Opinión

VOTANTESFRANCISCO GONZÁLEZ ROMO

 

Lucidez, según la “Real” Académia de la Lengua Española (RAE), es tener la calidad de lúcido, y, lúcido o lúcida, es aquel o aquella que tiene claro el razonamiento, las expresiones o el estilo. Ahora bien, existen innumerables maneras de sentir y de pensar; tantas que sería imposible determinar quién es lúcido y quién no, sin estar siendo intolerante e insolidario, sin excluir y sin marginar. Entonces, simplemente nos queda ensayar la lucidez, atrevernos a probar.

José Saramago, en su libro Ensayo sobre la lucidez, nos cuenta la historia de un ensayo que busca ser, precisamente, lúcido: un día lluvioso, los habitantes de una ciudad portuguesa se acercan, de manera consciente, a emitir su voto. Los resultados no fueron los previstos por l@s de arriba, ya que la gente votó en blanco. La segunda ronda dejó los mismos resultados. Las medidas tomadas por el Estado sí fueron las lógicas y previsibles: los blanquistas (como los comenzaron a llamar los otros, los “ciudadanos responsables”)  fueron poco a poco aislados y exterminados, mientras intentaban crear una sociedad nueva fuera de toda coerción y todo circo electoral. Los blanquistas habían emitido un voto en blanco como última alternativa, al ver que, en repetidas ocasiones, aunque votaran por “la mejor opción”, al final de cuentas no pasaba algo distinto.

En entrevista publicada en Expresso, en Lisboa, el 8 de noviembre de 1986, el Mismo Saramago declaraba que: “Existe en el Quijote una expresión que… es la clave aunque no parezca nada especial. Cuando Don Quijote parte para iniciar sus caballerías andantes, Cervantes lo expresa de una manera tan simple, que cualquiera de nosotros podría haberlo dicho: ‘Y comenzó a caminar’. Hay dos Quijotes: uno que tiene una vida sin importancia, y otro, que nace en el momento en que empieza a caminar… No hay destino –continúa José-: hay un momento en que comenzamos a caminar. Comenzamos a caminar y caminamos en otra dirección.”

Ni las campañas electorales, ni la propaganda de un Instituto Electoral que nació muerto, ni los acalorados debates en los medios de comunicación, en las redes sociales o en la sobremesa, podrán evitar lo que es ya un hecho: la gente ha comenzado a caminar y de manera distinta; hemos comenzado a ensayar el buen juicio, la lucidez.

Sin un gran debate teórico, como buenos animales que somos, hemos comenzado a presentir que si seguimos haciendo lo mismo los resultados seguirán siendo los mismos. El capitalismo, por naturaleza, es incompatible con la democracia y con los tan mentados derechos humanos.

Julio Boltvinik, en su columna Economía Moral, publicada el día viernes 5 de junio de éste año, en el diario La Jornada, nos lo platica bien padre –como diríamos much@s:  “Aunque la democracia moderna se asocia históricamente con el desarrollo del capitalismo, si se toma en serio la concepción de la democracia como ‘gobierno del pueblo’… hay tres maneras en que el capitalismo limita la democracia:

“Primero, por definición, la propiedad ‘privada’ de los medios de producción significa que campos importantes que tienen amplios efectos colectivos son simplemente eliminados de la decisión colectiva, reduciendo así la democracia. Segundo, la falta de habilidad de los cuerpos democráticos para controlar los flujos de capital, socava su capacidad para fijar prioridades incluso sobre aquellas actividades que no están bajo el control de empresas capitalistas. La habilidad de las comunidades para decidir cómo mejor proveer educación pública o cuidado de menores o servicios de policía y bomberos, por ejemplo, se ve reducida porque la base de los impuestos locales depende de la inversión privada, cuyo monto está controlado por el sector privado. La comunidad democrática tiene muy poco poder para preguntar: ¿cómo debemos asignar el excedente social a diferentes prioridades –crecimiento económico, consumo individual, instalaciones públicas, las artes, etc.? El problema no es sólo que muchas de las decisiones queden fuera de la deliberación democrática, sino que puesto que las  inversiones son hechas privadamente, la amenaza de desinversión restringe severamente todas las demás decisiones de asignación en los cuerpos democráticos… Las personas sólo pueden efectivamente demandar aquellas cosas que son compatibles con la continuación de la inversión capitalista. Tercero, la alta concentración de riqueza y de poder económico generada por la dinámica capitalista, subvierte los principios de igualdad política democrática… Los ricos y los que ocupan posiciones poderosas en la economía, invariablemente tienen una influencia desproporcionada en los resultados políticos en todas las sociedades capitalistas.”

Por suerte, como mencioné antes, hemos comenzado a ver hacia otros horizontes; hacia aquellos en donde la fuerza de las energías es controlable por nosotr@s mism@s, en el mejor sentido de la expresión. Pensar en los grandes cambios no nos compete porque nunca seremos capaces de controlar esas fuerzas. La tan trillada frase: el cambio está en tí mism@, comienza a toar un sentido más humano y más real. La asociación de estos pequeños cambios es, desde mi punto de vista, aquella que nos podrá salvar del colapso que se aproxima.

A tod@s aquell@s que no salimos a votar lo único que queda es preguntarnos hacia dónde han de ir los nuevos pasos de éste distinto caminar.

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