Lucía Melgar Palacios/Transmutaciones
Cimacnoticias
¿Qué significa ser feminista? ¿Cómo se vive el feminismo en un mundo donde las mujeres ocupan cada vez más espacios pero siguen enfrentando acoso y violencia? ¿Es preciso declararse feminista para serlo? Y en ese caso, ¿hay que ser activista?, ¿dar siempre prioridad al tema? Si el feminismo busca la igualdad, la no discriminación hacia las mujeres, desde su propia pluralidad, ¿cómo definimos una ética feminista?
En “¿Será que soy feminista?”,su libro más reciente, Alma Guillermoprieto se plantea – y nos plantea- ésta y otras preguntas en torno a las transformaciones ganadas por las mujeres y los retos que todavía enfrentan, sobre todo en América Latina. Periodista, escritora, profesora, bailarina en sus inicios, Guillermoprieto ha publicado lúcidas, sensibles y afiladas crónicas y reportajes acerca de conflictos y movimientos sociales en esta convulsiva región, dando voz y vida propia a líderes populares, mujeres defensoras de Derechos Humanos, gente común testigo de violencias casi indecibles, atrapada en la guerra civil de El Salvador, en el Perú de Fujimori y Sendero Luminoso, o desdeñada por élites racistas que depredan territorios y vidas.
En este nuevo libro, la autora adopta una posición reflexiva personal, para pensar su propia posición como mujer ante el feminismo. Surgidas a partir de las críticas que recibió por centrarse en la obra literaria de una escritora (Chimamanda Ngozi Achie) y no en su feminismo, en una charla pública en 2019, estas reflexiones no son, sin embargo, circunstanciales. Guillermoprieto combina con maestría la recuperación de sus propias vivencias como adolescente y joven mujer en la sociedad machista mexicana, sus lecturas feministas, sus intercambios con líderes y activistas como Esther Chàvez en Chihuahua o María Elena Moyano en Perú, su visión de la estructura racista en Brasil que acabó con la vida de Marielle Franco, su interés y malestar ante la complejidad del #MeToo en redes sociales.
A la vez que evoca experiencias propias y ajenas, Guillermoprieto destaca avances tan significativos para las mujeres como la píldora anticonceptiva – además del voto y el acceso a la toma de decisiones –, pero también recuerda las contradicciones políticas entre la causa de las mujeres y el marxismo o los movimientos revolucionarios que afirmaban que la primera podía esperar hasta la liberación del proletariado o del pueblo. Recordar estos hechos, como lo hace la autora, contribuye a una historia más personal del feminismo en América Latina donde todavía hay quien cuestiona el derecho a la libertad sexual o el aborto legal, donde los autoritarismos no sólo posponen sino ignoran o descalifican las necesidades, exigencias y luchas de las mujeres y donde siguen siendo asesinadas mujeres defensoras del territorio, y de los Derechos Humanos.
A la vez que sugiere que no hay que declararse feminista para serlo o para mejorar la vida de las mujeres, como lo hacen muchas líderes populares que no se autonombran “feministas”, Guillermoprieto plantea un tema crucial para quienes sí se declaran o son feministas, sobre todo en ámbitos conflictivos donde las diferencias no siempre se resuelven mediante el diálogo o donde prima la descalificación, como las redes sociales.
Considerando el feminismo sobre todo como una postura ética, propone una definición de la ética feminista como tolerancia y aceptación entusiasta de “la inacabable diversidad de maneras de ser mujer”, visión que estamos lejos de alcanzar, señala, y que, añadiría, subyace a su propio trabajo, caracterizado por la sensibilidad y respeto con que trata a las múltiples mujeres, luchadoras y sobrevivientes que pueblan sus reportajes y crónicas.
En un ambiente en que proliferan las diferencias al interior de los feminismos a la vez que se recrudecen las descalificaciones y ataques desde los autoritarismos patriarcales, Alma Guillermoprieto invita a releer las luchas de las mujeres y de las feministas y a buscar puentes para que el feminismo para todas deje de ser una aspiración.