A CONTRAPELO
LUIS ROJAS CÁRDENAS
A propósito de la 35 Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ), que se lleva a cabo en la Ciudad de México (del 6 al 16 de noviembre), les presento el siguiente recetario para escribir poética para niños. Esta guía rápida, prontuario, manual de consejos, conjunto de normas o decálogo de dieciséis, que también se pudo titular: “Hágase lírico infantil en tres patadas”, pretende ser una herramienta para alcanzar con éxito el noble fin de escribir poemas para los infantes.
1. "Había una vez", es una buena entrada para escribir un clásico de la literatura infantil, pero no te vayas con la finta, si empiezas así solo lograrás que tu obra se convierta en un clásico de los lugares comunes. Si, a pesar de todo, crees que se trata de una frase indispensable para dar a tus versos un toque infantil, lo más probable es que tu único acierto lo logres cuando al fin plasmes la socorrida frase de "colorín colorado".
2. No seas totalmente Palacio, olvida los temas medievales. Acaba de una buena vez con las murallas de membrillo, palacios de diamantes, castillos embrujados y demás construcciones descontinuadas en la arquitectura de la poética infantil contemporánea. Para estar acorde con la modernidad, explota tu vena realista, desarrolla tus versos en ambientes citadinos, deja que tus figuras retóricas se deslicen con el ritmo de los embotellamientos y la musicalidad de los claxonazos, crea tus imágenes poéticas con la luminosidad de la llamarada de un tragafuegos en el semáforo. Cuidado con los payasitos callejeros, esos malabaristas de voluminosas asentaderas, recuerda que cuando te diriges a los niños no puedes usar la palabra nalgón, por mucho que tenga unos glúteos descomunales, pero tampoco caigas en la tentación de llamarles payasitos pompudos, porque se oye extremadamente grotesco.
3. No te atrevas a, utilizar personajes ajenos a la idiosincrasia de los mexicanos: princesas, brujas y duendes causan cierto escozor en los vanguardistas. Recuerda que estamos en pleno siglo XXI y, definitivamente, dichos seres además de que no corresponden a nuestro modo de ser, están pasados de moda; por ningún motivo te atrevas a mencionarlos en tus versos.
4. Descarta las historias de reyes por mucho que los puedas recrear en pelotas en una playa nudista como la de Zipolite, Oaxaca. No te arriesgues a inspirarte en contexto actual, porque tus resultados pueden ser nefastos. ¿Tienes idea de cómo elaborar una oda infantil nutriendo la imaginación con una historia de infidelidades y traiciones retomada de las páginas de la revista Hola? Si a pesar de esta advertencia decides contar historias de monarcas, aclimatadas en nuestro país (tropicalizadas, dicen), ten cuidado no vaya a ser que se te cuele la de un rey desempleado asoleándose frente a la Catedral Metropolitana, ofreciendo sus servicios a los transeúntes con un letrero que diga: “Se emiten edictos a domicilio”.
5. Olvídate de brujos y duendes. ¿Crees que alguien podría hacer un buen poemario infantil sobre un brujo de Catemaco o del mercado de Sonora del deefe? El único duende orejón, auténticamente mexicano, que los compatriotas hemos dado al mundo, gobernó el país hace más de veinte años y lo dejó en bancarrota, ¿consideras que pueda servirte de inspiración para escribir una lira para la niñez?
6. Si eres de los ingenuos que piensan que la lírica infantil es un juego de niños o, peor aun, un juego de palabras, estás frito. Resiste, no caigas en la tentación de tejer una maraña de cacofonías para construir trabalenguas y calambures, pocos han logrado evitarlo, ni el sabio Octavio Paz lo pudo resistir, lo mejor es que olvides aquello de: "Traquetea traquea aquea. El carrascaloso se rasca la costra de caspa. Doña campamocha se atasca, tarasca".
7. Cuando te sientes frente a la hoja en blanco nunca pienses en niños, ni trates de pensar como ellos, no es necesario que te pongas pantalones cortos para escribir, debes ser cauto con tus impulsos infantiles, pues si no logras controlarlos puedes acabar convertido en el Chabelo de la literatura nacional. Pero tampoco te vayas a los extremos, no sea la de malas y te traicione el subconsciente, y por rehuir de toda forma y de todo lenguaje parecido al de Chespirito, en un descuido, le des vida a criaturas como la Lolita de Navokov.
8. Debes cuidar el doble sentido de las palabras, toma en cuenta que ni Perrault ni Cri-cri se salvaron de una sesión de sicoanálisis a través de sus textos (oh, doctor Bruno Bettelheim, tras de ti surgió una plaga de imitadores que ni con DDT se puede erradicar).
9. Renegar de lo que uno escribe siempre crea una buena coraza para resistir los embates de la crítica sanguinaria, además te da un aura de severidad para contigo mismo, lo cual te puede colocar en el Olimpo de los poetas exigentes. Pero ten cuidado, procura no ser demasiado duro con tu obra, no vaya a ser la de malas y acabes convencido de que tu trabajo no sirve para nada; además, recuerda que nadie le cree al escritor que no tiene compasión con su obra.
10. Si eres escribidor vergonzante de versos para niños, ya es tiempo de que salgas del clóset. Olvida tus poses de poeta de altos vuelos. Deja de lado la falsa pureza, no presumas que solo escribes poesía a secas, sin adjetivos. Crear poesía infantil no te transforma en un literato de segunda, de cualquier forma, aunque trates de ocultar tus secretas intenciones (recuerda que Cri-cri afirmaba que sus creaciones no eran para niños), tu público inevitablemente te asociará con el Grillito cantor y no con Jaime Sabines o López Velarde. Pero si no te importa la comparación e insistes en que de tu pluma solo emana POESÍA con mayúsculas, es decir poesía para adultos grandes y no para adultos chiquitos, puedes argumentar que tus versos están perfectamente bien elaborados, por que logran tocar las fibras más sensibles de los infantes y se apegan al canon de la poesía.
11. Si tus lectores opinan que están para llorar tus creaciones y estás convencido de que escribiste una obra magna; ten la seguridad de que eres un adelantado y tus contemporáneos no saben valorarte, como suele suceder con los genios (un poco de megalomanía no le hace daño a nadie). Evita crisis emocionales innecesarias escribe para la posteridad, pues seguramente en vida no te van a leer ni los hijos de tus amigos; y, si dentro de unas décadas no te leen los tataranietos de tus amigos, para entonces no vivirás y no tendrás que preocuparte por continuar con pocos lectores.
12. Si tienes inclinaciones contraculturales y te gusta visitar los temas escatológicos, sé cauto, no abuses. Aunque suenen graciosos versos como los de Renato Leduc: "Cuando el niño tira de la cola al gato / y al verle furioso se muere de risa / se le irrita al niño, con la risa, el meato / y empapa de orines calzón y camisa...” o como los aquel clásico de la escatología infantil: "si quieres ser feliz mete un dedo en la nariz", ten presente que versos como estos no son bien vistos por los pedagogos y jamás serán retomados en los libros de texto gratuitos, por lo que deberás desterrar la esperanza de obtener cuantiosas regalías.
13. En caso de que inviertas las situaciones, procura evitar que los corderos maltraten lobitos buenos. Recuerda, no debes convertirte en promotor de valores negativos y con una cosa así los niños podrían ver como algo natural el llamado bullying.
14. Procura incursionar en la crítica social a través de tus estrofas, pero sé prudente, no vayas a caer en una lírica del pobrismo, como la de Chava Flores: “Como el rey era pobre ganaba / treinta míseros pesos al mes, / por supuesto que no le alcanzaba / para darse una vida de rey. […] ¡Ay, señora! yo lloro de pena / porque es pobre, muy pobre mi rey, / ni frijoles hay para la cena, / solo queda guisado de antier”.
15. Si eres un buen mercenario, acompaña con un fuerte escándalo tu obra poética, aunque suene ridículo, la literatura infantil también puede ser censurada. Recuerda que las canciones de Cri-cri en un tiempo fueron prohibidas por la Secretaría de Educación Pública, por procaces y perturbadoras de las buenas conciencias. Un fuerte escándalo te podría garantizar dividendos nada despreciables.
16. No tomes en serio ningún recetario de poesía que pretenda enseñarte los mejores trucos para realizar una obra poética en tres patadas.