Manuel Ibarra Santos
Luego del movimiento prolongado de lucha por los salarios, que demostró la fuerza incuestionable del magisterio (al extremo del estoicismo) y de la orden de reasignación presupuestal girada por el gobernador David Monreal, para resolver de coyuntura el problema, lo menos que debiésemos esperar <ahora> es la iniciativa para emprender el reordenamiento integral del sistema educativo zacatecano, para conferirle calidad y excelencia, a efecto de que no subsista, como antaño, en la mediocridad y la ineficiencia.
La experiencia estrujante vivida en este sector estratégico, ha dejado claro que en Zacatecas existe una energía colectiva extraordinaria (que puede mover montañas), que ha sido desaprovecha y desperdiciada históricamente para realizar cambios sociales, como es la concentrada en la nobleza y la fuerza inaudita de los trabajadores de la educación, que en la entidad son casi 45 mil.
Pensemos por un instante en la posibilidad de reaprovechar al máximo el ímpetu cultural y civilizatorio que caracteriza en esencia el actuar del ejército de maestros y maestras (como bien lo formuló en 1921 José Vasconcelos, al crear la SEP), para impulsar la transformación social y que no le distraigamos en luchas fratricidas y en problemas que es responsabilidad exclusiva resolver del aparato de Estado.
El movimiento magisterial zacatecano en defensa de los salarios alcanzó como punto de quiebre en su escalada la decisión del líder nacional Alfonso Cepeda (aliado indiscutible de AMLO) de sumar a las Secciones 34 y 61 en solidaridad con la lucha de los maestros estatales.
El siguiente paso preparado de la agenda en la ruta de movilización de los trabajadores de educación, bien se pudo concretar (para fortuna no fue necesario) con la integración a la lucha de todas las Secciones del SNTE en el país (como sucedió en el movimiento zacatecano de 1980), lo cual hubiese sido impactante en la legitimidad de muchas figuras políticas.
Una vez más quedó evidenciado que en ninguna latitud de la República existe quien resista el embate organizado de la fuerza del magisterio y que la lucha social de los profesores y profesoras, en la mayoría de las ocasiones se convierte también en un método de concientización cívica, como lo postuló en sus obras el filósofo Paulo Freire, en particular en su libro La Pedagogía del Oprimido.
En el trayecto de esta lucha apareció, para fortuna, a fin de no prolongar más el sacrificio de maestros y maestras, la determinación del gobernador David Monreal Ávila, al instruir a su secretario de Finanzas, para proceder a la reasignación presupuestal, a fin de resolver de coyuntura el problema, en tanto se concreta con la administración de López Obrador la gestión de recursos extraordinarios y/o bien la federalización de la nómina magisterial, la que no está impedida por la Ley, como algunos falsamente lo pregonan.
La lucha de los maestros y maestras también dibujó una especie de radiografía de la fuerza y poderío corporativo que aún tiene el SNTE, representado por su líder nacional Alfonso Cepeda y sus alfiles en Zacatecas, encarnados en las cabezas visibles de las secciones 34, 58 y 61, organizaciones presididas por Soralla Bañuelos, Oscar Castruita y Carlos Segura, respectivamente.
Este capítulo de movilización de los trabajadores de la educación, igualmente reveló la débil y desestructurada imagen de las autodenominadas organizaciones “democráticas” e insurgentes del magisterio, algunos de cuyos representantes viven (no todos, porque hay dignas excepciones) de los privilegios (unos con excesos) que otorgan los extraordinarios puestos burocráticos, políticos y académicos conquistados en las luchas de los noventa e inicios del presente siglo. O será que esperan, porque esa ha sido su tendencia, que alguien desde el poder público les rescate.
Con la resolución de coyuntura del problema de los salarios del magisterio, ahora es imprescindible pensar en la implementación de una línea estratégica y en la construcción de una agenda de corto, mediano y largo plazo, que considere la promoción de la excelencia y la calidad del sistema educativo zacatecano.
Recuperar la legitimidad, comunicación y confianza del magisterio, será otra de las importantes tareas que tendrá frente así el gobierno de la entidad, de cara al futuro.
LA AGENDA POR LA EXCELENCIA EDUCATIVA.
Después de resuelto el problema de los salarios del magisterio en Zacatecas, lo recomendable será implementar una agenda por la calidad de los procesos de enseñanza-aprendizaje.
De no adoptarse una iniciativa de tal naturaleza, la educación pública en Zacatecas estará navegando sin brújula y sin destino alguno, en este escenario turbulento de la sociedad del cambio de época.
Y uno de los puntos inflexibles del cambio tiene que comenzar por la radical transformación y sustitución del anacrónico, burocrático e ineficiente modelo persistente de gestión administrativa, por uno sustentado en los perfiles profesionales de desempeño y no soportado en la meritocracia política y facciosa.
Requerimos de un modelo de gestión administrativo de avanzada de la educación de excelencia en Zacatecas, que sustituya al tradicional esquema fuertemente burocrático que persiste.