CARLOS MIGUÉLEZ MONROY*
“Conecta con otros expatriados en tu ciudad. Súmate a fascinantes eventos para conocer gente internacional. Obtén consejos e información sobre tu nuevo destino”. Así se anuncia Internations, una red que funciona en casi 400 ciudades de todo el mundo y que tiene como slogan “Conectando mentes globales”.
Las personas interesadas se registran en la página web que dirige al usuario a la sección de su ciudad. El expatriado se encuentra con una oferta de catas de vinos, degustaciones en restaurantes, encuentros para hacer contactos profesionales, actividades en bares y discotecas para solteros, quedadas para ir a correr en grupo, visitas a museos y exposiciones, acciones filantrópicas, partidos de fútbol 7 y muchas otras opciones.
El miembro que paga una cuota anual puede apuntarse a tantas actividades como grupos temáticos quiera y, el que no lo hace, tiene una participación limitada o tiene que pagar en la entrada de muchos eventos.
La apertura de las actividades y grupos a gente local permite que los llamados “expatriados” se integren mejor porque evita que se precipiten a encerrarse con “los suyos” en comunidades endogámicas como ocurre en muchos entornos diplomáticos, especialmente en países “exóticos”. En esos ambientes, mucha gente se pasa años viendo, comiendo, cenando y participando en eventos con las mismas personas sin entrar en contacto con la gente local.
En la entrada de algunos eventos, los organizadores entregan una pegatina con el nombre de la persona y la bandera del país, lo que ayuda a romper el hielo y facilita el acercamiento a personas desconocidas. La página funciona como red social. Uno puede solicitar el contacto de otras personas en función de la nacionalidad, de los intereses o de algo tan simple como la foto. Esto facilita la creación de grupos en función de afinidades, gustos, edades e intereses. Los usuarios tienen la posibilidad de ver quiénes se han apuntado a determinados eventos.
El idioma también da juego para conocer gente en los eventos. Muchas veces, el inglés se convierte en el idioma vehicular porque no dominan otros idiomas algunos “expatriados”, a los que nadie llama “inmigrantes”. Quizá tenga que ver su nivel educativo y económico.
Además de Internations, los “expatriados” cuentan con otras plataformas. Madrid Babel, que funciona desde hace más de diez años, reúne cada semana a personas de distintas nacionalidades para ofrecer “su lengua” a otros a cambio de practicar un idioma de su interés. Estos encuentros para reforzar el idioma o aprenderlo en un contexto más informal y social atraen el interés no sólo de extranjeros que quieren empaparse de la cultura española y conocer a gente autóctona, sino también de españoles que quieren practicar el inglés, el francés u otros idiomas.
Couchsurfing permite que las personas locales ofrezcan gratis una habitación a personas que viajan desde distintas partes del mundo, lo que también genera vínculos entre personas de distintos países. Los propios extranjeros que llevan tiempo en un lugar y que conocen las dificultades de vivir en una nueva ciudad ofrecen una habitación a una persona recién llegada.
Estas plataformas permite a los “locales” salir de sus círculos sociales tradicionales y acceder a otras personas y grupos, una posibilidad que se cierra con el paso del tiempo, sobre todo una vez que se consolida la vida laboral. La gente empieza a casarse y a tener hijos, se muda de ciudad, encuentra otras afinidades, “se formaliza”… Las redes sociales mantienen el contacto aunque muchas veces en forma de espejismo, pues a veces se repite la sensación de creciente dificultad a la hora de encontrar tiempo y espacio para tomar un café o una cerveza con un amigo.
Se habla de la paradoja que supone acercarnos con desconocidos y alejarnos de quienes estaban más cerca con las redes sociales. Puede sonar a cliché, pero el frenesí de la vida moderna requiere de espacios como Internations, Madrid Babel y Couchsurfing para evitar el aislamiento y que la vida diaria de trabajo y la rutina fagociten a las personas sin importar el color de su bandera. Cualquiera puede convertirse en un Ulises que “pasábase los días sentado en las rocas, a la orilla del mar, consumiéndose a fuerza de llanto, suspiros y penas, fijando sus ojos en el mar estéril, llorando incansablemente…”.
*Periodista y editor en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)
Twitter: @cmiguelez