Opinión

imagesSara Lovera / Palabra de Antígona

La noche de Reyes una nueva masacre sacudió a la población de una región aislada de la Sierra de Guerrero, se usaron drones y murieron al menos cinco personas, registra la prensa nacional e internacional. Durante la primera semana de 2024 hubo 308 asesinatos dolosos en el país, ¿cuántos de ellos eran hombres y cuántas mujeres? Es siempre un misterio.

Y al iniciar el año, tímidamente, medios locales registraron los primeros feminicidios en Los Cabos, Baja California Sur, en Lagos de Moreno, Jalisco, en la zona mixteca de Oaxaca, en Papantla Veracruz y en Chiapas. La tragedia humanitaria abarca cada vez más a México, día a día. En este escenario las consecuencias son devastadoras, las heridas se acumulan, afectan la salud física y mental.

Dice la resolución 1325 de Naciones Unidas que en escenarios como éste se amplían las diferencias entre mujeres y hombres, porque las mujeres tienen menos recursos para protegerse y representan, junto con sus hijas e hijos, la mayor parte de las poblaciones desplazadas, persona refugiadas, huyendo por miedo. No imagino, por ejemplo, qué pasa en Tamaulipas, con una cotidianidad tan adversa.

“Araceli Santana, de 40 años, contaba el día en que una bomba cayó en su patio. Fue una mañana de agosto, a eso de las 9.30. Santana estaba preparando la masa de las tortillas en su cocina, cuando un artefacto cayó del cielo, golpeó una de las planchas de zinc que cubren el patio, y explotó. ‘Queda una como sorda”, leí una crónica, en el periódico El País.

Según el cura Filiberto Velázquez, director del Centro de Derechos Humanos Minerva Bello, en una declaración del viernes pasado que la población de Buenavista de los Hurtado, del municipio Heliodoro Castillo, en Guerrero, vive una guerra de guerrillas entre dos grupos criminales.

Lo que describió Araceli Santana en agosto, es una mínima imagen del significado de vivir en el conflicto, de escenificar una alteración de la conciencia en su vida diaria. ¿Cuántas mujeres y familias viven con ello?

Estos crímenes afectan de manera desproporcionada a las mujeres. No se trata de cifras, si éstas suben o bajan. Algo sucede, algo se anida en el cuerpo y el cerebro de todas las personas en esos lugares reportados por la estadística oficial, por las y los pobladores, por las fuerzas de seguridad o por párrocos o asociaciones de Derechos Humanos. Tras los homicidios dolosos, 62 en promedio sólo en 7 días de enero, mayoría hombres, hay un impacto consecuente, de proporciones incalculables, para las mujeres y sus familias.

Una masacre como la sucedida el Día de Reyes en Guerrero, vuelve inútil y superficial el discurso oficial sobre las mujeres y la paz, como si fueran escenarios desconectados. La misma afrenta se acumula en Guanajuato, Colima, Sonora, Baja California, Tamaulipas, Veracruz, Michoacán, Oaxaca, Chiapas…

La semana pasada la Red por los Derechos de la Infancia, reveló que en 2023 fueron asesinados a diario seis niñas o adolescentes y más de 17 mil menores de 9 años de edad desaparecieron. ¿Cómo se llaman?, ¿quiénes son sus madres, en qué familia sucedió? Ante ello, la oficialidad desde Palacio Nacional dice que se trata de propaganda, de politiquería. La insensibilidad es una ignominia, como la calificó la Red Nacional de Refugios.

Sumemos al reporte que en apenas los primeros siete días de enero mataron a tres precandidatos a alcaldías y diputaciones, uno en Chiapas, uno más en Morelos y otro en Colima. Año de paridad electoral y la llegada de una mujer a la presidencia de la República. Veremos.

Periodista. Directora del Portal Informativo http://www.semmexico.mx

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