La tortura fue -y es- uno de los peores lastres contra la humanidad
Angélica Peña
SemMéxico
Nada fue mejor para la humanidad, que el invento de los derechos humanos; necesario señalarlo ahora que estamos a punto de que concluyan los 16 días de activismo para la eliminación de la violencia contra las mujeres.
“La invención de los derechos humanos” de la historiadora Lynn Hunt es de obligada lectura porque nos orienta sobre la discusión que se gesta en el mundo de la ilustración, de la inmoralidad del sufrimiento de una persona, al ser torturada. Para comprender cómo la tortura fue -y es- uno de los peores lastres contra las y los humanos, Lynn nos lleva a la reflexión entre algunos filósofos, de que una persona aunque se presuma es mala, no puede ser castigada como animal, porque es un ser humano. Y enfrentan al oscurantismo; a ese conservadurismo de que no se mueva nada, que fomenta miedos, reacción a ser llevado ante la justicia divina y a la hoguera.
“El dolor, el castigo y el espectáculo público del sufrimiento perdieron paulatinamente sus amarras religiosas en la segunda mitad del siglo XVIII.” Y abunda Lynn: “Ni siquiera Beccaria acertó a ver las consecuencias de la nueva forma de pensar, por cuya cristalización tanto había hecho”.
Salir del medievo fue muy importante también para los derechos de las mujeres. En ese lapso una joven escritora nos deja un acervo de su debate contra Rousseau respecto de que las mujeres también piensan: Mary Wollstonecraft. Y mientras los filósofos de la ilustración pasaron a la historia, Mary fue tomada en cuenta después de un siglo de su muerte. Con esto quiero decir que la tortura motivó a Beccaria y a otros, a la empatía hacia quienes sucumbían al torquemadismo y al castigo divino; sin embargo las mujeres siguieron siendo brujas hasta que las vindicamos después de la CEDAW, como insurrectas. Y nosotras mismas nos vimos al espejo.
En el siglo XX fue necesario reafirmar la condición de humanidad de la otra mitad del mundo: las mujeres. Eleonor Roosevelt en 1948 hizo la tarea al impulsar lo que las feministas señalaban: que las mujeres son discriminadas por ser mujeres, es decir por su sexo. Y así lo señala en la Declaración Universal de los Derechos Humanos que tiene su día el 10 de diciembre cuando terminan los 16 días de activismo. A partir de la DUDH y los tratados sobre derechos humanos se delinean las medidas políticas, sociales, culturales, judiciales y administrativas que deben tomar todos los gobiernos en el mundo para promover y aplicar las acciones públicas hacia el goce de derechos de las mujeres de todas las edades, colores y condiciones; transitar hacia la igualdad no solo formal, sino absoluta, real, sustantiva como lo plantearon las feministas norteamericanas en 1848, en la Declaración de Séneca Falls.
Hoy, igual que en 1848 y 1948, señalamos que todo tipo de violencia anula la ciudadanía de las mujeres. Derechos a la libertad de discernir, opinión, pensamiento, reunión; a escribir, debatir y cuestionar el estado de cosas, sin que se sufra opresión, siguen estando pendientes en 2022.
Si no bajamos la guardia en lo más elemental: que las leyes no retrocedan en la prevención y sanción del feminicidio, de la violencia, contra la discriminación, no ser invisibilizadas, todavía necesitaremos 130 años para lograr la igualdad plena respecto a los hombres.
Porque los torquemadas siguen cabalgando por el planeta, las brujas nos vemos en el espejo.