SALVADOR MENDIOLA*
Anoche soñé que veía a José Carlos Becerra, El Poeta.
Nunca lo vi en persona. Leí su poema "Batman", en el Diorama de la cultura del periódico Excélsior, creo que en 1969; me movió el tapete gacho, era la poesía que yo necesitaba, la que a mis 16 años quería escribir. Se convirtió en mi poeta. Busqué lo que hubiera publicado de él, encontré Poesía joven de México y ni me fijé en los poemas de Aura, Ayala y Garduño.
Poco después me entero de su trágica muerte. Leo entonces EL OTOÑO RECORRE LAS ISLAS. Quedo atrapado en su poesía. Por años no pude evitar su peso e influencia, fue duro luchar contra esos versos, me hicieron crecer y madurar.
Junto con Jaime Reyes, Becerra es el poeta que le da forma a mi ser de escritor.
Y ayer lo vi en sueños por vez primera...
Llegué de pronto, junto con BB y H, a la esquina del mercado que está muy cerca de la Academia de Arte Culinario Sacchi. Allí había una base de taxis. Quisimos abordar el que estaba hasta adelante en la fila, el chófer, parado afuera del auto, era él: José Carlos Becerra, tal como debería ser ahora, un hombre viejo y arrugado, con el pelo blanco, de unos 80 años. Quiso empujar el auto para adelantarlo, le ayudé, maravillado de estarle viendo.
"No es José Carlos Becerra" --escuché que me decía H a la espalda-- "él ya está muerto." Y reconocí que era cierto. Pero entonces lo vi de nuevo parado junto al auto, contemplándome en silencio. Miré en el interior del auto y vi en el asiento trasero unas charolas con pastel mil hojas ya cortado e incompleto, vi las migajas en el asiento, sentí su sabor en la boca. Miré a la parte de atrás del auto y allí seguía de pie José Carlos Becerra.
Me dije: aunque esté muerto. Le besaré la mano, me arrodillaré ante él. Caminé hasta donde él se encontraba. Entonces vi que lo rodeaba una multitud, mucha gente que con la cabeza me decía que sí, que sí hiciera lo que pensaba, aunque José Carlos estuviera muerto, que le mostrara mi admiración agradecida. Y lo hice. Me arrodillé a sus pies, tomé su mano derecha y la besé. Miré hacia arriba, vi su rostro sonriiente mirándome a los ojos. Me envolvió una ola de amor místico, sentí que BB y H ponían sus manos en mis hombros. Todo se hizo luz. Mis ojos se llenaron de lágrimas.
Desperté llorando. Vibraba mi alma. Ahora intento escribir un poema con esa emoción que me ha durado todo el día, una emoción que adquiere sentido de amor sagrado con la visita de Estrella Danzarina esta tarde.
*Docente de la Facultad de Estudios Superiores Aragón UNAM, ateo, escéptico y materialista. Se considera un anarconihilista compulsivo