Opinión

em flyer 260515Edadmedi@tica

MARCO LARA KLAHR

 

Cuando por sistema reducimos el entendimiento de los hechos de interés público al encuadre banal del infoentretenimiento, la realidad suele pasar ante nuestra mirada como un incesante, vertiginoso y olvidable cúmulo de individuos, lugares, datos y sucesos curiosos, entretenidos, sobrecogedores, chillones o «diferentes» que contar y viralizar.

Este es el negocio más provechoso de la industria mediática, y en particular de la periodística predominante, lo que daría igual si no fuera porque precariza la democracia y nuestra calidad de vida: no obstante su relato mediatizado, esa realidad va complejizándose y, en el caso de la violencia, la corrupción, el delito, el abuso de poder y la violación de derechos humanos, tiene crecientes costos sociales presentes y futuros.

NarcoAmerica_26052015Recientemente [abril 27, 2015], en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, presentamos Narcoamérica. De los Andes a Manhattan, 55 mil kilómetros tras el rastro de la cocaína [Tusquets 2015], con Alejandra S. Inzunza, José Luis Pardo y Pablo Ferri, sus autores, quienes conforman el equipo «Dromómanos».

Desde que comencé a leer esta obra —luego de que ellos la pusieron amablemente en mis manos un día de marzo, en El Péndulo de la Condesa— hasta hoy, no he dejado de pensar en sus implicaciones para el periodismo mexicano actual.

Al respecto, lo primero que digo es que refuerza mi hipótesis en cuanto a que en la historia de México jamás: a) había habido tan buen periodismo ni tant@s buen@s periodistas, y b) est@s habían estado tan alejad@s como hoy de los medios noticiosos industriales — laboral, profesional, intelectual, ideológica y éticamente.

Otra arista es la relacionada con los periodistas que publicamos historias de gran formato en libro: predominan en los estantes físicos y virtuales volúmenes de investigación y no ficción llamados «libros apuesta», gran parte concebidos para vender o con enfoques estridentes, escabrosos, satanizantes, lacrimógenos o facciosos, que no hacen más que reproducir lo que ya ofrece al público la industria de los medios noticiosos arriba descrita.

Partiendo de los dos aspectos anteriores, retomo algunos de los puntos que destaqué durante aquella presentación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales:

El dato del Pointer a bordo del cual los tres jóvenes periodistas reportearon a través de Latinoamérica y que terminó en chatarra es la metonimia de reporter@os que van, llegan, permanecen y se marchan en la búsqueda deliberada de una ruta que les va permitiendo intuir y descubrir el sistema que articula los fenómenos sociales.

Alejados de la dudosa veracidad periodística de García Márquez o Kapuschinski, por ejemplo, los Dromómanos no parecen darse licencias literarias ni someten lo veraz a lo impactante: se ciñen a la base del periodismo clásico según la cual lo no veraz no vale.

Su periodismo no es de aventura ni dolor, sino de obsesiva-compulsiva indagación del sistema de las cosas.

Persiguen lo que Felipe Pena de Oliveira llama la «Verdad» —que se compone de las verdades implícitas en los hechos y es filosóficamente la «utopía del periodismo»—, recurriendo a los principios, métodos y técnicas del periodismo clásico, de una manera ambiciosa, en particular porque no se contentan con testimonios ni versiones oficiales, sino que soportan Narcoamérica en la más robusta tarea de documentación.

Robert S. Brynton acuñó el término «New, new journalism» [Nuevo, nuevo periodismo] para identificar a un conjunto disímil de periodistas y escritores contemporáneos herederos de las sucesivas corrientes estadounidenses de «nuevo periodismo» en los siglos XIX y XX. Y con esta base sostengo que los Dromómanos son hoy la vanguardia del Nuevo, nuevo periodismo mexicano —aunque Pardo y Ferri son españoles, mientras que solo S. Inzunza es mexicana—: al revelarnos el sistema del mercado global de la cocaína desde la experiencia y mirada del continente americano de manera contextual, holística y vibrante, ni nos divierten ni nos intimidan, nos permiten comprender y tener esperanza.

Esencialmente, la función social del periodismo profesional ético es informar. Pero tangencialmente, entre otras cosas, a) produce pedagogía hacia el público y dentro de los medios y el gremio periodístico, y b) es un recurso social de construcción de la esperanza en el sentido de que favorece el entendimiento integral de los problemas estructurales, que es o debiera ser el principio de su solución.

Con Narcoamérica los Dromómanos nos muestran panorámicamente el problema social de la cocaína por su sistema; ya nuestra capacidad como ciudadanos para aprovechar tal conocimiento es otra cosa.

@mlaraklahr

 

 

 

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