Opinión

internetSARA LOVERA/ Palabra de Antígona

 

Aunque pronto se publicará su libro póstumo al gran humanista Umberto Eco, lo vamos a recordar por su libro Número Cero (2015), la más aguda y profunda crítica al mal periodismo. Perder a este escritor, filólogo, filósofo, columnista sin parar ha sido un gran golpe. Un día viajé a Milán sólo para conocer el sitio donde iba a cortarse el pelo. Soñé en encontrar su escritorio en la Universidad de Milán y me senté en las galerías esperando verlo pasar.

Fue el Péndulo de Foucault lo que me hizo su aficionada, aun cuando  su más exitosa novela fue El nombre de la Rosa, pero sus reflexiones para entender Europa están en A paso de Cangrejo y en su  medio centenar de ensayos sobre hechos y sucesos coyunturales;  quedé convencida, al terminar Número Cero, que nos había ofrecido una cátedra permanente de comunicación, lenguaje, crítica inteligente y periodismo; eso a través de sus eruditos escritos, su evidente capacidad de investigación y su enorme compromiso con la humanidad.

Ya había calculado escribir esta semana de Número Cero. Creo que el periodismo, en sí mismo, por sus técnicas, su oficio, es una profesión socialmente útil. No es necesario agregarle una “militancia”, hacer buen periodismo puede ser un puente de comunicación, puede ser una puerta de entrada a hechos insospechados, puede constituir un referente seguro sobre un fenómeno y puede ser una fuente de riqueza histórica fenomenal.

¿Cuál es el problema? Equivocar el camino. O ser indiferente a hechos como el planteado en Número Cero. En esta novela  Eco plantea una trama, una historia referida a un negociante de la comunicación. Este personaje utiliza como buscapiés supuestas historias, mucha prospectiva política y anuncia que esas historias las sacará a la luz, cuando nazca un nuevo periódico; contrata un fenomenal erudito, sólo que no es un burócrata del periodismo, sino un individuo que a los 50 años, por su capacidad de análisis e imaginación logra adelantarse a la realidad, puede vislumbrar acontecimientos y servir a un político que busca asustar a muchas personas.

Con esas informaciones amarillas; descalificaciones y acusaciones, logra que políticos, empresarios y otros, lo quieran callar con dinero, el comerciante hará un negocio redondo.

Lamentablemente no es ciencia ficción. Sucede. Ese libro me inspiró para hablar de periodismo, de comunicación, en un momento de México donde muchos medios, y periodistas viven de la noticia negativa, de la muerte, la sangre y el feminicidio, como plataforma empresarial. No veo donde hay periodismo de género, no lo encuentro.

Este tipo de periodismo, sin saberlo o ¿sabiéndolo?, ayuda a mitigar la indignación, cuando saca sólo el enojo, ayuda a evitar el verdadero agotamiento social, vive de medias verdades y medias mentiras.

Hace muchos años, Bertha Hiriart, Norma Valle y Ana María Amado escribieron el ABC del periodismo no sexista, una joya que fue piedra de toque para las grandes emprendedoras de la comunicación feminista. En ese libro se argumenta perfectamente una verdad: la invisibilidad de las mujeres en el hecho noticioso; se decía que si alguien llegara a la tierra, por ejemplo, un marciano, diría rápidamente, en la tierra sólo hay hombres, porque nombrar a las mujeres, hace pocos años, era impensable.

Hoy también. Las mujeres están nombradas sólo como asesinadas, ya no se habla de las violentadas ni se habla de sus creaciones, menos se las encuentra protestando con fuerza, sólo se habla de ellas en espacios inertes, se las ve en silencio desesperadas, vulnerabilizadas y aguantando todas las formas de opresión. Nunca triunfantes, como las trabajadoras del hogar que esta semana lograron el registro de su sindicato, la nota negativa es que tardó, es quién sabe, es que son malas y puercas las autoridades. La felicidad de estas mujeres, no se verá apuntalada por el aplauso, mientras sólo haya conmiseración, por cierto claramente clasista y discriminatoria.

Igual sucede con el arduo trabajo de unas cuantas para conseguir de las autoridades en un litigo algo favorable. Entonces se habla también en negativo; peor cuando se examinan las diferencias, por ejemplo laborales.

En fin, la disección de un periodismo no humanista, que no ve a las personas de un país, donde se lucha y trabaja en muchos frentes; donde se consiguen millonarias toneladas de flores para exportar; donde las mujeres superan en número a los varones en doctorado en las universidades; donde no se ven los experimentos científicos que nos darán luz sobre algunas enfermedades; donde las mujeres que son felices son oscurecidas, no hay esperanza y sin ella, no habrá revolución, ni cambio.

El discurso es tan oscuro y sin esperanza, que sólo sirve para hacer breves chantajes. Para pedir bajo la mesa ayuda a un emprendedor proyecto de “denuncia” y no hay creatividad ni mirada ni horizonte, hay, eso sí, manipulación.

Nadie con medio cerebro podría decir que las mexicanas hemos encontrado el camino hacia nuestra libertad. No, ese camino está muy lejos; mil 800 asesinadas al año, no es una mentira. Lo que estoy queriendo decir es que para que las vidas de esas mil 800 mujeres se reivindiquen, hay que buscar caminos menos estrechos. Un performance, una canción, una campaña con flores y música para traerlas aquí, una mirada abarcadora que explique el proceso de la discriminación hasta el asesinato; una lista donde son exigibles los derechos, una manual para aprender a enfrentarse a los juicios.

No me basta la denuncia. Esa aturde mis oídos. Más de cuatro décadas hace que iniciamos la comprensión de cómo la violencia contra las mujeres es la expresión más nítida del patriarcado. Tenemos que enseñarla, profundizarla, decirla de mil colores, no sólo con sangre. La sangre no me lleva a ningún lado.

No la pura descalificación, necesito un periodismo que investigue, que testimonie, que revele cómo funcionan los juzgados, no que me diga que el gobierno, algo tan abstracto como incompleto, tiene la culpa; necesito que me diga cómo se enseña civismo en la escuela secundaria; que me explique cómo una dizque periodista democrática, escribe un libro horrible sobre la vida de relación de varias parejas de la vida política y no me cuente nada del patriarcado u otra súper democrática ponga en sus portales el cuerpo desnudo o sangrante de las mujeres asesinadas.

Necesito otra cosa. Un nuevo manual de periodismo que nos enseñe a mirar la realidad y todos sus contornos. Que me ayude a descubrir la frescura de una atleta, la capacidad de una matemática, que me cuente la historia de triunfo de la primera médica mexicana y no me deje de contar la corrupción en un juzgado. Eso necesita el periodismo cuyo camino sea el de rendir cuentas a la sociedad, a toda la sociedad.

Otra cosa. Todo esto es producto de mi Facebook donde todas las notas negativas, ni quién las vea y las sosas, superficiales, tontas o, también humanas, el amor, la foto hermosa de una niña feliz o de una boda, son mucho más vistas que la denuncia.

Y claro el amarillismo ese sí que tiene audiencia.

En fin, apuntes de periodismo, ese que nos hace falta y que necesitamos, equilibrado, plural, profesional, investigado, atento a los quehaceres de las mujeres, el que nos las puede mostrar humanas, asertivas, equivocadas, perdidas, alegres, indignadas, trabajadoras, inteligentes o mediocres, pero que no sólo me hable de sus desgracias, sino de sus hallazgos y su horizontes.

Estoy con la frase de Humberto Eco, “Los perdedores y los autodidactas siempre saben mucho más que los ganadores. Si quieres ganar, tienes que concentrarte en un solo objetivo, y más te vale no perder el tiempo en saber más: el placer de la erudición está reservado a los perdedores...”

 

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