CRISTAL DE ROCA
CECILIA LAVALLE*
Cimacnoticias
No. No me refiero a hermosos zapatos colocados en algún aparador. Tampoco a los zapatos de Dorothy, la hermosa niña del Mago de Oz. Estos zapatos duelen, porque representan a mujeres que habrían podido usarlos si no hubieran sido asesinadas.
“Zapatos rojos” es una instalación artística que busca visibilizar la violencia contra las mujeres. Porque cuando una mira una plaza pública llena de zapatos rojos, nada vuelve a ser igual.
La artista tras esta instalación, que ha recorrido medio país y medio mundo, es Elina Chauvet, una artista plástica que pasó del dolor al asombro, del asombro a la indignación, y de la indignación a la acción.
Elina habla quedo, pero firme. Lo más estridente en ella son sus hermosos ojos y, claro, los zapatos rojos.
Tras el asesinato de su hermana, comenzó a darse cuenta de que pocas personas le daban real importancia al asesinato de las mujeres, lo mismo si las asesinaba un marido o un desconocido; lo mismo si sus cuerpos eran encontrados en sus domicilios o en un lote baldío.
Entonces era 1993, y Elina vivía en Ciudad Juárez. Una ciudad en la que las autoridades decían que no pasaba nada. Que eran unas cuantas a las que había asesinado su marido por celos o por borrachos. Que eran unas cuantas de dudosa reputación que se habían metido con las personas equivocadas.
Que eran unas cuantas que estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado. Total, que eran unas cuantas y que las feministas hacíamos un escándalo porque queríamos dañar la bonita prosperidad de ese bonito lugar.
Pero a Elina eso le sonó a insulto. Y decidió hacer visibles a las que se quería hacer invisibles. ¿Cómo? Con zapatos que calzarían sus dueñas, si vivieran. ¿De qué color? Rojo, que es el color de la sangre, pero también del corazón, de la esperanza, dice la artista.
Así, en 2009 con 33 pares de zapatos rojos donados por mujeres juarenses, puso su primera instalación en la avenida Juárez. Y en poco tiempo comenzaron a llegarle zapatos rojos donados de medio mundo, y recibió invitaciones para realizar esa instalación en distintos lugares de México y del planeta.
Lo mismo en el Zócalo de la Ciudad de México, que en Argentina, Italia, Estados Unidos, Ecuador, Canadá, España o Noruega, los zapatos rojos han inundado avenidas y plazas públicas para evidenciar a las autoridades que no han sido capaces de garantizar el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia; para gritar: ¡Ni una más!
Elina, que ahora viven en Mazatlán, Sinaloa, dice que sus instalaciones causan diversas emociones, y que incluso hay lugares en los que mujeres y hombres han escrito mensajes de dolor o de esperanza debajo de cada zapato.
A estas alturas tiene cientos de zapatos rojos, y sostiene que seguirá con esa instalación mientras la violencia contra las mujeres no sea un tema primordial.
Y entonces me temo que habremos de ver más zapatos rojos.
Porque mientras la imagen pública sea más importante, mientras se busquen argumentos para justificar y no para comprender; mientras se piense en la coyuntura y no en la estructura que impide erradicar la violencia contra las mujeres, los zapatos rojos deberán recordar que pudieron haberlos calzado mujeres a quienes su país no les garantizó su derecho a una vida libre de violencia.
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*Periodista y feminista en Quintana Roo, México, e integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.