Carmen R. Ponce Meléndez/Monedero
“Esta crisis sanitaria y económica que se extiende ya por más de seis meses y de cuyos efectos hay signos de recuperación, no representará una vuelta a lo que antes se tenía, esa ilusión debe desterrarse pronto”. (León Bendesky, La Jornada 5/oct/2020)
Se habla de que ya se inició la recuperación de una crisis gemela -sanitaria y económica-. Como bien dice Bendesky, no es un regreso a la “normalidad” por fortuna, pero tampoco una mejoría generalizada de las condiciones de vida de la población, hay grupos muy afectados y con muchas posibilidades de agudizar sus condiciones de pobreza, en el mediano y largo plazo. Es el caso de las mujeres, fuertemente golpeadas en su economía, su salud y su vida comunitaria o familiar.
El empleo de las mujeres y su precariedad están en el centro de esta crisis porque estas condiciones de desigualdad y todo lo que sigue ya existían antes de la crisis sanitaria, simplemente se agigantaron.
Se tomó una decisión difícil, la política es tratar de guardar un frágil equilibrio entre la apertura de actividades económicas y los contagios del virus que ponen en riesgo las vidas en segmentos que ya están identificados, como las mujeres.
Ese “equilibrio” se rompe por lo más delgado y lo más delgado es la fragilidad con que viven hoy las mujeres en todo el país.
Recientemente la presidenta del Instituto de las Mujeres presentó un informe donde señalaba que ellas predominan como beneficiarias de todos los programas sociales actuales: el de empleo para jóvenes, los créditos para microempresarias; mejoramiento urbano o pensión para las adultas mayores.
Prácticamente en todos los programas sociales, 60 por ciento o más de las beneficiarias son mujeres, sin embargo ninguno tiene perspectiva de género y ellas están ahí porque son las más pobres, las que no cuentan con una pensión contributiva, perdieron su empleo y van a poner un changarro o tratar de salvar el negocito, también predominan en los “ninis.
Son pequeños “salvavidas” para medio flotar momentáneamente, pero seguirán en la línea de pobreza y sin capilaridad social o con ninguna opción para medio resolver la enorme desigualdad de que son objeto. Ni que decir de la violencia, impunemente galopante.
¿Cuál es la situación laboral actual de las mujeres?El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) acaba de presentar los resultados de la Encuesta Nacional de Ocupación (otra vez en la modalidad presencial) correspondientes al mes de agosto, ahí se puede apreciar una recuperación del empleo, pero no en una comparación anual sino mensual y con desigualdades muy acentuadas para las mujeres, en todos los renglones:
Nivel salarial, desocupación, informalidad, subocupación, derechos laborales, y amplia desigualdad, entre otros. No es un empleo digno y mucho menos un cambio cualitativo
De los 12 millones de personas que salieron de la PEA en abril, se han incorporado alrededor de 7.8 millones para agosto. Hay un déficit de empleos de 5.3 millones, además los empleos generados que se han recuperado son de salario más bajo y la informalidad crece de manera significativa. El reto no es menor, generar en un corto plazo 5.3 millones de empleos formales y no para crecer, simplemente para alcanzar el mismo nivel que se tenía antes de la pandemia.
La Subocupación (personas que requieren de dos empleos para completar ingreso) aumentó más en las mujeres, fue de 17.7 versus 16.6 masculina. En agosto de 2019 los porcentajes eran de 6.8 y 7.9, respectivamente. Ahora para las mujeres el tener dos empleos es un imperativo por el bajo salario, el porcentaje creció de 6.8 a 17.7 por ciento, prácticamente el triple, ¿cómo hacen para cubrir estas nuevas necesidades económicas? ante una desproporcionada carga de trabajo en cuidados o doméstica, en franca desigualdad de género y económica (ver gráfica).
Tanto en micro negocios como en pequeños establecimientos sucede algo similar, en particular micronegocios es mayor la recuperación masculina, también en trabajo por cuenta propia, 22.4 frente a 22.6 por ciento. En la comparación anual (agosto 2019), era mayor el número de mujeres que tenían un trabajo por cuenta propia (23.9 por ciento), mismo que se perdió por la pandemia.
-El llamado “trabajo NO remunerado”, que no es trabajo doméstico siempre ha sido desigual la proporción, predominan las mujeres. Para agosto de este año es del doble, 3.0 / 6.4 en ellas. En 2019 era de 3 / 7.0 por ciento, respectivamente. ¿Algún cambio para mejorar la desigualdad? Ninguno, todo muy conservador y con miras a empeorar.
-Tasas de particpación económica. Ahí ha sido muy grave el efecto para las mujeres, tanto en desigualdad como en lo económico; significa que prácticamente fueron expulsadas del mercado laboral aún en el auto empleo por el confinamiento; las que estaban como trabajadoras subordinadas y remuneradas se han refugiado en el empleo informal o en el desempleo abierto.
La tasa masculina es de 72.8 y la femenina 38.9 por ciento, prácticamente la mitad. El número de mujeres que realizan un trabajo subordinado y remunerado ¿cómo se comporto?, se redujo 13.1 por ciento, cifras de julio.
Esta población de mujeres no económicamente activas pero disponibles (buscando empleo), creció 66 por ciento en relación con el año pasado, cifras de julio. El número de trabajadoras subordinadas y remuneradas (que reciben un ingreso), disminuyó 13.4 por ciento en julio de 2020, respecto al mismo mes del año anterior. En la población masculina sucedió exactamente lo contrario, ésta aumentó 47 por ciento, más población masculina con un ingreso, de nuevo se reforzó una desigualdad de género muy amplia.
-Desempleo. Desde luego ha sido mucho más pronunciado para las mujeres, la tasa de desocupación femenina en julio se ubicó en 6.4 por ciento; respecto al año anterior implicó un incremento de 2.4 puntos porcentuales, mientras que la masculina sólo aumentó 1.3 puntos. Para agosto de 2020 fue de 5.2 y el año anterior era de 3.6 por ciento en mujeres, una diferencia sustancial para la solución del desempleo femenino.
-¿Qué ha sucedido con los salarios? Es ampliamente conocido que ahí también hay una desigualdad muy acentuada: a mayor salario menor participación femenina, eso diriamos esta “normalizado”. Y esta crisis ha hecho con los salarios lo mismo que con las otras variables, ahora hay más pobres porque lo que ha crecido es la población trabajadora con un salario mínimo y las personas con los salarios de más 5 SM cada vez son menos.
Conforme a los datos de Inegi en julio de este año el porcentaje de mujeres con un salario mínimo (3 mil 696 pesos al mes), es de 29.7 por ciento. En tanto que el porcentaje de población masculina en este mismo nivel salarial se reduce a 19.0 por ciento, es innegable que hay más pobreza femenina. Por si fuera poco a nivel sectorial el Sector Comercio -nicho laboral femenino-, es el que muestra disminución en el empleo durante agosto. Definitivamente NO hay recuperación económica para las Mujeres… todavía.
PD:
Inegi reportó que en septiembre la confianza de los consumidores para evaluar la situación económica de sus hogares del país así como la posibilidad de adquirir un bien duradero, se desplomó 9.1 puntos respecto al mismo periodo de 2019, a tasa anual, con una reducción de 13.7 unidades en el componente que consulta por la situación económica del país hoy en día, comparada con la de hace 12 meses; lo mismo, pero al evaluar la economía en sus hogares cayó 10.4 unidades. Las expectativas de que algo mejore en los siguientes 12 meses dentro de la economía del hogar se redujo 5.1 unidades, y lo hizo 7.9 puntos en lo que hace a la situación económica del país.