Opinión

David Monreal y Aleandro TelloLos arrebatos en los traspasos de gobernadores

Un pincelazo de madurez y respeto 

Teresa Morales Duke 

Quién sabe cómo estuvieron las cosas en la reunión privada que sostuvieron los gobernadores saliente Alejandro Tello Cristerna y el entrante David Monreal Ávila. Lo que sí atestiguamos fue una respetuosa postura mutua, ante la prensa y las redes sociales, aunque sin que dejaran ambos de poner ciertos puntos sobre las íes, pero, en general, el calificativo de traspaso “terso”, dicho en el momento, quedó ilustrado.

No se recuerda un momento parecido en los traspasos del Poder Ejecutivo al finalizar los sexenios. Lo que más podría haber ocurrido en el pasado son desavenencias. Tengo memoria, tal vez no tan precisa, pero sí general, de los relevos a partir de Fernando Pámanes a José Guadalupe Cervantes Corona.

Digamos que en aquél entonces (1980), Cervantes Corona recibió la administración y aunque eran correligionarios él y Fernando Pámanes, del mismo partido, el PRI, sí operó para extinguir a todo lo que oliera a pamanismo, por cierto, un vicio arraigado en la clase política que veríamos repetirse en varias ocasiones.

Al término del sexenio de Cervantes Corona, como cada gobernador saliente, quería imponer a su sucesor, pero desde el centro de la República (1986), tenía la palabra, la facultad superior, el presidente de la República, en aquél entonces, Miguel de la Madrid, quien dio el dedazo a favor de Genaro Borrego Estrada.

Luego, Genaro (1986-1992), se separaría cinco meses antes de terminar su mandato para gran encumbramiento en la dirigencia nacional del PRI. Su interino fue Pedro de León Sánchez, acorde a sus deseos, pero, cuando se trató de querer dejar a su sucesor, también fue interceptado por los acuerdos de alto nivel del entonces presidente de la República Carlos Salinas de Gortari y el dirigente de la CTM Fidel Velázquez (+). Le tocaría el turno de gobernar a Arturo Romo Gutiérrez.

Arturo Romo Gutiérrez (1992-1998) tampoco pudo influir en la sucesión gubernamental y se le concedió la candidatura priista a José Marco Antonio Olvera Acevedo. Fue cuando renunció al PRI Ricardo Monreal Ávila (1998-2004) revelándose contra el “dedazo” venido desde el centro. Ruptura impensable, inédita y transformadora del orden establecido.

Ricardo Monreal Ávila fue acogido por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), cuya candidata iba a ser Amalia García. El pacto se hizo, va Ricardo, pero en la próxima gubernatura contendería Amalia García Medina (2004-2010).

Cualquiera diría que el traspaso sería terso, pero no, el monrealismo se convertiría en un dolor de cabeza permanente de García Medina, quien ya no sabía cómo hacer para que la vieran como la gobernadora y dejar a Ricardo en el pasado.

Bastante peor, fue para Amalia García el relevo que tuvo al perder su candidato, el que ella quiso poner, entonces sí logrado, Antonio Mejía Haro, pero quien fue derrotado en las elecciones, toda vez que el PRI capitalizó a uno de los brillantes cuadros políticos de Ricardo Monreal, Miguel Alonso Reyes (2010-2016). Amalia se vio escandalizada por las reacciones de Alonso al recibir la administración. Muchos señalamientos de las deudas, la opaca entrega-recepción, entre otros, que incluso obligaron a García Medina a encarar a los medios en conferencias de prensa para aclarar y dar su versión.

Miguel logró también poner a su sucesor en la gubernatura, es decir a Alejandro Tello Cristerna (2016-2021) ganador de la elección en ese entonces.

El juego político se puso al revés de lo que había hecho Ricardo en 1998. Del PRI se fue al PRD y Alonso del PRD al PRI. Miguel era un candidato ganador en cualquiera de los partidos, aunque salió muy raspado tras su mandato, por el manejo de las finanzas públicas del estado. Tello, su discípulo, tuvo que reventar, tarde que temprano, por la condición desastrosa en que le fue entregado el estado.

Alejandro Tello, aparentemente mantuvo cierta distancia de los prospectos a la gubernatura y les ofreció piso parejo. Lo que sí se sabía es que su relación con uno de sus colaboradores más seguros para la sucesión, Fito Bonilla Robles, era ríspida, toda vez que fueron contrincantes como prospectos a la postulación cinco años antes, la que finalmente benefició a Tello. Así que la irrupción de Claudia Anaya Mota, con el respaldo de la dirigencia nacional del PRI y encumbrados políticos del mismo instituto, le fue aceptable.

La idea de este somero recuento fue para ilustrar los tirones que suelen darse en el traspaso de gobernadores. Apenas vemos una primera imagen del comportamiento, maduro y responsable de Tello y Monreal. Cierto que no sabemos qué venga. No hay que olvidar que antes de las elecciones, ya el senador Ricardo Monreal enumeró el “decálogo del terror” que pesa sobre Zacatecas. Un escenario complicado que el propio gobernador en turno ha reconocido, en el que sobresalen el endeudamiento, una carga pesadísima a las finanzas y que da poco margen de acción.

Los puntos sobre las íes están puestos por Monreal y Tello. En ese orden, no se tolerará la corrupción, ni la simulación de transparencia, ni acciones al margen de la ley para conceder prebendas de última hora. Asimismo, dicho por Tello, dejar la casa en orden, sin más deuda que la que heredó y a la que pudo reducir un poco, dispuesto a una revisión exhaustiva porque “el que nada debe, nada teme”.

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