Filomeno Pinedo Rojas
Quién lo diría. El país que se precia de ser el más poderoso del mundo económica y militarmente, el que deslumbra a todos aquellos que desean alcanzar su sueño, el adalid de la ciencia y la técnica, el abanderado de las libertades y los derechos humanos, este domingo último de enero, Estados Unidos superó la cifra de 907 mil personas fallecidas a causa de la pandemia. Nada ni nadie pudo salvarlos, y lo más delicado es que continúa en una agresiva e interminable ola de contagio y pérdida de vidas.
En lo que va de este 2022, en varios días ha superado el millón de personas contagiadas, sumando ya casi 76 millones de alcanzados por la enfermedad y, a últimas fechas, ha estado a punto de llegar a los 4 mil decesos diarios, no obstante contar con la ciencia médica e instalaciones hospitalarias más desarrolladas y ser uno de los países que más producen vacunas, mismas que, paradójicamente un sector de su población no acepta recibir por distintos motivos.
De poco sirvieron los estímulos económicos y de otro tipo para quien aceptara ser inmunizado, o las amenazas de pérdida de empleo, restricción de ingreso a lugares públicos a quien no se vacunara, o los fuertes llamados y órdenes presidenciales de Joe Biden para lograr que se recibiera el antígeno. El porcentaje de la población debidamente protegida apenas se llega al 64 por ciento.
Incluso Argentina, Alemania, Francia, Reino Unido o Italia superan por mucho el nivel de vacunación de su población. Incluso Brasil, Irán y hasta Perú mantienen cifras de protección más altas, no se diga China que supera el 100 por ciento y ya aplica el refuerzo, o Cuba que está a punto de cubrir a toda su población con tres dosis. Contrariamente a las promesas del presidente Biden en campaña, de que vacunaría a todo su pueblo a los 6 meses de tomar posesión, nada que celebrar, nada que presumir, casi casi, ha sido humillado por la pandemia.
Ante el fracaso de la política sanitaria contra la nueva enfermedad y las protestas de miles de antivacunas en Washington recientemente, el presidente norteamericano ha tratado de desviar la atención promoviendo la guerra de Ukrania contra Rusia, enviándole cientos de toneladas de armas, cuando lo que requieren los ukranianos son vacunas puesto que es uno de los países con menos protección, poco más del 30 por ciento, y acaba de registrar sus primeros 100 mil muertos provocados por la pandemia.
Nada le sale a Biden. Justo el pasado jueves, tomó posesión la nueva presidenta de Honduras, Xiomara Castro, acompañada de su esposo, el expresidente Manuel Celaya, quien fue destituido por un golpe de Estado en el 2009 apoyado por el presidente Obama, cuando Joe Biden era vicepresidente. Ya ni las guerras le resultan al gobierno de la potencia del Norte, porque apenas hace unos meses salieron huyendo de Afganistán, dejando un tiradero y una crisis total que ha sido criticada hasta por sus socios europeos.
Este jueves último de enero, México aún se precia de tener una gestión super mejor que Estados Unidos sobre la pandemia. Si bien nuestro país ocupa el quinto lugar de los más afectados por la nueva enfermedad, la Unión Americana tiene 330 muertos más por millón que nuestro país, que no cuenta con poderío económico, militar, ni científico, no es productor de vacunas y aún así, hasta se solidariza enviando antígenos a sus vecinos de América del Sur. Así las cosas.