JAVIER GONZÁLEZ SÁNCHEZ*
Yara Bader es una periodista siria que hasta 2012 trabajaba en una ONG que analizaba medios de comunicación sirios. Ese año el centro fue atacado por miembros del gobierno que detuvieron a todos los que trabajaban allí, entre ellos Yara y su marido. Tres de estos periodistas siguen detenidos y acusados de ser terroristas. El caso está aún pendiente de una toma de decisión por parte de Naciones Unidas. Como Yara y su equipo los periodistas estamos en el punto de mira de muchos gobiernos y organizaciones. Nuestra voz corre el peligro de ser silenciada, sobre todo si se alza para defender los derechos humanos.
La profesión de periodista puede colocar al profesional en la diana de organizaciones y grupos muy peligrosos. Incluso podemos perder la vida por ejercer nuestro derecho a la libertad de expresión. En países como Pakistán, la presión hacia los trabajadores de medios de comunicación es tan grande que muchos dejan su labor por miedo a las consecuencias.
Yara afirma que la información libre es vital para la solución de los trances que sufre su país pero que el precio a pagar por informar cada vez es más alto. “Después de 4 años de conflicto las primeras víctimas de esta guerra son los defensores de los derechos humanos”. Estos derechos han pasado a un segundo término para la mayoría de los sirios que ahora solo “luchan por su derecho a vivir”.
Según Reporteros sin fronteras, en 2015 más de dos decenas de periodistas han sido asesinados y cerca de 160 han sido encarcelados. La cifra de muertos por su labor periodística alcanzó el centenar en 2014. Acoso, intimidación, secuestro, tortura, homicidio… son los peligros que afrontan los profesionales en lugares de alto riesgo por poder informar. Estos ataques no solo se producen por organizaciones clandestinas o grupos terroristas. El ejército, los servicios de inteligencia y los partidos políticos no dudan en usar cualquiera de estos métodos para evitar que la verdad llegue a los lectores u oyentes. “Los gobiernos se muestran cada vez menos dispuestos a tolerar la disidencia, y más decididos a hacer lo que sea para impedir que los periodistas informen a la opinión pública” dice Susanna Flood, directora del programa de Medios comunicación de Amnistía Internacional. “Los gobiernos tienen que garantizar que los periodistas puedan informar de forma libre sobre cuestiones de derechos humanos sin temor a ser atacados o morir mientras realizan su labor”.
Yara establece una vinculación muy fuerte entre el desarrollo del conflicto sirio y la labor de los periodistas en los acontecimientos internacionales. En 2011 Siria se conocía como un país con un control férreo de la información. Según esta periodista los sirios utilizaron la información para dar a conocer los horrores de su gobierno con la esperanza de recibir ayuda por parte de organismos como la ONU. Tras cuatro años de guerra los sirios no han recibido ayuda por parte de este organismo. “Esto es lo más trágico, la perdida de la fe” declara Yara.
Como ocurrió con el centro en el que trabajaba Yara, muchas veces los periodistas son castigados por medio de largas penas de prisión, acusados de casos falsos como el terrorismo o la traición. Mahmoud Abu Zeid es un reportero gráfico egipcio conocido como “Shawkman”. Durante 600 días Mahmoud estuvo encerrado, junto con otros presos políticos, por tomar fotografías del ataque violento contra la sentada de Rabaa al Adawiya en agosto de 2013. El reportero relata cómo pasaba semanas sin acceso al sol o al aire libre, en una celda de tres metros cuadrados que compartía con otros 12 presos. “Soy reportero gráfico, no un delincuente”, escribió en una carta publicada por Amnistía Internacional. Pedro Canché aún permanece encarcelado desde agosto de 2014.
En un artículo publicado por Amnistía Internacional por el Día Mundial de la Libertad de Prensa se podía leer “Desde Irak hasta la República Centroafricana, pasando por Colombia, Nigeria y Siria, los periodistas se han enfrentado a amenazas y violencia cuando trataban de arrojar luz sobre los abusos sufridos por millones de hombres, mujeres, niños y niñas atrapados en algunos de los conflictos más violentos del mundo”.
Artículo del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)