Opinión

graficCarmen R. Ponce Meléndez*

Cimacnoticias | Ciudad de México.- 16/08/2016

Recientemente, el Instituto de Estadística y Geografía (Inegi) publicó los resultados del “Módulo de Condiciones Socioeconómicas” (ingreso de los hogares). Todo un “bombón”, según este documento: el número de pobres se reduce en 10 millones y por si fuera poco la metodología utilizada impide que sea históricamente comparable, mejor imposible. Como quien dice “borrón y cuenta nueva”.

Por lo pronto esto impidió que el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política Social (Coneval) pudiera publicar su informe de pobreza para 2015 y se ha iniciado una controversia importante entre estas dos instituciones.

¿Cuál es la importancia de la medición de la pobreza y cuáles sus efectos?

Como bien afirma León Bendesky “La medición de la pobreza es una especialidad profesional. Saber cuántos pobres existen en una sociedad, o en todo el mundo, es de interés académico, político y técnico.

Medir la pobreza requiere cifras, de estadísticas y de un consenso acerca de cómo se definen, cómo se recogen, cómo se trabajan y la forma en que se presentan para ser comparables en el tiempo.

Por lo mismo, tiene objetivos diversos: promover el conocimiento de la estructura y el funcionamiento de la sociedad; ganar elecciones, controlar presupuestos públicos, movilizar recursos humanos, materiales y financieros e impulsar intereses partidarios; gestionar enormes fondos de organismos internacionales y, también, alentar determinadas preferencias ideológicas” (La Jornada 8 de agosto).

GANAR VOTOS, REDUCIR PROGRAMAS

En este escenario, resultados como los del documento publicado por Inegi y sus cifras caen muy bien a las elecciones del 2018 y al partido en el poder. No es casual que el primero en avalar estas cifras fuera justamente el Secretario de Desarrollo Social.

La reduccion de 10 millones de pobres es mágica porque no hay ningún elemento en la economía (crecimiento económico o del salario) que lo sustente o justifique esa situación. Argumentar que esa reducción de la pobreza se debe a los programas sociales del sexenio es una broma de mal gusto.

Un primer efecto será la reducción del gasto público asignado a los programas sociales en 2017, de suyo contemplado.

Tambien está en riesgo un importante instrumento que sustenta las decisiones de las políticas públicas, en especial la política social: la encuesta ingreso-gasto de los hogares que realiza cada dos años el propio Inegi y, por supuesto, los informes bianuales de pobreza de Coneval.

Claro que todo instrumento técnico-estadístico es susceptible de mejorarse, de hecho algunos académicos y especialistas del tema afirman que las cifras de Coneval subestiman el nivel de pobreza en el país.

MUJERES, LAS MÁS AFECTADAS

Obviamente, con todo esto, las más afectadas son las mujeres, por la sencilla razón de que son las más pobres y las más invisibilizadas, porque a duras penas empiezan a ser identificadas por las estadísticas del país.

Por lo demás las expectativas económicas no son nada halagüeñas, se espera un semestre con una desaceleración económica y más recortes al gasto público para 2017. Las proyecciones internacionales para el crecimiento de la economía son menores a los 2 puntos porcentuales, menos que 2015 que fue de 2.5 (ver gráfica). Banco de México habla de mayor inflación y debilitamiento del peso, respecto al dólar.

El alza de los precios en la gasolina y de las tarifas eléctricas no abona a mejorar la situación, sin contar con que la promesa presidencial era que éstas bajarían con las reformas, lo que resultó falso.

También el último índice de confianza del consumidor que formula Inegi presenta una disminución importante. Las expectativas de las familias de comprar un auto disminuyeron 5.5 por ciento y las posibilidades de comprar o remodelar una casa cayeron 7.2 puntos porcentuales.

Lo único que crece son las divisas provenientes de las remesas y del turismo, y eso por la depreciación del peso.

La disminución de los ingresos en las finanzas públicas se ha ajustado mediante recortes al gasto público, concretamente a la inversión pública. Al cierre de 2015, la proporción de la inversión pública en el PIB era de 3.7 por ciento, actualmente es menor al 3 por ciento.

Específicamente, la inversión física se ha reducido en más de 16 por ciento. Esto impacta de manera muy importante la construcción de puentes, carreteras o de puertos y, en general, la infraestructura.

Sus efectos son: menor crecimiento, menor productividad y menos empleos. Son los rccortes de inversión más fuertes desde 1974, los más fuertes de la historia reciente del país, con posibilidades de que 2017 sea igual o peor, un escenario de estancamiento.

Todo esto, en contra de lo recomendable, que sería orientar la política económica hacia el combate del estancamiernto y la desigualdad, por medio de la prioridad a las inversiones en infraestructura en las regiones más rezagadas del país, la realización de una reforma fiscal redistributiva que promueva el bienestar de los estratos más pobres de la población y sobre todo iniciar una recuperación del salario real, un salario digno es indispensable.

Sin embargo sucede todo lo contrario, el Secretario del Trabajo ya anunció que no habrá aumentos salariales “especiales”, solamente el ridículo 3 por ciento de diciembre.

Como bien se puede apreciar, no existe ninguna razón para que disminuya la pobreza, y menos en 10 millones de personas. Todo lo contrario, la pobreza del país está en franca expansión, desafortunadamente.

Twitter: @ramonaponce

 

* Economista especializada en temas de género.

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