Plan b*
LYDIA CACHO
Cimacnoticias
Incluso los cínicos y los incrédulos ganarán con los logros de una sociedad rebelde. No tengo la menor duda de que la consistencia, la perseverancia y la congruencia ayudan a elevar las causas más importantes a verdades históricas, a hechos innegables. Esta semana las mujeres de Arabia Saudita, uno de los países con el capitalismo salvaje más abiertamente sexista, salieron a votar por primera vez y más de una docena resultaron electas. Su logro no se basó en las armas de una guerra contra el terror que simula búsquedas democratizadoras sino en el persistente movimiento feminista de abogadas, médicas, escritoras, amas de casa y activistas que durante veinte años, bajo el velo y la burka crearon un movimiento que logró romper el techo de cristal más evidente: el electoral. Dentro de un par de décadas congresistas saudís dirán que son el resultado de la utopía de sus madres y sus abuelas, y tendrán razón.
Paralelamente en París sucedieron cosas inimaginables que no lograron las ocho columnas de una masacre, pero que cambiarán desde ya la historia de la Tierra. Millones de personas de diversos países se unieron por la causa contra el calentamiento global y las energías limpias. La organización Avaaz.org jugó un rol fundamental para intercomunicar a rebeldes de todo el planeta. Las marchas desde Brasil hasta Australia, España, México, Estados Unidos y Argentina se unificaron con una fuerza y consistencia inimaginable. Las y los mandatarios del mundo entraban y salían de las sesiones en las que unos negaban el calentamiento global y otras advertían su peligro.
El equipo Avaaz entregó al Secretario General de la ONU el documento con cientos de miles de firmas de todo el mundo exigiendo medidas concretas y responsables sobre el uso de energías limpias y las catástrofes globales que han causado las políticas energéticas. En los pasillos se escucharon discusiones que no respondían a la violencia sino a la información. Modi el ministro de la India que originalmente estaba votando en contra de las nuevas medidas confesó a un medio por qué cambió su voto de última hora. “En los pasillos hay una pantallas gigantes, estaban pasando imágenes de las inundaciones de Chennai y los testimonios de los sobrevivientes de la tragedia ambiental. Hay algo concreto que debemos hacer para detener los avances del calentamiento global”.
Como hormigas perfectamente organizadas el equipo de activistas de Avaaz, con representantes de diversos países, llevó a cabo 45 acciones focalizadas en 14 días. La información fidedigna, su análisis claro, las soluciones posibles y las mejoras potenciales mostradas por este impresionante movimiento horizontal, que suma redes de millones de personas que defienden los mismos derechos globales, fue impresionante.
Las y los rebeldes empapelaron París de carteles con las caras de los representantes de los peores grupos de presión de las empresas de combustibles fósiles y negacionistas del cambio climático, exigiendo a los ministros que los ignoraran. Se consiguió así que la representante de la mayor compañía minera del mundo se retirara del todo de las negociaciones. Cuando se supo que Argentina y Arabia Saudita iban en contra del acuerdo, los miembros de Avaaz de estas dos partes del mundo iniciaron acciones urgentes y consiguieron una extensa cobertura mediática. En Argentina el presidente electo, que se había comprometido al uso de energías renovables, se vio forzado a mandar una delegación a París a votar adecuadamente. Mientras el gobierno saudita estaba tan preocupado por la atención pública señalando sus ecocidios que un abogado de reino amenazó con demandar a las activistas por decir la verdad.
La ministra alemana agradeció a Avaaz por hacer que ella y su delegación se sintieran respaldadas durante las negociaciones. Por si fuera poco, los donativos de miles de personas hicieron posible recaudar cientos de miles de dólares para reforzar la presencia de las Islas Marshall en las negociaciones. Su ministro se convirtió en uno de los héroes de París al anunciar la Coalición de Alta Ambición, que salvó la tóxica brecha norte-sur y consiguió que 100 países se pusieran a trabajar juntos; hasta Brasil se sumó.
Para lograrlo señalaron a los países que estaban bloqueando el progreso en materia climática, con una petición de 2,7 millones de firmas entregadas en persona a todos los ministros clave. Las y los chicos de Avaaz siguieron a la canciller alemana, Angela Merkel, por los eventos públicos, instándola a ser una heroína climática. Finalmente los líderes del G7 dijeron adiós al uso de combustibles fósiles, comprometiéndose a eliminar la contaminación por CO2 en el transcurso de este siglo.
Es fácil descartar la acción social multimedios, o incluso asegurar que quien firma una petición desde la comodidad de su hogar o quien sale a marchar una tarde en su ciudad no logra nada; la vocación fatalista frente a los movimientos sociales impide que se reconozcan los grandes logros donde los hay. Hay que reconocer la visión y acción de las mujeres saudís y de un grupo genial de jóvenes visionarios creadores de Avaaz, hoy convertida en una red de Derechos Humanos y ambientales de 45 millones de personas en el mundo. Este pequeño grupo que una tarde de lluvia de ideas, encabezado por Ricken Patel, decidió trabajar para cerrar la brecha entre el mundo que tenemos y el que la mayoría queremos, acaba de demostrar que no se precisa violencia, guerras o imposición para darle un giro a la política mundial.
Twitter: @lydiacachosi
*Plan b es una columna cuyo nombre se inspira en la creencia de que siempre hay otra manera de ver las cosas y otros temas que muy probablemente el discurso tradicional, o el Plan A, no cubrirá.