MUJER SONORA
SILVIA NÚÑEZ ESQUER*
Cimacnoticias
Algo empieza a suceder en Sonora en relación con el acceso a la justicia para las mujeres asesinadas. Con la nueva administración estatal los casos de identificación y detención de responsables de casos de feminicidio están siendo más frecuentes.
Con ello la proporción de mujeres que fueron privadas de la vida, cuyo agresor estaba sin especificar, empieza a disminuir. Esta variable documentada por el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF) siempre nos arroja un indicador de alrededor de 40 por ciento de responsables sin identificar, y lo peor, se queda así por años.
Ese indicador está directamente relacionado con el acceso a la justicia, pues si no se tiene, ni se procura tener pronto identificado al responsable, el resultado es muy significativo de la importancia que tienen las vidas y muertes de las mujeres.
Significa que no se investigó adecuadamente por las autoridades competentes. Significa que uno o varios asesinos anda libres y las mujeres en la posibilidad de ser agredidas por éstos. Significa que los familiares no han tenido paz desde la pérdida, pues en lugar de vivir su duelo, se convierten sin quererlo, en investigadores en pos de la verdad y del presunto responsable. Significa también que el feminicidio no ha sido considerado un crimen de alto impacto.
Significa que las muertes violentas de las mujeres son etiquetadas como “crímenes pasionales” o “parte del crimen organizado”, sin que las víctimas tengan la oportunidad de ser representadas por la autoridad investigadora y así poder esclarecer lo que sucedió, cómo ocurrió, en dónde pasó, y quién o quiénes lo cometieron.
En un contexto que pareciera ajeno al feminicidio, como lo es el asesinato de la presidenta municipal de Temixco, Morelos, Gisela Mota, vemos que a los responsables ya les pusieron nombres.
Según el informe de las autoridades lo perpetraron integrantes de una banda del crimen organizado, ese ente al que el gobierno aparentemente le tiene declarada la guerra y gracias al cual cientos de casos de feminicidio quedan impunes al depositarlos en ese apartado, como un caso más de los tantos que quedan en el aire.
Ese ente que no por orientarse principalmente al tráfico de sustancias prohibidas, deja de ser un conjunto de seres permeados por la misoginia, el sexismo, el machismo. No por dedicarse a una actividad productiva ilegal, está libre de la comisión del feminicidio.
Al contrario, miles de mujeres mueren cada año en el contexto del narcotráfico. Son novias, esposas, hijas, trabajadoras, colegas, víctimas de explotación sexual comercial, madres y hasta funcionarias, como lo era la presidenta municipal Gisela Mota.
El problema es que cuando el feminicidio se comete en un contexto de sicariato, tráfico de drogas ilegales, tráfico y/o trata de personas, las muertes de las mujeres se subsumen en un consenso social que se resume en la frase “se lo merecía, ella se lo buscó”.
De ahí que las mujeres asesinadas por ser mujeres tanto en el contexto del crimen organizado como fuera de él, estén siempre expuestas a primero ser juzgadas como merecedoras o no de derechos, y por ello se queden sin acceso a la justicia, cuando en algunas ocasiones existen los elementos para investigar, juzgar, y bajar el índice de impunidad en los crímenes de género.
Aplausos y hasta la entonación del himno nacional escuchamos el viernes pasado cuando se anunció frente a altos funcionarios mexicanos la captura de uno de los narcotraficantes más buscados del mundo. Nada de eso escuchamos cuando se empezó a aclarar el asesinato de Gisela Mota.
Pero igual pasa con las jóvenes a las que asesina su compañero sentimental si éste era narcomenudista o drogadicto. Lo mismo observamos cuando un padrastro asesina a golpes a la hija o hijo de su pareja sentimental, quien rápido se desvanece como el blanco del juicio público para dirigirlo acrecentado contra la madre que “lo permitió”.
Las mujeres pierden siempre. Unas por relacionarse con personajes dedicados a actividades ilegales, otras por “ser tontas” al no separarse de una pareja violenta, otras más, quienes gracias a su posición y red de apoyo, su caso se lleva a lo público, a la exigencia masiva de justicia como Gisela Mota, pero cuyo caso seguramente quedará opacado por la “gran captura” de alguien que se considera mucho más importante, aunque éste sea un delincuente mayor.
Ellas, las mujeres que fueron objeto de desaparición, trata, violencia de género y feminicidio, son también víctimas de lo que podríamos catalogar como crimen normalizado, aquel que se comete contra las mujeres y se permite en cualquier contexto.
En Sonora se empieza a vislumbrar la aplicación del tipo penal de feminicidio de acuerdo con su descripción en el Código Penal, cada vez en mayor medida. Las ocho hipótesis dan un marco amplio para describir las razones de género, y podemos observar que ya se ha trascendido la creencia de que sólo los asesinatos por parte de la pareja o ex pareja sentimental, esposo o novio son feminicidio.
Hoy día observamos consignaciones con claridad sobre el hecho de que se cometen varios delitos, considerando al feminicidio como delito autónomo y no como agravante.
Eso antes era inconcebible, pero hoy podemos registrar por ejemplo consignaciones por feminicidio y robo; feminicidio y violación, como dos delitos distintos cometidos en un mismo evento, lo que nos da esperanza de que se empieza a comprender por qué se requiere la perspectiva de género en la investigación y formas de juzgar.
Las familias de algunas víctimas de feminicidio en Sonora podrán seguir su duelo, teniendo la certeza de qué fue lo que sucedió, y quiénes estuvieron implicados. Defendiendo su derecho a la justicia, la dignidad de la víctima queda entonces salvaguardada.
Se trabaja institucionalmente contra el crimen organizado, así debería hacerse con la violencia de género y el feminicidio. ¿Cuándo hablaremos de estrategias contra este crimen normalizado?
Twitter: @mujersonora
*Periodista integrante de la Red Nacional de Periodistas y directora del blog Mujer Sonora (http://mujersonora.blogspot.mx/).