
Al término de la campaña de los 16 días de activismo contra las violencia de género, me quedó una sensación de vacío. Creada por el Instituto para el Liderazgo Global de las Mujeres en 1991, en Washington, hace más de tres décadas, tenía el objetivo de exigir a los gobiernos del mundo la prevención y eliminación de la violencia contra las mujeres y las niñas.
Unió al 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer al 10 de diciembre, Día Mundial de los Derechos Humanos, para generar reflexiones y acciones desde la sociedad civil y presionar a gobiernos y sociedad a actuar.
Una vez reconocida por la Organización de las Naciones Unidas, los gobiernos se apoderaron de su sentido y profundidad. La usaron. En México, desnaturalizada está convertida en una campaña de propaganda gubernamental.
Este es el mejor ejemplo: el 28 de noviembre, el Instituto Nacional de las Mujeres, informó que en cinco años el gobierno de la República destinó “recursos sin precedentes” de más de cuatro mil 200 millones de pesos para atender la violencia contra las mujeres.
La información oficialista contrasta con la realidad. Todas las personas enteradas sabemos que desapareció en esta administración la prevención de la violencia contra las mujeres. Se prefirió entregar dinero para los programas de bienestar, mientras los programas de capacitación y la formación de hombres y mujeres, para comprender el fondo de la problemática de la violencia específica contra las mujeres, se nulificaron.
A la sensación de vacío, tengo un sentimiento de congoja, por la superficialidad cómo se conduce el funcionariado público ante esta tragedia cotidiana. Pienso en la vida diaria, en esos lugares, llamados hogares, donde debía aprenderse el afecto y los valores.
La realidad es otra. La primera semana de diciembre se conoció el Estudio Mundial sobre el Homicidio 2023 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), cuya revelación más contundente es que cada hora en el mundo son asesinadas 52 personas, de las cuales 10 son mujeres, y de ellas, el 66 por ciento resultan de homicidios cometidos por la pareja. Las asesinadas, además, significan el 54 por ciento de todos los homicidios sucedidos en el hogar.
Las revelaciones de Naciones Unidas muestran el fracaso global de la búsqueda de la paz y la disminución de la violencia dentro de los hogares. Da certidumbre de la vigencia del sistema fundado en el ejercicio del poder patriarcal. Muestra que el homicidio en casa, contra hombres, mujeres, niños y niñas cobra mucho más vidas que las que se pierden en conflictos armados y el terrorismo.
¿Qué es lo que ello nos dice? Que estamos en una crisis de relaciones interpersonales, que el discurso familista se hace pedazos; que está al descubierto que al interior de los hogares, con matrimonios simulados, de felices y formales familias, lo que se anida es rencor y violencia. Ahí están perdidos los valores de solidaridad, ciudadanía, generosidad, compromiso comunitario y el amor como una aspiración humana.
El estudio dice que la guerra, esa terrible que nos acosa en Medio Oriente, es menos letal que lo que viven millones de personas en su propia casa.
Pienso que ello les tendría que decir algo a las mujeres en la política, a sus proyectos de gobierno, dónde poner el dinero y la mirada para construir y empujar el cambio cultural, la revolución – esa si- de las conciencias y la búsqueda de una mejor convivencia, y no el odio y la división. Pero eso es utópico, porque mexicanos y mexicanas, están sólo en eso, en la lucha por el poder. Es una desgracia. Veremos.
*Periodista. Directora del portal informativo http: www.semmexico.mx