Opinión

Joyce Carol OatesAlejandro García/ ]Efemérides y saldos[

“¡Cómo has podido, Violet. Arruinarnos así la vida.

“Tu padre ni siquiera es capaz de hablar de ello. Ni de hablar de ti.

“Cuanto más tiempo estés aquí, mejor. En casa no hay sitio para ti.

“¡Y te atreves a llorar! Todo esto es obra tuya”.

Joyce Carol Oates

Oates explora los mecanismos internos de la violencia, mostrando el fondo animal del ser humano, capaz de perpetrar actos de una maldad gratuita que desconoce límites. Su obra se ha descrito como un gran guiñol en el que se exhibe toda forma  imaginable de violencia física, psicológica y sexual. A Oates le interesa de manera especial el mundo de la clase trabajadora, urbana o rural: la desesperación en la que viven los marginados, que palian recurriendo al alcohol o las drogas, las circunstancias en que se ven obligadas a vivir las mujeres, de manera particular las adolescentes.

Eduardo Lago

“Delatora” es una novela publicada originalmente en 2019, y traducida al español por José Luis López Muñoz y llevada a impresión por Alfaguara (México, 2021, 408 pp.). de la muy productiva pluma de la escritora estadounidense Joyce Carol Oates (1938). La protagonista y narradora es Violet Kerrigan, quien narra aproximadamente dos décadas de su vida, en diversos lugares del estado de Nueva York en los alrededores del río Niagara. Aquí la narración se acerca mucho a la novela decimonónica que tiene por centro el destino del héroe, con la carga antiheroica de las tramas del siglo XX. Se trata además de una mujer que a los catorce años tira los dados de su futuro y entonces aparece un cierto fatalismo o determinismo propio del naturalismo literario. La historia se pone a salvo de estos cinchos con la situacionalidad. Además de veloz, la historia que se cuenta aquí tiene una gran dosis de circularidad, a pesar de su extensión. La narradora nos confiesa de entrada su condición negativa, de allí que por ese sendero no habrá sorpresa.

     “Desaparece. Vete al infierno, chivata!, ¡delatora!

     “No vas a tener más oportunidades de delatar a nadie.

     “Como lo oyes, no se te dará otra oportunidad.

     No has tenido más que una, la primera”

Eso piensa, creo, a un lector como yo, y tendrá la aparente satisfacción de haber estado el mando del relato cuando al final Violet cierra su “versión” a unos pasos de donde la inició, esto es básicamente el espacio de enunciación. Sin embargo, la novela tiene muchos pliegues.

     El segundo paraje o punto de reflexión es la familia. Jerome, el padre de Violet es un hombre de descendencia irlandesa, católico, excombatiente de Vietnam; Lula, su madre, es una mujer discreta que se pliega a la autoridad del esposo. Los hijos siguen los pasos de copiar la autoridad y el dominio del padre, aunque inmersos en una realidad que no les da mucha posibilidad de salir. Digamos que los hijos (Jerome, Lionel, Les, Rick) se mantienen por debajo de la estatura del padre en todo los sentidos y nunca llegarán siquiera a alcanzarla. Y las mujeres (Miriam, Katie, y Violet Rue) ejercen un culto a éste, una silenciosa adoración que llega a generar sospechas sobre la manera como se desarrolla. Violet es la preferida sobre las otras. El padre es un obrero eficiente, honesto, respetado. Su alcoholismo es parte del instrumental de su clase en aquellos lugares. Cuando Violet rompe el silencio y con ello descubre los secretos familiares, el castigo viene en cascada: el repudio.

     ¡Cuánto se parece una familia a un árbol gigante! Por muy dañado que esté el árbol, empezando a morir y a pudrirse, las raíces siguen entrelazadas bajo tierra, indisolublemente.

El tercer paraje es el social. El pueblo vive bajo condiciones en que el poder no necesita manifestarse, simplemente impregna la vida cotidiana de todos. En los límites, en los márgenes, suelen saltar las astillas de esa madera que no resulta tan compacta. Y eso revela a una sociedad donde el blanco ha sabido fijar los límites e imponer su “naturalidad”. Cuando una chica “subnormal” o con “problemas mentales” es abusada por un grupo de jovencitos, el orden trata de eliminar el delito, de deshacer los cargos, de encontrar, si se persiste en la acusación, consideraciones que hagan más ligeros los hechos.

     Cuando un joven negro a bordo de una bicicleta es atropellado por el auto en que pasean algunos de los que habían librado la anterior acusación, con predominio de la familia Kerrigan ahora, y después es agredido a patadas, lo que termina en una rotunda golpiza con un bat y con su muerte, sin salir del estado de coma, en el hospital de la localidad.

     Es entonces que Violet ata todos los elementos de la historia cuando descubre que sus hermanos lavan en el sótano de la casa un bat y le exigen que guarde silencio sobre lo que ha visto y oído. Vueltas dan las investigaciones sin encontrar culpables, en parte no queriéndolos encontrarlos, evitando de esta manera el conflicto racial o más bien racista. El golpe en el parachoques del auto es un indicio, pero no hay la pieza que lo conecte con el asesinato, hasta entonces muerte brutal de Hadrian Johnson.

     Violet entra en conflicto, no encuentra qué hacer con lo que sabe, con lo que sospecha, entra en un sopor que le lleva a delirar delante de algunas personas, combinando datos inconexos. También lleva a cabo una confesión con un sacerdote, con su confesor. Y por fin se olvida de que su padre debía enterarse primero, decidir dónde se lava la ropa sucia. Claro que en casa. Su intervención, de ella, provoca que los cuatro involucrados sean privados de su libertad y obtengan sentencias diversas a su responsabilidad y edad. Sus dos hermanos son los principales sospechosos de haber usado el bat, pero ellos nunca reconocen el cargo.

     Después de una intervención de uno de esos organismos de defensa de los niños y de quedar claro para las autoridades que los padres maltratan a Violet y manejarlo como que ella lo ha manifestado, también ella es alejada de su hogar y mantenida por una tía. Hasta allí le llega la prohibición de volver a casa, aunque pase el tiempo, aunque se calmen las aguas. Ha sido la causante de la ruina de la familia.

     Con esa pena vive, avanza, hasta que el entorno empieza a acosarla: su maestro de matemáticas la lleva a su casa, la droga, la fotografía, la viola; el esposo de su tía le manifiesta desprecio por lo que ha hecho, pero se exhibe ante ella mientras se toca los genitales. Y el colmo: consigue un trabajo, mediante una agencia, y uno de sus patrones la bien trata, generosas propinas, le da obsequios, un auto, pero se entera de que se ha acostado con negros y cambia súbitamente, la acusa de robo, amenaza con mandarla a prisión, exige que la despidan. Es sin duda el momento más riesgoso de la novela, cuando más se roza con el determinismo naturalista. En realidad Oates está preparando el desenlace.

    Por el lado personal, Violet se relaciona con Tyrell Jones, un joven negro, su condiscípulo en la escuela y que resistía el maltrato del profesor de Matématicas. Es una decisión que sabe la aleja más de su familia. Ésta no perdona, el padre aumenta el tamaño de la culpa cuando el hermano mayor se mete en líos en la prisión y muere en forma violenta. La sociedad no se manifiesta, ha vuelto a mostrar su superficie en calma, agitada por numerosas corrientes subterráneas.

     El desenlace se va dando por omisión o supresión. El padre muere a causa de un infarto, un grupo de jóvenes negros da aviso de lo que le pasa. Escapan presurosos antes de que los culpen de algo. La madre padece cáncer y está en duda que la reconozca cuando la visita. El hermano sale de la cárcel y juntos caminan hacia la casa que habitaban cuando ella tenía doce años. Todo indica que habrá perdón y reconciliación, entre esa mujer que está a punto de salir adelante, de dar el brinco definitivo, y este hombre a quien algún adversario estuvo a punto de hundirle la garganta a puntapiés.

    “Delatora” nos habla de la difícil condición de esta mujer blanca en esas comunidades del noreste de los Estados Unidos, inicio de una cadena de depredación contra las mujeres de todas las razas. Queda la impresión de que los ecos faulknerianos no han desaparecido de la literatura estadounidense y esto obedece a que los personajes y las realidades siguen estando asociados a un ejercicio del instinto y de la violencia.

     ¡Cerdo asqueroso! ¡Una vez se atrevió a preguntarme si le cortaría las uñas  de los pies! Al ver la cara que le puse se echó a reír. No te preocupes, Lula, tengo los pies “bien limpios”. Vean a verlos. La señora Kerrigan nunca supo cómo se comportaba su marido con el servicio… Es decir, con las criadas. Y si lo sabía, fingía ignorarlo. Las mujeres de todos esos hombres aprenden a fingir. De lo contrario, están tan expuestas a que las echen como las mujeres de la limpieza. A mí me pagaba menos del salario mínimo y con billetes de un dólar. Pero tenía que sacar brillo a la condenada plata, porque los Kerrigan cenaban a diario con invitados. Tenía que respirar el apestoso abrillantador de color rosa que me provocaba náuseas. Y usar una lejía terrible que casi hacía que me desmayara. Y por el lado de la cama que ocupaba “Tommy”, manchas de mierda. Confiaba en que por Dios no lo hubiese hecho a propósito. Pero estaba agradecida por tener trabajo, y era demasiado joven para estar mejor informada. Las criadas negras cobraban menos que nosotras, así que al cabo de algún tiempo ya no había ninguna chica blanca trabajando en Highgate. Dudo que hoy quede, en South Niagara ninguna empleada del hogar que sea blanca. Tu padre nunca se enteró de nada de todo eso. Vivía en su nube (fuera la que fuese) dispuesto a creer lo que quería creer. La mayoría de los hombres son así. Hoy por hoy, Jerome sigue sin saber que alguna vez tuve que ver a Tommy Kerrigan desde muy cerca.

El blanco contra el blanco, después el blanco contra el negro o contra la raza que venga a ocupar su lugar de subordinado, el blanco contra la mujer, la mujer blanca contra la mujer.

     Violet es arrancada de esa madriguera que se torna trampa, donde padre, madre, hermanos, hermanas, la acusan, la niegan, la mandan a correr su suerte. El depredador está suelto, el violento, el violador, el exhibicionista, el moral que acusa de inmoral. Es difícil el camino para estas chicas, para estos chicos. Acaso laven la ropa sucia en casa, de todas maneras la violencia terminará por ebullir, la violencia que elimina al que está al lado o al que han colocado por debajo. Violet  hace la lucha a contrapelo y la hazaña.

     

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