
Ilustración de Internet
SemMéxico. La Paz-Bolivia. 14 de abril de 2025.- Después de la muerte de un hijo o hija, uno de los terrores más grandes para un padre o una madre es que ese ser, que es su adoración, carne de su carne, haga algo de tal magnitud que acarree un daño irreparable para otras personas y, por ello, para sí mismo, ya que la sociedad lo juzgará, le sancionará y le verá como un monstruo.
Es, quizás, ese terror lo que vuelve tan inquietante y exitosa a la serie “Adolescencia”, de una plataforma streaming. Pone en relevancia el sufrimiento del padre (curiosamente no es tanto el de la madre) frente a la realidad de que su hijo ha matado a una compañera de curso ¿Qué se hice mal? Éste, que para la sociedad se ha convertido en un monstruo, es mi hijo.
Algo similar, posiblemente, podría sentir la familia del estudiante del Colegio Alemán de Santa Cruz que en mayo de 2023 habría violado a un chico de 12 años en los baños del centro educativo. Tras huir del país, en 2024 fue capturado en España y recientemente extraditado a Bolivia donde hoy guarda detención preventiva mientras se le juzga.
La diferencia entre ambos casos está en que en la serie, ante la evidencia, los padres no pueden más que ver con azoro e impotencia cómo la situación de pesadilla les arrasa la vida; mientras que en Bolivia la familia lleva a cabo una campaña por la inocencia del chico, quizás confiando en que así sea, quizás negando una realidad que les golpea, tal vez pensando que es su deber y olvidando que hay una víctima, posiblemente confiando en que la justicia boliviana es influenciable y “pagable”.
En fin, no es el único caso, se conocen de otros anteriores; pero, en general, las agresiones sexuales suelen estar dirigidas a mujeres. Eso sí, las reacciones de defensa familiar hacia los agresores es algo común en Bolivia.
¿Cómo se llega a esta situación? Gente experta señala que en la adolescencia se producen cambios drásticos que hacen que estos chicos tengan reacciones conflictivas, ya que “su sistema límbico, responsable de las decisiones impulsivas, es similar al de los adultos, mientras que la corteza prefrontal, encargada de controlar dichos impulsos, todavía es inmadura” (El País, 6-4-2025).
Evidentemente chicos y chicas a veces pueden tener conductas muy agresivas; pero, ¿cómo es que un chico (esto lo hacen mayoritariamente los varones y no mujeres) agrede sexualmente a alguien de su curso? Esto no es natural “porque es hombre”, es producto muy extremo de actitudes y comportamientos masculinos aprendidos.
La socialización masculina señala lo que es ser hombre y cómo debe comportarse y, en esta sociedad, le dice que un hombre es mejor y superior a una mujer y a quien se le parezca.
En ese marco, el tipo de pornografía más habitual que consumen adolescentes, sin haber recibido una educación sexual adecuada, tiene unos sesgos machistas y violentos muy marcados. Es la escuela sexual que reciben en la adolescencia (y actualmente también en todas las edades) y que algunos buscan reproducir, por ello hay datos de incremento de violencia sexual individual o grupal.
En esa masculinidad aprendida es muy importante marcar una posición de poder frente a las mujeres o hacia otros varones que consideren menos y, para ello, aplican una serie de actos de afirmación de distinta intensidad. Actos pequeños que son cotidianos y, en algunos casos, actos más fuertes llevan a que, por ejemplo, realicen humillaciones como la de colocar a otro varón en posición de mujer: como mínimo se le insulta diciéndole “mujercita” y en algún caso extremo se le viola. Sería el caso boliviano que hoy se juzga.
En la serie Adolescentes el problema tiene que ver con esa masculinidad, aunque se manifiesta en que el chico asesino se siente parte de ese grupo de hombres que no puede acceder a las mujeres, a las que culpa por ello.
Ambos casos son de una generación digital con gran acceso a contenidos de difícil control y que moldean su identidad. El mundo de hoy transmite violencia y misoginia en la intimidad del hogar frente a una pantalla de celular. La distancia con el mundo adulto parecería abismal, tal como lo muestra la serie.
No se trata sólo de que se controlen las páginas que visitan nuestros hijos. No. Son constructos sociales de profundas discriminaciones de género que están en casa y están en la escuela, en la televisión, la literatura, los libros de historia y en donde miremos. Es una sociedad que, para no criar monstruos, se debe cambiar por completo.