*Aumentan casos de estrés, depresión y tendencias suicidas: Aguilar Soria
*En el Cañón de Tlaltenango, el mayor índice de suicidios de ancianos a nivel estatal
*Niños más agresivos en las aulas
ANGEL AMADOR SANCHEZ
El combate al narcotráfico ha incrementado en los últimos seis años los trastornos mentales en la población del estado de Zacatecas. Entre los adultos hay más casos de estrés y depresión, ya no quieren salir, han cancelado su vida nocturna.
Entre los niños y jóvenes se observa una tendencia suicida y sus deseos de morir o matar se manifiestan con “suicidios lentos” mediante las adicciones a drogas más intensas, de diseño, o al alcoholismo, “algo que no habíamos visto en los últimos 10 años”.
Además, existen pacientes, niñas, que reciben atención por alteraciones de alimentación, con problemas de anorexia.
Y por si fuera poco, en los municipios del Cañón de Tlaltenango, donde algunos habitantes dejan su terruño por el clima de violencia y emigran a Estados Unidos, el suicidio de ancianos –quienes se quedan solos- es el más alto en la entidad.
“Las personas se han ido por la violencia e inseguridad, tienen miedo, vienen por sus hijos, se van a Estados Unidos. Los viejos no pueden ir, permanecen en su tierra, envueltos en la soledad, y tenemos ya el índice de suicidios más alto por aquellas zonas en mayores de 65 años”.
Este dramático diagnóstico, con tintes de tragedia, es elaborado por Víctor Manuel Aguilar Soria, director del Hospital de Especialidades de Salud Mental, quien suma 25 años de experiencia en esta área, durante la entrevista en el programa Los periodistas, transmitido por Radio Zacatecas.
Para el especialista no hay duda: existe una clara relación entre los pacientes atendidos y sus lugares de residencia, en los que la narcoviolencia se ha recrudecido en el último lustro.
Afirma que las balaceras y persecuciones de las fuerzas policiacas, Ejército y Armada contra bandas del crimen organizado, así como la cruenta lucha entre cárteles antagónicos por el control del trasiego de drogas, no es una violencia solo de muertos, sino de sadismo, que asusta y crea pánico en la población zacatecana.
“Esto hace que la familia se rompa, caen los mecanismos de defensa sicológicos y surgen trastornos mentales y desajustes sico-sociales. En la violencia social se trata de generar sicosis; la gente adulta ya no disfruta ni en los cines, tiende a encerrarse en sus casas; los únicos que salen a divertirse son los jóvenes, mientras los niños están en el Internet aprendiendo, posiblemente, más violencia”.
Aparte del incremento de casos de alcoholismo, drogadicción y alteraciones alimenticias, Aguilar Soria indica que esta problemática se manifiesta también en los accidentes de tránsito con el fallecimiento de jóvenes y, sobre todo, en la sexualidad “mal usada”: 5 mil madres de familia cada año en menores de 18 años.
Son situaciones que nacen del miedo, de la inseguridad, porque se rompe ese hilito emocional, de una identidad que les permita a los adolescentes y jóvenes vivir en mejores condiciones, enfatiza.
En los niños, además, hay problemas de aprendizaje, son más agresivos, con menos valores; existen casos de depresiones infantiles, niños que están tristes.
Lanza una alerta: “lo más grave es acostumbrarnos, pero la vida cotidiana de infantes y adolescentes transcurre ahora entre el uso y abuso de la violencia, que es su forma de identificación y de forma natural se están identificando para adquirir su propia personalidad”.
El experto en salud mental señala que ingresar a las filas del crimen organizado es muy tentador no solo para los jóvenes, sino incluso para personas preparadas, egresadas de universidades prestigiadas. Es tentadora y adictiva la omnipotencia y el poder, dice.
Y agrega: los adolescentes y jóvenes son una presa más; es un cultivo en el cual eres apto, importante, omnipotente y, por si fuera poco, ponen a su disposición la cultura del placer.
ESTRES POSTRAUMATICO
Producto del aumento de casos vinculados a la narcoviolencia y del rezago que presentaba Zacatecas en materia de atención a enfermedades mentales, en los últimos 5 años se ha incrementado la infraestructura, señala el entrevistado, quien admite que aún falta mucho por hacer.
Hace un lustro solo funcionaba un centro de atención, en el municipio de Calera, con tres consultorios, en los que trabajaban 12 personas. A la fecha operan tres centros regionales, en Fresnillo y la capital del estado, así como el Hospital de Especialidades de Salud Mental, en los que laboran 180.
Se crearon, además, nueve centros de adicciones Nueva Vida en las demarcaciones de Tlaltenango, Zacatecas, Fresnillo, Río Grande y Loreto, entre otras, con servicios proporcionados por un centenar de trabajadores.
Uno de los pendientes, destaca el especialista, es la creación de redes que brinden apoyo sicológico a los habitantes de comunidades afectadas por hechos violentos, quienes padecen estrés postraumático.
“Una de las innovaciones que deben usarse es el manejo no solo de los familiares víctimas, sino también atender los efectos colaterales sicológicos, sobre todo en pequeñas poblaciones donde ocurran balaceras”.
Explica que después de un ataque armado, se genera dicho estrés, o sea, lesiones sicológicas que -en caso de no atenderse de manera inmediata- perduran toda la vida.
Es necesario, añade, tener una red protectora de sicólogos o profesionales de la salud mental que, en caravana, vayan a determinadas poblaciones, porque el riesgo del afectado es pasar de víctima a victimario.
Sin embargo, reconoce, Zacatecas no tiene aún capacidad económica para crear un programa de ese tipo.
Por lo pronto, una recomendación práctica para salir del estrés postraumático es que cada miembro de la familia identifique que emoción siente, que no se limite a expresar que tiene miedo, sino que se explaye, que manifieste exactamente sus emociones: miedo, dolor, ira, pánico, resentimiento, coraje.
“Cuando esto ocurre, de inmediato disminuye el estrés. Lo lamentable es que la comunicación entre padres e hijos falla, no es la idónea”.
Destaca que el único grupo protector es la familia, porque en todas las luchas y etapas de violencia, ésta se ha mantenido y, en esta grave coyuntura, será nuevamente un factor importante para salir avante.
A pregunta expresa sobre los jóvenes que se muestran indiferentes a los sucesos sangrientos de su entorno, Aguilar Soria apunta que muchos emplean mecanismos de defensa mediante la represión, esto es, si aceptan y dicen que la situación es complicada y riesgosa corren el riesgo de que sus padres no los dejen salir y, entonces, aparentan que no pasa nada.
“Muchos se han adaptado al clima de violencia y salen a las calles como si nada sucediera, van a los antros, con la novia; son como insensibles, como si nada les interesara, pero nada más es una etapa en su desarrollo mental. A los 17 años no sentimos culpas ni remordimientos, podemos hacer lo que queramos”.
Las secuelas de la narcoviolencia en México, empero, van para largo, subraya el entrevistado, al ejemplificar con la situación que aún padecen en Colombia y, por guerras más convencionales, vietnamitas o veteranos estadunidenses. En nuestro país esto se agrava ante la falta de modelos de atención y prevención, o –como ya se indicó- del manejo del estrés postraumático.
Están implicadas varias generaciones de mexicanos, algunos de los cuales van a provocar más violencia porque “se podrá acabar con la delincuencia organizada, pero estas generaciones quedarán violentas”, lamenta.
CALIDAD MAS QUE CANTIDAD
Respecto al impacto sicológico sobre un eventual regreso de los soldados a sus cuarteles, Aguilar Soria advierte que retirarlos asustaría a los habitantes de algunas comunidades, ya que las fuerzas castrenses son la única esperanza de defensa.
No obstante, considera que el despliegue de más contingentes militares y policiacos genera también pánico. “El combate al crimen organizado debe efectuarse con calidad más que con cantidad”, resume.
Luego de repasar las diferentes etapas históricas de México, salpicadas todas de hechos violentos y en las que siempreha estado presente la pugna por el poder, reconoce que hoy en día Zacatecas y la mayor parte del país vive una situación inédita, ya que la lucha por el poder está disfrazada de narcotráfico.
“Hay una combinación extraña: la alternancia de partidos con el surgimiento de la narcoviolencia y la revolución tecnológica”, expresa el sicólogo.
Antes de concluir, no pasa por alto una arista más: la violencia intrafamiliar, problema añejo que complica aún más la convivencia social de los días que corren.
Este flagelo, puntualiza, tiene múltiples factores: sico-sociales, económicos, laborales, políticos o religiosos, que se resume en un “mal manejo del poder en la familia debido a frustraciones del padre o la madre, quienes se desquitan entre ellos o con los menores”.
De manera regular sacan su agresividad acumulada con los niños, víctimas de agresiones físicas y sicológicas. “Los seres humanos así somos: sacamos la agresividad donde podemos hacerlo”.
Pese al oscuro presente e incierto futuro que enfrenta el país, Víctor Manuel Aguilar Soria remarca que el pueblo de México, esto es, los ciudadanos de a pie “no podemos rendirnos y no nos queda de otra que seguir adelante”.