Ciudad de México. Hasta el 24 de mayo, en el albergue de Iztapalapa había 113 personas en total: 36 eran mujeres y 53 niñas y niños; está a punto de cerrar
Texto y fotos Diana Hernández Gómez
Cimac Noticias
Ciudad de México.- El 29 de abril, el Deportivo “Francisco I. Madero” en Iztapalapa se habilitó como albergue para migrantes ucranianos que abandonaron su país por la guerra. Este 1 de junio, el albergue cerrará sus puertas; entre sus muros, decenas de mujeres que llegaron desde Ucrania compartieron lazos e historias para apoyarse luego de dejar atrás a sus esposos, hijos y padres.
Debido al conflicto político con Rusia, en Ucrania se decretó una Ley Marcial que no permite la salida del país de los hombres adultos, pues tienen la obligación de servir en el ejército. Por ello, la mayoría de las personas que están abandonando el país son mujeres con sus hijas e hijos, e incluso nietos pequeños. Como reporta el The New York Times, en el caso de los migrantes ucranianos que han llegado a Polonia, el 90 por ciento son mujeres y niños y niñas.
El panorama es similar en México. Hasta el 24 de mayo, en el albergue de Iztapalapa había 113 personas en total: 36 eran mujeres y 53 niñas y niños. De acuerdo con Vlad Fedoryshyn, director ejecutivo de United With Ukraine –organización que ofrece ayuda a ucranianos en Tijuana y Ciudad de México–, algunos de estos niños y niñas terminaron en el hospital por complicaciones médicas.
Iglesias y miembros de la sociedad civil mexicana se han unido para apoyar a las familias; sin embargo, en sus núcleos internos, son las mujeres quienes se están haciendo cargo de quienes pudieron huir con ellas.
Ucranianas buscan todas las formas de ayudar
Anastasiya Polo es la mujer que anunció el cierre del albergue de Iztapalapa junto con Vlad Fedoryshyn; es una ucraniana que ahora trabaja con United With Ukraine para ayudar a sus connacionales a pedir protección humanitaria. Antes de esto, en su país, ejercía como cantante, compositora y poeta.
“Nosotros estamos aquí ayudando a quienes lo necesiten. Hemos dejado trabajos, familia, amigos para ayudarnos entre nosotros”, declaró a Cimacnoticias.
Entre las personas a las que apoya la compositora se encuentra Sveitlana, quien logró salir de Ucrania y ya se encontraba en Nueva York cuando su esposo, Viyacheslav, pudo escapar pese a la Ley Marcial.
Viyacheslav llegó a México el 24 de abril con la esperanza –como la de muchos otros ucranianos– de que su trámite de asilo sería más fácil así, sin embargo el proceso migratorio con las autoridades estadounidenses está detenido. Sveitlana relata que prácticamente todo está resuelto: lo único que necesitan es un papel para que su esposo pueda cruzar la frontera, pero nadie ha podido dárselo.
Mientras esto se resuelve, ella está dispuesta a seguir al lado de su esposo. No obstante, espera que el gobierno de Estados Unidos (EE. UU.) actúe pronto para resolver la situación sobre la falta de documentación –la cual, además, se replica en otros cientos de casos según la misma Sveitlana–.
Trabajo y familia: lo que esperan las mujeres al llegar a Estados Unidos
Lora llegó de Kiev, la capital de Ucrania, el 1 de mayo. No está sola en el albergue, con ella se encuentran sus dos hijas, de 25 y 38 años, y su nieto de siete; su esposo e hijo se quedaron en Kiev, su hogar, donde ella pudo ver al inicio del conflicto cómo bombas destruyeron edificios cercanos al suyo.
Contrario al caso de Sveitlana, los hombres de su familia no han podido huir de la guerra. Aun así, Lora confía en que ellos estarán bien y podrán reencontrarse en Estados Unidos, donde una hermana y un sobrino suyo la esperan. Cuando esté allá, lo primero que quiere hacer es buscar trabajo y encontrar la forma de reunir a su familia.
Oksana está en una situación similar. Ella y su familia –un niño de 15 años y una joven de 23– estuvieron en Polonia un mes y medio, pero decidieron trasladarse a México cuando supieron que en EE. UU. estaban permitiendo la entrada a los ucranianos a través de Tijuana; sin embargo, no llegaron cuando la frontera estaba abierta y tuvieron que viajar a la Ciudad de México.
Aquí todo le ha parecido fácil, menos haber dejado atrás a su esposo, otra hija, su yerno y dos nietos. Hablar con otras mujeres dentro del albergue la ha hecho sentir mejor.
“Nos hemos apoyado mucho. El simple hecho de platicar sobre qué sucedió, cómo nos sentimos y qué dejamos atrás nos ha hecho sentir mejor. Además, sacerdotes, voluntarios y las personas en general nos apoyan y nosotras nos apoyamos”.
Oksana
En un principio, el albergue de Iztapalapa llegó a resguardar hasta a 600 personas, según Oksana, la mayoría de ellas eran mujeres. A pesar de que muchas han tenido que dejar atrás a sus familiares hombres, Oksana se siente satisfecha con la respuesta del presidente ucraniano Volodimir Zelenski ante los ataques rusos, incluso agradece que ella y millones de mujeres más hayan podido salir de su país.
La desigualdad en la migración
Anastasiya Polo reconoce que en general México no es un país seguro. En esta nación, donde han ocurrido asesinatos masivos de migrantes como los de San Fernando (Tamaulipas) y Cadereyta (Nuevo León), ser una persona en situación de movilidad es sinónimo de inseguridad.
No obstante, por lo menos en el caso de las y los migrantes albergados en Iztapalapa, el gobierno de la capital brindó protección expedita. Afuera del deportivo, cada cinco minutos pueden observarse patrullas que rondan el lugar; además, cuando el albergue cierre, la diáspora ucraniana en México seguirá apoyando a quienes busquen llegar a Estados Unidos.
Mientras tanto, en Europa hay millones de familias que no tienen las posibilidades de abandonar el país. “Ahora nos centraremos en ayudarlas a ellas”, indica Anastasiya. Por el momento, les recomienda dejar de venir a México: el viaje es caro e incómodo, sobre todo cuando se trata de familias enteras en situaciones vulnerables.