Opinión

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LULÚ V. BARRERA*

Cimacnoticias 

A Sandra, mi hermana

Odié mi menstruación hasta que empecé a usar la copa. Así de claro. Mi sangre me parecía un desecho asqueroso y siempre era un peso que llegara la regla. Toda mi vida asocié la menstruación a una historia llena de episodios traumáticos o de vergüenza.

Una vez en la primaria me bajó casi al terminar las clases, fui corriendo al baño e hice rollito un poco de papel, lo puse en mi calzón. Obvio no fue nada para el torrente que corría desde mi interior. Al salir mi tía pasó por mí y de camino a casa sólo sentía la sangre escurriendo entre mis piernas sin parar. Llevaba la falda del uniforme escolar. Nada podía hacer, gotas y gotas de sangre corrían entre mis muslos hasta llegar a las calcetas, sentí mucha pena, todo estaba fuera de control y aunque estoy segura que mi tía también lo vio, no me dijo nada.

Otro día fuimos de vacaciones, íbamos a nadar a un balneario con la familia y a mi prima y a mí nos bajó al mismo tiempo. Era un desastre porque eso significaba que no íbamos a poder nadar. Estábamos en secundaria y ya sabíamos que había algo llamado tampones pero no sabíamos cómo usarlo y nadie en nuestra familia nos podía orientar, había algún tabú raro en eso de meterte un palo de algodón en la vagina. Nosotras estábamos decididas a nadar y compramos unos, cada una leyendo el instructivo y escuchándonos de un baño a otro tratamos de ponerlo. Nunca lo sacamos del palito de plástico y salimos así, y nos dolía.

¿Qué hay de común en ambas historias?, el silencio. Nadie nos dijo nada y nosotras tampoco preguntamos. ¿Por qué?, porque hablar de menstruación entre mujeres ha estado envuelto en un halo de ocultamiento y vergüenza. Ir a comprar toallas lo era, como si fuera ilegal, te daban un paquetito que de inmediato escondías y volteabas a todos lados para asegurarte que nadie te viera.

En la India recién en mayo de este año hicieron un experimento: Una mujer con una bolsa transparente con toallas femeninas esperaba el bus en la parada, detrás había un hombre orinando en la vía pública. ¿Adivinen quién recibió más reclamos? Ella. ¿No me creen?, veanel video.

¿Por qué la sangre que viene de cualquier otra parte del cuerpo no nos da asco?, porque el asco de la sangre menstrual está asociado al estigma hacia nuestro sexo, a la idea de que el sexo y nuestro deseo sexual está maldito.

Me enteré de la copa en espacios feministas, la vendían en varios lugares y empecé a oír que mis amigas la usaban. Yo era muy irregular y poco me importaba que no me bajara, de hecho hasta me parecía mejor. Pero el año pasado empecé a ser regular y entonces cuando llegó el segundo ciclo, puntual como nunca, compré una y desde ese día todo cambió.

Primero, conocí mejor mi cuerpo. Tuve claro que las clases de biología, donde aprendimos anatomía de los órganos sexuales, me sirvieron para un carajo. Hasta hace un año no tenía claro que el orificio por donde hago pipí y por donde menstrúo y tengo relaciones sexuales son dos cosas distintas. Sí, siendo adulta, feminista y todo lo que quieran, así de básico.

Después, exploré nuevas formas de tocarme. Aunque amo masturbarme y lo he hecho desde hace mucho, colocarme la copa me hizo tocarme de manera distinta, con mayor consciencia y sin prisa, y apreciar la dimensión interna de mi vagina.

Tercera, me di cuenta de que no menstrúo ríos y de que en realidad, ya toda reunida, la sangre de un ciclo completo ni siquiera llena un frasquito de vidrio cada mes. Además, mi sangre fresca, recién recogida de mi interior, no apesta como la hacen oler las toallas femeninas. Es una experiencia limpia, orgánica y hermosa.

Mejor aún, descubrí la dimensión mágica de mi sangre, recolectarla desde entonces se ha vuelto uno de mis rituales más significativos.
Verla ahí, junta toda, móvil, con un peso propio y un rojo intenso que emana de mi interior, me ha hecho amarla profundamente.

Ahora sé que esa sangre soy yo, que es la potencia de mi cuerpo, la prueba más vital de mí. Mi sangre es mi corriente interna, un manantial continuo, una conexión con los astros y la prueba más fehaciente de mi cadencia interna.

Amo mi sangre menstrual. Después de toda una vida de desprecio ahora es mi pequeño tesoro, la cosecha de mi cuerpo, soy yo misma. Después, la devuelvo a la tierra y me alegra saber que sus nutrientes fortalecen mis plantas.

No dejen de escuchar “El nuevo orden menstrual”, un clip de radio de media hora hecho por Yamuna en “Voces de Mujeres”, les hará reír un montón y dará muchísima información súper útil.

*Lulú V. Barrera es letróloga de formación, antropóloga por historia de vida y activista por decisión. Cree que debe reescribirse la historia, volver lo familiar extraño y extraño lo familiar, y sueña con otros mundos posibles. Admiradora de mujeres guerreras, creó y conduce “Luchadoras” en Rompeviento TV.

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