Carmen R. Ponce Meléndez
Cimacnoticias
“El Estado de Bienestar no fue producto de un pensamiento ilustrado para formular políticas socialmente sensatas. Fue la creación de instituciones específicas resultado de prolongadas luchas contra el capital. Todos los derechos económicos, sociales y culturales incluidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, deben volverse derechos vivos, efectivos, puestos en acto”. José Blanco, La Jornada 10/08/21
En pobreza alimentaria 5.5 millones de mujeres no tienen acceso ni siquiera a la canasta alimentaria (2020), esta cifra creció 22.2 por ciento respecto a 2018. Para ese mismo año ocho de cada diez se encontraban en pobreza extrema y solamente 24 de cada 100 mujeres se pueden considerar como “no pobres y no vulnerables”, todas cifras verdaderamente vergonzosas y apabullantes.
Son datos del informe sobre pobreza del Consejo Nacional para la Evaluación de la Política Social (Coneval), 2018-2020.
Se sabía y ahora se confirma que la afectación de las mujeres por la crisis era y es muy grave, no sólo en términos de pobreza. Ante esta radiografía de la carencia de derechos de la población femenina cabe la pregunta o es obligado preguntarse: ¿cuánto de esto obedece al Covid-19 y sus efectos y cuánto es responsabilidad de una mala política económica-social; combinada con el patriarcado ancestral de nuestra sociedad y su misoginia?
La desigualdad de género que evidencia este informe está en todos los renglones, si se habla de población en situación de pobreza 44.4 es femenina y sólo 43.4 masculina. Significan 29.1. millones de mujeres, un incremento de 7.4 en relación a 2018 con una brecha de género de 9.4 por ciento (Véase gráfica).
En carencia por acceso a los servicios de salud, tema central para las mujeres, el número en esta condición prácticamente creció al doble durante 2018- 2020, de 9.0 pasó a 19 millones de mujeres.
En la población masculina sucedió algo muy similar, de 18.5 (2018), paso a 30.5 millones para 2020; la explicación va más allá de la pandemia en salud o de la crisis; incluye el cambio del Seguro Popular al Insabi cuyos inicios coincidieron con los de la pandemia y ha complicado severamente su consolidación, sumado a un sistema nacional de salud en ruinas. Esta fractura tiene y tuvo en 2020 efectos mortales en toda la población del país.
De hecho, se registró un aumento generalizado de 12.0 puntos porcentuales en la carencia por acceso a los servicios de salud al pasar de 16.2 a 28.2 por ciento. El derecho a la salud, necesidad prioritaria y constitucional.
Otro renglón con muchas repercusiones para las mujeres es la carencia por acceso a la seguridad social. Son 50 de cada 100 mujeres (33.3 millones) las que carecen de seguridad social; cifra ligeramente superior a la masculina con 32.6 millones (ver gráfica). Necesariamente implica mayor pobreza femenina, porque es cero protecciones: la famosa informalidad laboral que lesiona calidad de vida y capilaridad social, entre otras cosas. ¡Adiós Estado de Bienestar!
Respecto a los ingresos y de acuerdo a la Conasami (Comisión Nacional de los Salarios Mínimos), 42.8 por ciento de las mujeres perciben salario mínimo y quienes perciben este nivel de ingreso tienen menor acceso a prestaciones. Menos de la mitad (45 por ciento) reciben aguinaldo, a 40.4 les asignan días pagados para vacaciones y únicamente 39.9 por ciento están afiliados al servicio médico.
Lo que predomina en la recuperación del empleo son los salarios bajos y nulos derechos laborales. El ingreso per cápita disminuyó 6.9 por ciento durante 2020.
Como siempre los índices de pobreza y rezago más altos son para las mujeres indignas, 42 de cada cien no pueden acceder a la canasta básica, en contraste las NO indígenas tienen un porcentaje de 17.6. La diferencia es enorme y se repite en todos los indicadores del informe sobre pobreza de Coneval.
En síntesis, ahora las mujeres son más pobres y su fragilidad sociopolítica es mucho mayor. Remontar o reconstruir esta realidad política, social y económica tanto de ellas como del país conlleva un gran esfuerzo, y puede durar más de una década. Pero no es imposible.
Pese a la gravedad de esta radiografía fue menor a los pronósticos que sobre el tema hizo la Cepal y otros Organismos Internacionales, incluso las investigaciones de UNAM. Los “amortiguadores” fueron las transferencias (básicamente remesas), y en menor medida los programas sociales, juntos evitaron un crecimiento mayor de la pobreza extrema.
Sin transferencias la pobreza del 2020 sería de 70.2 millones de personas; con transferencias, ésta se redujo 64.6, en población con ingresos inferiores a la línea de pobreza por ingresos ($3,599.88 urbano).
Hay que recordar que el desempleo no contó y no cuenta todavía con ninguna protección, la población, básicamente mujeres, que están en esta circunstancia no tienen ningún seguro de desempleo o crédito que les permita enfrentar de mejor manera la falta de ingresos.
La expresión regional que tiene este panorama no modificó mucho la desigualdad regional, sin embargo, fueron 19 entidades las que presentaron un aumento en el porcentaje de la población en situación de pobreza.
Las tres con mayores incrementos fueron: Quintana Roo (de 30.2 a 47.5 por ciento), Baja California Sur (de 18.6 a 27.6 por ciento) y Tlaxcala (de 51.0 a 59.3 por ciento). En las dos primeras la actividad central es el turismo, se fracturó totalmente con la pandemia de salud y su crisis económica, quedando al libre juego de las fuerzas del mercado, destruidas.
No está por demás recordar que el Coneval considera pobreza extrema a toda la población que no puede costear ni siquiera la canasta de alimentos básica y que adicionalmente presenta dificultades para acceder a varios de sus derechos sociales. Mientras que pobreza moderada significa que sí es posible alimentarse, pero el resto de bienes y servicios básicos para la vida son difíciles de costear.
Durante todo 2020 se insistió en la necesidad de hacer un ajuste en la política social y en general en la de apoyos a toda esa población en el desempleo o la informalidad y prácticamente nada se logró, se ahí que a nadie sorprende esta radiografía del país y sus mujeres, su agenda de supervivencia y lucha por sus derechos es lo central.