Opinión

olimpicosrio201601especialLENGUANTES

MARIEL GARCÍA MONTES*

Cimacnoticias 

 

(Esta columna, en agradecimiento a las mujeres que trabajan género y deporte incansablemente entre ciclos olímpicos: Pamboleras, @elpezflaco y las periodistas de deportes con perspectiva de género).

Tenía 6 años la primera vez que vi gimnasia en los Juegos Olímpicos con mi madre. Era 1996, el año en el que, Kerri Strug, lesionada, decidió aterrizar de todas maneras el salto de caballo que le dio el oro al equipo de EEUU en gimnasia artística femenil. El año en que María Petrova se retiró de la gimnasia rítmica con una de las rutinas de pelota más hermosas que, veinte años después, he visto en la historia de la gimnasia.

Una década después, ya con acceso a internet, pasé horas de mi vida leyendo, viendo y hablando sobre gimnasia y los Juegos Olímpicos. Durante los campeonatos mundiales, mi Twitter se llenaba de mensajes que literalmente A Nadie Le Importaban, y nunca tuve, fuera de los foros de Internet, con quien disfrutar esta afición. Ser fan de la gimnasia en un país de futbol es una actividad bastante solitaria.

Cuento esta historia porque, dos décadas después, el día que siempre esperé llegó por fin: los medios mexicanos estaban hablando sobre la gimnasia mexicana. ¡A la gente le importaba!

Excepto que no: a nadie le podría importar menos la gimnasia. La gente claramente sigue sin saber un pepino sobre los códigos de puntaje, los elementos de la gimnasia. En realidad, la gente no sabe un pepino sobre atletismo, natación, deportes olímpicos medianamente alejados de nuestra realidad diaria. Y eso no está mal. No tenemos por qué ser expertos en algo lejano.

¿Cómo, entonces, estamos ocupando el espacio de comunicación que crean los Juegos Olímpicos? La respuesta se vuelve evidente semanas antes de la ceremonia de apertura: nos gusta hablar sobre cuerpos. En específico, sobre cuerpos de mujeres.

La receta es simple: Tenemos una gimnasta mexicana, Alexa Moreno clasificada para unos Juegos Olímpicos(!!!). Naturalmente, decidimos usar el espacio de comunicación que se presenta para hacer comentarios raciclasistas y gordofóbicos sobre su cuerpo. Así como lo usamos para hablar de la “belleza sexy” de Cynthia Valdez, no sobre su larga carrera, cuando ella era la que estaba bajo el reflector.

¿Esto significa que debemos pretender que los cuerpos que vemos en los Juegos Olímpicos no son algo fuera de serie? Ésa no es mi postura. En realidad, me parece que los Juegos Olímpicos son una de las celebraciones más grandes que tenemos del cuerpo y de la verdadera magia que logra ejecutar.

De estos Juegos Olímpicos, siempre recordaré la emoción desbordante que me causó ver el poder de Caterine Ibargüen de Colombia, campeona olímpica en salto. La magia histórica de tener, después de décadas de tabú, a una nadadora afroamericana, Simone Manuel, y a otra, Yu Fuanhui, hablando abiertamente sobre menstruación. La resiliencia perpetua de Oksana Chusovitina, gimnasta que compitió en sus séptimos Juegos Olímpicos. La fuerza increíble de las mujeres haciendo halterofilia, la resistencia de las nadadoras sincronizadas.

Veinte años después, los Juegos Olímpicos volvieron a ser una oportunidad para sentarme con mi madre a admirar el trabajo de mujeres deportistas y maravillarnos con sus cuerpos, sus cuerpas. Tanto podemos celebrar sobre las cuerpas que no tenemos excusa para usar el poco espacio que dedicamos al olimpismo para criticar, pretender que lo que pueden hacer no es superhumano.

Espero que, en la próxima edición, medios de comunicación y civiles ocupemos el espacio para celebrar lo que ya muy elocuentemente ha dicho mi querida @evekamikaze: la cuerpa es potencia. Gracias a todas la atletas de Río 2016 por realizar la potencia de sus cuerpas de maneras tan inspiradoras.

Nota: al cierre de este texto, Guadalupe González ganó plata en marcha. Al centro de un escándalo de corrupción en las instancias del deporte mexicano, la cuerpa de esta mujer realizó su potencial en 20 kilómetros. Mi más profundo respeto.

*Mariel García Montes es comunicadora y “hippy” (“chaira”, “activistoide”) en temas de TIC para el cambio social con jóvenes y activistas. Ya no es tan joven, pero cada vez es más feminista, y quiere aprender de y con mujeres que así se identifiquen.

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