]Efemérides y saldos[
“Avergonzar a don Abbondio, decía para sí, hacerlo conocer que falta gravísimamente a su obligación. Pero ¿qué son obligación y vergüenza para quien está poseído del miedo? ¿Amedrentarlo más? Y ¿qué medios tengo yo para infundirle otro mayor recelo que el que le ha infundido la perspectiva de un escopetazo?...”
Alessandro Monzoni
ALEJANDRO GARCÍA
Desde abril de 2014 Conaculta publica la colección Clásicos para hoy. La intención es recircular autores importantes y presentarlos de manera diferente. Es así como ha llegado a mis manos Los novios (2014, 728 pp) de Alessandro Manzoni. El libro se presenta sin la “Introducción” del autor que suele necesitar una serie de notas al pie de página que permitan su comprensión y que retardan el encuentro y, a veces, distraen del objetivo principal. No se acompaña tampoco de comentario alguno de crítico o académico. Con ello se deja al lector frente a la obra, aunque se sacrifique esa vertiente valoradora del discurso: emisores y receptores cambiantes, tiempos simultáneos de emisores y lectura, por un lado, y la escuela que prioriza la contextualización de la novela o su uso académico. En todo caso, el poseedor del manuscrito alude constantemente a la voluntad del lector y deja claro que él no es el autor.
De modo que este libro está pensado más para un lector dispuesto a emprender el enfrentamiento con una novela de largo aliento. Y creo que el resultado es muy bueno, ya que este objeto se convierte en adyuvante, porque libera de una introducción farragosa, contrapuesta al tono y al ritmo del cuerpo novelesco. Ya en el diseño, son libros de portada sobria, de buen papel y de un tamaño bastante benévolo en su tipografía. Se bien trata al lector.
Y en esta lectura el enganche con la novela es inmediato. Los novios narra los obstáculos para que Lucía y Renzo, humildes pobladores de aldea innombrada, contraigan matrimonio. De regreso a su parroquia, el cura Abbondio es interceptado por dos “bravos” o valentones, golpeadores y matones a sueldo de don Rodrigo, cacique del lugar, quien le manda decir al sacerdote que de ninguna manera podrá llevar a cabo la ceremonia religiosa de unión, pues el amo ha puesto en la mira a la muchacha. Don Abbondio tiembla, sabe que desobedecer significa muerte.
Durante el primer bloque los muchachos intentan casarse recurriendo al cura como mera presencia de su acto matrimonial, pero ni siquiera esto puede llevarse a cabo y entre el cura asaltado en su casa, los titubeos de la Lucía y el pueblo invadido de “bravos”, a duras penas puede la pareja escapar y ponerse bajo la protección de un clérigo, fray Cristóforo, que es valiente y conoce y afronta los riesgos de su ministerio. La pareja deberá huir, ella (acompañada por su madre) a un convento, él a un monasterio en Milán. Renzo no podrá llegar a destino, porque en la citada ciudad se están dando las rebeliones por el encarecimiento del pan y se verá involucrado en las protestas y señalado como agitador (¡Es menester tan poco para que a los pobres se les haga parecer bribones¡), por lo que habrá de esconderse en tierras de un familiar. Ella tendrá que cumplir una misión que pretende arrojarla de nuevo al dominio de su acosador.
No sólo los clérigos están sometidos al poder del cacique, también lo están los hombres de leyes, los hombres del poder civil. Cuando fray Cristóforo va a interceder por la pareja, junto a don Rodrigo se encuentra un leguleyo que ya antes había negado su ayuda a Renzo. Y lo mismo sucede a los lados y hacia arriba del hombre poderoso: hay figuras que apoyan la discrecionalidad y el abuso, representantes del poder terrenal y post-terrenal. Por fortuna también están los individuos honestos. Es el caso del cardenal Borromeo, quien toma bajo su protección a las mujeres y al joven y vigila que la injusticia se repare.
La segunda parte de la novela tiene que ver con otro obstáculo. El de la naturaleza. Aparece la peste. Lombardía del siglo XVII tiembla, Milán se convierte en un hospital y en un camposanto. La reparación del daño tardará. El héroe vuelve a su tierra, sólo para emprender el regreso a Milán en busca de su amada. Allí, antes de tenerla, encontrará a fray Cristóforo, verá la agonía y muerte de don Rodrigo y tras encontrar a Lucía sabrá de la muerte del fraile benefactor.
Entre los ángeles tutelares de los personajes ocupa lugar especial El Innombrable, Malvado que no conoce ni la piedad ni la misericordia y termina por proteger a las mujeres, por empaparse de su inocencia y de su bondad. El giro corre a cargo del narrador y el lector, sin duda, tendrá que cooperar para que la conversión se dé con verosimilitud. El otro gran protector, fray Cristóforo, no sólo los rescatará al principio, sino que encontrará la manera de retirar sin mancha el voto de castidad hecho por Lucía durante su estancia en el convento.
Entre cada racimo de acontecimientos se encuentran explicaciones que entretienen al lector, lo engatusan, lo cansan, lo obligan a pedir que la historia principal prosiga. Así nos enteramos de ese origen mercenario de los “bravos”, del poder político de los españoles en Milán y de su conflicto con los franceses a más de las torpezas de los enviados por la corona española a gobernar, de las pugnas entre diversos sectores del clero, así como de la estructura de dominio y violencia que opera en todos los niveles de la sociedad.
La novela habla de un manuscrito que ha sido rescatado por otro narrador. Hay una diferencia temporal. La historia transcurre hacia 1630 y el autor del manuscrito parece estar cerca de los acontecimientos. No así el narrador que nos descubre el contenido del manuscrito que se ubica en el siglo XIX.
Mas ¡que dirán ahora mis lectores cuando oigan que apenas llegados y restablecidos en el nuevo país halló Renzo disgustos preparados de antemano! ¡Miserias humanas! ¡Pero se necesita tan poco para turbar el estado feliz de una familia!
Después de este ejercicio placentero, de esta travesía por la novela de Alessandro Manzoni, ahora sí podemos entrar a otros niveles: sus tres o cuatro versiones, su importancia en el proceso de unificación italiana, el restablecimiento de la grandeza literaria italiana después del eclipse de los siglos XVII y XVIII, su lugar dentro del siglo en que la épica pasó la estafeta de manera definitiva a la novela.
Más interesante me resulta que una obra optimista en el destino humano, en la naturaleza y en la religión, venga a iluminarnos en estos tiempos en que nuestro país parece alejarse de los ideales de la Modernidad y hundirse en la violencia ciega, ejecutada por sicarios y cobijada por hombres de poder.
Hoy el miedo es referente y cara de la libertad y los zacatecanos y los mexicanos que pensábamos que con el nuevo siglo se nos garantizaba lo restante: libertad, paz, llegamos a los primeros 15 años con la marca del miedo, con la inculcación de la incertidumbre. A veces ni siquiera es necesaria una llamada, una extorsión, un secuestro, una hielera fúnebre, es la vida intervenida, es el miedo el que empieza a señalar lapidariamente la agenda del día y de la noche.