Opinión
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TERESA MOLLA CASTELLS*

Cimacnoticias | España

 

Hay semanas que casi mejor olvidarlas y ésta que hemos terminado podría ser una de ellas. Los asesinatos de dos niñas por parte del cobarde de su padre que después se suicidó; el hallazgo de los dos cuerpos sin vida de una madre y su hija dominicanas y que llevaban desaparecidas desde el verano en el fondo de un pozo en la localidad de San Vicente de la Cabeza (Zamora).
 
El violador de su hija y de las hijas de su pareja durante años; las evidencias de lo que ocurría en el Arzobispado de Granada y Zaragoza. Y seguramente hubo más asuntos de muertes y agresiones a mujeres, niñas y niños menores. Terrible. Y esto no cesa.
 
Miguel Lorente afirma que el machismo se reinventa para permanecer y mantener así su poder. Estoy completamente de acuerdo con esta afirmación. Pero lo que no se reinventa son los asesinatos de mujeres y niñas como venganza. Eso permanece inalterable. Terriblemente inalterable.
 
La tragedia que supone el asesinato de una mujer a manos del terrorista es difícilmente comprensible para quienes sólo hacen políticas de maquillaje de cara a la galería y en días señalados, como muy acertadamente escribe Mar Esquembre en su columna dominical. Y precisamente por eso es perverso.
 
Quienes hacen este tipo de políticas poseen la voz y la palabra que se les ha arrebatado a las víctimas que ya no pueden defenderse. Tienen acceso a los grandes medios de comunicación, a las televisiones públicas y privadas y a las cadenas de radio.
 
Si algo se les “escapa” es internet, donde las voces disidentes tenemos un poco más de libertad para expresarnos y cuestionarlo todo. Pero cuando se diseñan documentos que teóricamente han de prevenir este tipo de terrorismos se suelen olvidar a quienes quedan atrás.
 
No hay reparación a las víctimas ni a las familias que, en el peor de los casos, quedan huérfanas de una de las mujeres que las conforman. Y lo peor de todo sabiendo que la han asesinado por ser mujer o niña. Sólo por eso.
 
La tragedia suele ser olvidada con mucha rapidez por el conjunto de la sociedad porque duele, pero queda lejos. Sólo desde los diferentes movimientos de mujeres y desde el feminismo insistimos para que su recuerdo sea imborrable. De ahí la perversión.
 
Avanzamos mucho con la entrada en vigor ya hace una década de la Ley Orgánica 1/2004 sobre Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Pero la gente de la judicatura apenas se la creyó y la cuestionó desde el primer momento.
 
Incluso hubo jueces que alzaron enérgicamente la voz contra ella afirmando que dejaba en situación de indefensión a los hombres. Hay que fastidiarse que se afirmen este tipo de cosas mientras quienes asesinan son los hombres. Discurso perverso e hipócrita. Me gustaría saber qué opinan si una de las mujeres asesinadas les tocara cerca y se quedaran huérfanos de su presencia.
 
Otra perversión ha sido el hecho de que quien tenía perfil para gobernar y que de hecho nos desgobierna desde hace tres años, presentara recursos ante el Tribunal Constitucional contra todas las normas que se aprobaron en su momento y que denunciaban desigualdades y obligaban a replantear normas presentes y futuras para incluir la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, la protección a mujeres víctimas del terrorismo machista y del patriarcado, y daban un mayor grado de libertad a la hora de elegir su maternidad o no.
 
El alto tribunal no les ha dado la razón en lo que respecta a los recursos de la Ley Orgánica 1/2004 antes mencionada, ni a la Ley Orgánica 3/2007 sobre Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres.
 
Lo cual en sí mismo es un varapalo político. Pero en el colmo de la perversión, lo que estos miserables desgobernantes han hecho ha sido vaciarlas de contenido y sobre todo de presupuesto con la excusa de esta estafa llamada crisis. De ese modo no están derogadas, pero su cumplimiento es “virtual”.
 
Y si entramos en la situación de las víctimas de los abusos sexuales que han cometido los de faldas largas y negras a lo largo de la historia y de las cantidades de dinero pagadas con fondos públicos por los silencios de esas víctimas, ya la perversidad es de nota.
 
En aras al sagrado vínculo del matrimonio, predican resignación cristiana a las mujeres víctimas de violencia de género del tipo que sea, mientras ellos cometen tropelías con los niños que tienen más cerca y de ese modo pervierten y ensucian lo que tocan. ¿Y estos son hombres sagrados? Menos mal que hace muchos años que soy atea...
 
El terrorismo machista es el máximo exponente de la violencia contra las mujeres. Y cuando una víctima es asesinada ha de existir reparación para su familia que queda rota e instalada en el dolor por la incomprensión social.
 
No puede quedar olvidada, no puede ser sólo un titular en la sección de sucesos en los diferentes medios de comunicación que, además (quiero pensar que por falta de formación en temas de igualdad) suelen tender a justificar y exculpar al asesino maltratador.
 
Del mismo modo que las víctimas del terrorismo político y/o religioso tienen unos derechos, exijo derechos para las mujeres asesinadas por el terrorismo machista. No se les asesina por ser quienes son. Se les asesina por ser como son, por ser mujeres. Y se les asesina por hijos del patriarcado que creen que son suyas por derecho natural. Y los gobiernos deben impedir estas situaciones.
 
De ahí la necesidad de que se construya todo un discurso político desde la praxis y no desde las buenas palabras para evitar estas situaciones. Y yo, sinceramente, no me creo nada de los actuales desgobernantes que nos toca sufrir. Y mucho menos en este tema.
 
Pero no por ello voy a dejar de exigir la protección especial de las mujeres y niñas vulnerables, y que va mucho más allá de las órdenes de protección y de alejamiento.
 
Exijo aplicación y cumplimiento exquisito de la ley. Exijo que se dote presupuestariamente para su total cumplimiento. Exijo muchas más acciones de sensibilización en los centros educativos. Exijo que se incluya como materia transversal en el currículum de los centros escolares.
 
Exijo formación continua y continuada a todas las personas que de un modo u otro son agentes involucrados en la prevención y ejecución de esta ley. Exijo que sea real la frase de “tolerancia cero” con los malos tratos y no sólo un bonito eslogan para colocar en chapas o carteles que mostraremos el día que toque.
 
Exijo respeto a los medios de comunicación para que a la hora de tratar estos temas lo hagan desde la neutralidad y el respeto a la víctima y no hacia el maltratador. Exijo reparación a las víctimas.
 
Exijo que no exista ninguna complicidad con los asesinos de mujeres y niñas. Ni con los violadores. Ni con los abusadores de menores. Ni con los consumidores que compran sexo que también constituye una forma de maltrato. Exijo una socialización correcta de nuestras hijas e hijos, donde la igualdad total presida esos espacios.
 
Exijo ni más ni menos que el cumplimiento del actual marco jurídico en materia de igualdad efectiva entre mujeres y hombres, y en materia de protección y prevención de la violencia machista. Y por supuesto eso pasa por pedir responsabilidades a gentes de la política, de la judicatura y de la Iglesia, así como a los medios de comunicación y a la ciudadanía en general.
 
Si se dejara de pervertir la realidad cotidiana y de mirar a otro sitio cuando una mujer o niña es asesinada o violentada, o cuando un niño es abusado, quizás este tipo de tragedias tenderían a disminuir.
 
Quizás si el patriarcado fuera un poco menos indestructible habría menos tragedias. Quizás si fuéramos capaces de mirar de cara los orígenes de este tipo de terrorismo seríamos menos tolerantes con él.
 
Estoy muy harta de tanto asesinato justificado, de tanta mentira, de tanta justificación de lo que es injustificable, de tanto hijo del patriarcado suelto que en nombre de una teórica indefensión de los hombres no hace una aplicación justa de la actual legislación.
 
Muy harta, pero sin menguar ni un milímetro la fuerza ni la contundencia en alzar la voz y señalar con el dedo acusador a quienes se empeñan en mantener un orden patriarcal y desigual, para intentar mantenernos a las mujeres como ciudadanas de segunda.
 
Sin duda una semana trágica y perversa la que acabamos de vivir. Ni siquiera considero una buena noticia la dimisión el pasado 26 de noviembre de la ahora ex ministra española de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Ana Mato, puesto que incluso esa dimisión me parece perversa.
 
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*Corresponsal en España. Periodista de Ontiyent.
 

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