SALVADOR MENDIOLA*
El carácter de un ser humano es su destino divino: Heráclito.
Y me da lo mismo por dónde deba empezar, pues aquí llegaré de vuelta de nuevo: Parménides.
El fin de la modernidad, el ocaso del futuro, se manifiesta en el arte y la poesía como una aceleración que disuelve tanto la noción de futuro como la de cambio. El futuro se convierte instantáneamente en pasado; los cambios son tan rápidos que producen la sensación de inmovilidad. La idea del cambio, más que los cambios mismos, fue el fundamento de la poesía moderna: el arte de hoy debe ser diferente del arte de ayer. Sólo que para percibir la diferencia entre ayer y hoy debe haber cierto ritmo. Si los cambios se producen muy lentamente, corren el peligro de ser confundidos con la inmovilidad. Eso fue lo que ocurrió con el arte del pasado; ni los artistas ni el público, hipnotizados por la idea de la "imitación de los antiguos", percibían claramente los cambios. Tampoco podemos ahora percibirlos, aunque por la razón contraria: desaparecen con la misma celeridad con que aparecen. En realidad, no son cambios: son variaciones de los modelos anteriores. La imitación de los modernos ha esterilizado más talentos que la imitación de los antiguos. A la falsa celeridad hay que añadir la proliferación: no sólo las vanguardias mueren apenas nacen, sino que se extienden como fungosidades. La diversidad se resuelve en uniformidad. Fragmentación de la vanguardia en cientos de movimientos idénticos: en el hormiguero se anulan las diferencias.
OCTAVIO PAZ.
Para que se entienda un poco mejor por qué escriben y piensan re-igualito tod@s l@s poetis@s eslamer@s y del ring de la lucha libre por el destierro del verso contemporáneo. Mucho Bunbury y Sabina, mucho José Alfredo Jiménez o Café Tacuba; pero nada de Vallejo o Machado, nada de Reyes o Yáñez. Que est@s poetis@s del final del hip hop sin rap ni metro ni rima sólo tienen tres tipos de dizque poemas: 1) te odio gobierno; 2) te odio o te amo mamá, todo según si es sábado o es lunes; y 3) tengo miedo. Porque a fin de cuentas, quienes $iempre ganan y mandan en el actual orden establecido de la dizque poesía (canon) son quienes cuentan con la mejor producción ($); no triunfan ni brillan hoy día quienes hacen la mejor poesía, porque en medio de los reflejos de los reflejos de los reflejos de los reflejos lo que no hay de verdad es poesía auténtica, todo es poesía peor y medio copiada; sólo queda el deseo de que la haya; así que todo lo del payaseo luchadoril con malos versos libres falogocéntricos lo deciden y reparten quienes -- $Í -- tienen la sartén del negocito de la literatura por el mango, quienes venden los libritos, o sea, quienes siempre tienen y reciben la lana o marmaja que se gana por org(i)anizar el show ("espectáculo") de l@s poetis@s domesticad@s que se creen maldit@s y salvajes como Chabelo en motocicleta nada más porque escriben "con una chingada". Sólo eso, sólo más y más infrarrealismo infrarrealista, más espectáculo pueril y soso para el espectáculo de la sociedad del espectáculo más pueril y más soso; muchos malos versos y premios dados por mayoría de voto$. Nada de existencia libre como poeta, nada de arte del saber trovar, cifrar y descifrar, nada del misterio del cantar del solitario en la caverna de que habla san Juan de la Cruz. Sólo reflejos, muchos reflejos y todos con miedo y harto coraje por no dar con un sólo auténtico verso. Tal es la cosa.
*Catedrático de la Facultad de Estudios Superiores Aragón, UNAM. Es ateo, escéptico y materialista. Se considera un anarconihilista compulsivo.