Más de la mitad en pobreza; deben trabajar por un ingreso
ANAIZ ZAMORA MÁRQUEZ
Cimacnoticias | México, DF.
El gobierno mexicano no ha dudado en signar tratados y convenios internacionales para proteger los derechos de la infancia, y recientemente creó una ley considerada de “avanzada” en la materia, aunque para miles de niñas ese marco legal aún no se traduce en una vida plena, segura y equitativa.
La pobreza, segregación, falta de oportunidades de educación y los estereotipos de género (que colocan a las mujeres al frente del cuidado del hogar y la familia) –que se dan sobre todo en sectores rurales e indígenas– son condiciones que se entrelazan para obligar a las niñas a trabajar, incluso sin remuneración o prestaciones.
Organismos civiles de carácter nacional e internacional, así como especialistas en el tema, señalan que el trabajo infantil “constituye una violación de los derechos de niñas y niños, ya que impide su sano crecimiento y trunca su desarrollo escolar”, y por tanto la posibilidad de tener mejores oportunidades para su futuro.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2014 la población infantil de 0 a 17 años de edad ascendió a 40.2 millones de personas (19.7 millones de niñas y 20.5 millones de niños). Alrededor de 10.5 millones tenían entre 0 y 4 años de edad.
De manera “lastimosa”, declaró la Alianza por los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, mucha de la población infantil padece pobreza, ya que estudios recientes –retomados por el Consejo Nacional de Poblacion (Conapo)– indican que más de la mitad vive en condiciones de pobreza moderada o extrema, y sólo alrededor del 13 por ciento tiene un adecuado nivel de bienestar.
De acuerdo con el “Reporte Ejecutivo Pobreza y Derechos Sociales de Niñas, Niños y Adolescentes en México 2010-2012”, de UNICEF, en 2012, 78.5 por ciento de la población indígena de 0 a 17 años estaba en situación de pobreza, y 33.4 por ciento en pobreza extrema.
Esta situación –según el boletín “Números y Género”, publicado por el Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG) de la Universidad Nacional Autónoma de México– deriva en que muchas niñas asuman responsabilidades como aportar dinero a sus hogares, ver su propio sustento, y cumplir con tareas domésticas y de cuidados.
Del total de población de 5 a 17 años de edad que trabaja en México, 8.7 por ciento lo hace porque su hogar necesita de su aportación económica; 7.2 por ciento de las niñas lo hace por esta razón, y 9.4 de los niños tiene este motivo.
Al mismo tiempo, 21.7 por ciento de las niñas y 22.9 por ciento de los niños trabajan porque su hogar necesita de su ingreso; 26.7 de las menores de edad y 21.6 por ciento de los varones se emplean para pagar su escuela y sus propios gastos.
Para el PUEG, “el trabajo infantil atenta contra los derechos de las niñas y los niños, no obstante, también encontramos que hay discriminación hacia las mujeres”, ya que se les asigna principalmente las actividades que se realizan en el hogar como la limpieza, preparación de alimentos, o cuidado de otras personas.
La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) de 2013 reveló que 8.6 por ciento de quienes tenían de 5 a 17 años de edad realizaban una actividad económica, es decir, formaban parte de la población ocupada.
Del total de niñas en ese rango de edad, 5.8 por ciento estaba trabajando; 40.8 por ciento tenía como principal ocupación las actividades elementales y de apoyo, y 33.3 por ciento se ocupaba como comerciantes, empleadas en ventas y agentes de ventas.
Una realidad que también deben enfrentar las niñas es la de abandonar sus estudios para dedicarse exclusivamente a los quehaceres domésticos sin remuneración alguna.
De acuerdo con los datos analizados por Edith Ortiz y Natalia Flores, académicas del PUEG, del total de población de 5 a 17 años en México, 4.8 por ciento se dedican de forma exclusiva a esas actividades, mientras que en los varones el indicador es de 1.9 por ciento.
“Esta asignación de tareas diferenciadas por género ocasiona que un mayor porcentaje de mujeres no tenga las mismas oportunidades de desarrollo en el ámbito público”, señalaron.
En cuanto al trabajo doméstico y otras actividades; 13.9 por ciento de las niñas de 5 a 17 años dedican más de 15 horas a la semana a este trabajo independientemente de si trabajan fuera de su hogar o estudian, lo cual no ocurre con los niños.
Otra diferencia de género que se percibe entre la población infantil que trabaja es el nivel de ingresos, toda vez que mientras 31.9 por ciento de las niñas recibe un salario mínimo, 26.7 por ciento de varones recibe esta remuneración. En contraste, 6.5 por ciento de los niños reciben de dos a tres salarios mínimos y únicamente 3.3 por ciento de las niñas recibe esa cantidad.
Esta diferencia en el nivel de ingresos no está relacionada con el nivel educativo que tienen, ya que 38.9 por ciento de las niñas tiene por lo menos la secundaria completa, en comparación con 30.9 por ciento de los niños que alcanzaron ese nivel de estudios.
Para el PUEG es primordial erradicar las diferencias y estereotipos de género que crean desigualdades entre los sexos durante las primeras etapas de la vida, así como erradicar el trabajo infantil.
De acuerdo con UNICEF, en cualquier país el trabajo infantil es un obstáculo para el desarrollo social y económico, “ya que socava las competencias de su futura fuerza laboral y favorece la transmisión intergeneracional de la pobreza, al tiempo que perpetúa las desigualdades existentes”.
Desde noviembre de 1989, México se comprometió a proteger y promover los derechos de niñas y niños a sobrevivir, aprender y crecer; a desarrollarse y alcanzar su pleno potencial, y a lograr que sus voces fueran escuchadas al firmar la Convención sobre los Derechos del Niño, con el que las niñas, los niños y la población adolescente sean reconocidos como sujetos de derechos, y no sólo como objetos de protección.